Por: Masha Zepeda
Fuerza, oficio y perseverancia son tres características que describen claramente a la activa trabajadora de la cultura Xóchitl Franco.
Originaria de Ciudad Obregón, Sonora, ha tenido una vida nómada, como muchos de los grandes artistas que en aras de abrir horizontes y conocimientos van en busca de aprender constantemente, de libertad, de crecer, de encontrar respuestas y formular más preguntas, porque no les gusta el aletargamiento ni la comodidad estacional.
Su madre notó la habilidad artística de su hija, por lo que a los 14 años la apoyó para que tomara clases particulares de pintura en una ciudad donde el extremoso clima, sin duda, forja personalidades de lucha.
Un par de años después, al casarse muy jovencita, se fue con su marido a vivir a la Ciudad de México. Pronto llegaron tres hijos y un nuevo cambio de casa que en aquel momento los llevó a Tuxtla Gutiérrez, la capital de Chiapas, situada justo al otro extremo de su estado natal y con un entorno natural y climático tan distinto al que había crecido.
Joven, guapa, con la franqueza norteña e inquieta, llegó a una sociedad muy diferente a la que conocía en el norte y centro del país, donde muchas de las maneras de actuar que ella veía con normalidad causaban habladurías y escándalo en la entonces pequeña metrópoli que nunca había visto a una mamá joven vestida en hot pants tomar sola el transporte colectivo para llevar a sus tres hijos al parque central, mientras su marido estaba fuera de la ciudad por su negocio.
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