Una niña maravillosa

Este primer largometraje del neoyorquino Benh Zeitlin —autor del galardonado corto Gloria en el mar— ganó el Gran Premio del Jurado en Sundance y la Cámara de Oro y los premios Fipresci, de la Juventud y del Jurado Ecuménico en Cannes.

Una niña maravillosa
Foto: Internet
Redacción
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Francisca Yolin

fyolin@gmail.com

Este primer largometraje del neoyorquino Benh Zeitlin —autor del galardonado corto Gloria en el mar— ganó el Gran Premio del Jurado en Sundance y la Cámara de Oro y los premios Fipresci, de la Juventud y del Jurado Ecuménico en Cannes.

Ahora, Una niña maravillosa (Beasts of the Southern Wild) opta nada menos que a cuatro premios Oscar importantes: mejor película, director, actriz (Quvenzhané Wallis) y guión adaptado (Lucy Alibar y Benh Zeitlin).

Se trata de la adaptación de la obra teatral Jugoso y delicioso, de Lucy Alibar, que desarrolla una singular mitología sureña.

En la historia que vemos en pantalla la intrépida e imaginativa Hushpuppy (la nominada Wallis), de seis años, vive en La Bañera, una pobre comunidad instalada en una zona pantanosa entre los meandros del río Mississippi, a la que un inmenso dique separa del resto del mundo. Hace tiempo que la madre de Hushpuppy se fue y su adorado padre, Wink (Dwight Henry), está siempre de fiesta.

De este modo, la niña debe aprender a sobrevivir en medio de la nada, rodeada de tipos singulares y animales semisalvajes. Ella percibe la naturaleza como una frágil red poblada de cosas que viven, respiran y expelen agua, y piensa que el universo depende de que todo encaje a la perfección.

Su papá enferma de pronto, cuando una tormenta eleva las aguas que rodean su pueblo, y Hushpuppy descubre entonces que el orden natural que tanto ama está a punto de derrumbarse. En su rica imaginación, estos acontecimientos están conectados con el deshielo de los icebergs, que libera a unas bestias arcaicas, jabalíes gigantes y con cuernos, a los que llama Uros. En un intento desesperado por reparar la estructura del mundo, y así salvar a su padre y a su hogar, la pequeña heroína se enfrenta de cara a una catástrofe imparable de proporciones épicas.

Mirada

Cuesta un poco asumir el tono marginal y apocalíptico de esta fábula, que parece rozar la trascendencia, aunque en realidad se queda a sus puertas.

En todo caso, resultan fascinantes su poderosa resolución visual —que aplica el realismo mágico a los impactantes paisajes de Louisiana donde ha sido rodada—, su evocadora banda sonora —a cargo de Dan Romer y el propio Benh Zeitlin—, y sobre todo la cautivadora interpretación de la niña Quvenzhané, que llena de veracidad sus aventuras.

Es una potente y visceral propuesta independiente que se ha colado en la lucha por los premios magnos del año gracias a una puesta en escena imparable y un discurso que apela a la fuerza del espíritu humano para hacer frente a cualquier situación.

Ciertamente no es una película para todos los paladares, pero funciona como fábula moral y, sin duda, aporta una mirada distinta al cine contemporáneo.

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