Conforme a la Convención sobre los Derechos del Niño y otros tratados internacionales todos los menores deben ser protegidos contra cualquier daño, pero millones de niños en todo el mundo son hoy sujetos de violaciones a sus derechos humanos mediante prácticas que incluyen el abuso y la explotación sexual, la trata de personas, las condiciones de trabajo peligrosas, el reclutamiento por fuerzas y grupos armados, el matrimonio infantil, la violencia doméstica y la falta de acceso a la justicia.
De hecho, la organización humanitaria World Vision señala que esta violencia afecta anualmente a mil millones de niños, niñas y adolescentes en todo el planeta.
Este y otros organismos internacionales coinciden en señalar también que hoy es ya urgente ejecutar acciones que brinden mejores oportunidades a los menores, que vayan desde la reducción de la pobreza hasta la escolarización, la eliminación de la desigualdad y la reducción de la mortalidad.
Y es en este marco que se conmemora este domingo 4 el Día Internacional de los Niños Víctimas Inocentes de la Agresión, instaurado en 1982 por la Asamblea General de la ONU ante el gran número de niños palestinos y libaneses víctimas de conflictos armados en aquellas regiones de Oriente Medio.
El propósito de esta conmemoración es identificar y reconocer el dolor que sufren los niños que en todo el mundo son víctimas de maltratos físicos, mentales y emocionales; pero también reafirmar el compromiso de proteger sus derechos y mejorar las condiciones de los menores enfrentando la pobreza, la falta de educación, la discriminación y los traumas derivados de la guerra, la explotación y los abusos que siguen obstaculizando su desarrollo.
Save the Children, en su nuevo informe En deuda con la niñez, concluye que al menos para 700 millones de niños y niñas la promesa de vivir y desarrollar plenamente su infancia se ha desvanecido antes de tiempo.
Esto se debe a diversas razones, como la violencia extrema y el conflicto, que obligan a las familias a abandonar sus hogares; el matrimonio y el embarazo precoz; el trabajo infantil; problemas de salud y la imposibilidad de ir a la escuela.
Focos rojos
Mark Manly, representante en México de la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), señala que las cifras de violencia infantil que se dan a conocer cada año son alarmantes y pese a los esfuerzos de numerosos organismos internacionales, niños de todo el mundo siguen siendo víctimas de asesinatos, violaciones, mutilaciones genitales, trabajos forzosos, maltrato, reclutamiento en conflictos, entre otros abusos.
“Hoy en día el conflicto en Siria ha generado mucho interés y se ha visto mucha cobertura en medios de comunicación sobre la situación de refugiados sirios, sobre todo en Europa; pero es importante mostrar que también en nuestra región hay una crisis importante de refugiados; es importante visualizar esa realidad”, dice Manly.
En 2014, añade, se hablaba de una crisis humanitaria por la llegada de niños centroamericanos, pero esto no es algo del pasado: el problema se sigue presentando hoy y las estadísticas muestran que la crisis se ha incrementado incluso.
“Entre 2011 y 2016 la cifra aumentó en más de 1,000% y solo entre 2016 e inicios de este año se ha visto un incremento de 140%. Pero no basta reconocer esta realidad: se necesita que los gobiernos incrementen los esfuerzos para garantizar los derechos humanos de estos niños”, puntualiza.
Responsabilidades
Leticia Gutiérrez Valderrama, directora de vinculación de Scalabrinianas: Misión para Migrantes y Refugiados (SMR), indica a su vez que por desgracia hay violencia en diferentes contextos, sobre todo hacia migrantes que están en tránsito o extracontinentales, que causa incluso una revictimización.
Y explica que por un lado está “la propia violencia sufrida por salir de su lugar de origen debido a las causas específicas de cada país, como guerra; y, por otro, la violencia de la cual son víctimas en los países donde se refugian, lo que causa esa doble victimización”.
Tanto en el tema de refugiados como en todos los demás ámbitos, señala, el Estado debe asumir su responsabilidad y tiene mucho que hacer.
“Ante el flujo migratorio recomenzaron a desarrollarse programas, pero estos a veces solo sirven para responder al momento, a corto plazo. Y se han elaborado con una sociedad civil ausente, además de que no expresan nuestras principales preocupaciones en la búsqueda de protección a niñas, niños y adolescentes”, considera Gutiérrez.
Y agrega: “Suena muy utópico, pero primero se debe partir de que se reconozca que los menores son sujetos de derecho en cualquier país donde se encuentren”.
Aunque la fecha establecida por la ONU se originó en primera instancia por actos cometidos en medio de un conflicto armado, no se pueden dejar de lado las acciones que desde el hogar y la sociedad conllevan al maltrato infantil, el cual no es necesariamente físico sino también sicológico y emocional.
Uno de los más recientes informes de Unicef revela, por ejemplo, que al menos en 58 países más de la mitad de los niños son disciplinados mediante el uso de violencia.
Los datos arrojan que en América Latina no menos de seis millones de niños, niñas y adolescentes son sujetos de agresiones severas y 80 mil mueren cada año por la violencia que se presenta al interior del hogar.
Situación doméstica
Uno de los puntos preocupantes en nuestro país es que la ONU ubica a Méxicoentre las naciones más violentas del mundo y señala que el impacto más negativo de ello se presenta en niños y niñas.
El reporte de Unicef indica que entre los países integrantes de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos(OCDE), México, Estados Unidos y Portugal tienen el número más alto de niños muertos por maltrato.
De acuerdo con las estadísticas, dos niños con menos de 14 años mueren cada día a causa de la violencia en México.
Y sin embargo, puntualiza, nuestro país registra uno de los presupuestos más bajos para atender este problema social: solo 1% de los recursos destinados a la infancia se dedica a la protección contra violencia, abuso y explotación infantil.
La Red por los Derechos de la Infancia de México (Redim) señala en tanto que el lugar más frecuente del abuso infantil es la familia, donde la madre y el padre presentan el más alto nivel de violencia ejercida hacia los niños.
Este maltrato, indica el organismo, no solo afecta el desarrollo integral de un niño o una niña sino que daña la autoestima, provoca sentimientos de soledad, tristeza, ansiedad y culpa, y favorece el aprendizaje de la violencia contra sus semejantes infantiles.
Ricardo Bucio, secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes (Sipinna), dice a Vértigo que lo que no debe hacerse nunca es considerar a la violencia como algo habitual: “No podemos ‘normalizar’ la violencia que viven los niños en la escuela o en el ámbito del hogar, el castigo corporal, ni la violencia del crimen organizado. México ha aceptado y ha rebasado los límites de la normalización de la violencia desde la sociedad y desde las instancias públicas”, advierte.
Acciones
Nuestro país, añade Bucio Mújica, tiene el compromiso legal, vía la Ley General de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, tanto de proteger a los niños de todo tipo de violencia como de atender a quienes han sido víctimas y restituir sus derechos: “Se están creando procuradurías de protección especial en todo el país; ya hay en mil 150 municipios; pero aún requiere mucho personal, requiere crecimiento, requiere recursos federales y de los Congresos estatales, y también capacidades técnicas”.
Por su parte, la doctora Elva Cárdenas Miranda, directora de Normatividad, Promoción y Difusión de los Derechos de las Niñas, Niños y Adolescentes del DIF nacional, comenta que es preocupante que en México la violencia contra la infancia se vea como algo cotidiano y el tema nos tiene que ocupar a todos.
“Pensar que el castigo, el dejar al niño sin alimentos o sin ciertos derechos, es una manera correcta de educarlos, solo contribuye a más violencia”, precisa.
Ante ello, expresa, el sistema DIF Nacional desarrolla un programa para fomentar la cultura del buen trato en las familias, a fin de prevenir conductas de riesgo asociadas a la violencia familiar, social y los malos tratos en la infancia y adolescencia.
“El buen trato se refiere a prácticas y relaciones de respeto que se tienen consigo mismo y con los demás para tener mayor posibilidad de convivir mejor con los padres, hermanos, abuelos, amigos y todas las personas con las que cohabitamos”.