Los sucesivos casos de corrupción de políticos y gobernantes en España, así como los hallazgos de dinero oculto por ellos, causaron un debate nacional en momentos en que el país atraviesa por una severa crisis económica.
Yerno incómodo
El proceso que más escándalo suscitó en España fue el de Iñaki Urdangarín, yerno del rey de España, quien está acusado desde de fraude a la administración del Estado, falsedad documental, prevaricación y malversación de caudales públicos.
Con el juicio abierto y la imagen de la corona española muy baja, el abogado del acusado presentó un escrito de alegaciones en el que se opone a una fianza de 8.1 millones de euros que le exige la Fiscalía, argumentando que su cliente “no cometió" delito alguno.
Departamento de lujo
El más reciente caso sospechoso de corrupción involucra al presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González, del Partido Popular (PP), con la compra de un lujoso departamento en una de las zonas más exclusivas del país, en Marbella, Málaga, en el sur de España.
La policía denunció que González pagaba un alquiler “muy inferior” a los del mercado a una empresa “presuntamente sin activar”, y que además hay otros indicios de la posible existencia de “infracción penal”
Acaudalado
Otro de los casos es el del ex tesorero del mismo partido, Luis Bárcenas, quien tiene una cuenta en Suiza que llegó a alcanzar los 22 millones de euros y de la que se duda que ese dinero sea “particular”.
Según las indagaciones sobre Bárcenas, se encontraron cuentas de una fundación panameña cuyo titular es el ex senador del PP.
Se queda en familia
En España también se debate sobre los presuntos delitos que involucran a la formación nacionalista catalana Convergencia i Unió (CiU) por la fortuna de la familia Puyol-Ferrusola, del histórico dirigente del citado partido, Jordi Puyol.
Según una información del diario El Mundo, se atribuye al clan familiar una riqueza de más de 137 millones de euros (unos 183 millones de dólares), en Ginebra, procedentes al parecer del cobro de comisiones ilegales a través del Palau de la Música de Barcelona.
El primogénito también llamado Jordi, escondería parte de ese dinero en varias cuentas en un banco de Ginebra, de las que sería cliente desde 1991, haciéndose pasar como gestor de la compañía de mármol barcelonesa.