“Soy un corcho que no se hunde con facilidad”, afirma el cantautor español Víctor Manuel. Las canas, la voz y las arrugas no ocultan las millas de este hombre de 66 años. Cuando uno cumple medio siglo de carrera, sin duda hay algo que celebrar, avisa. Producto de ello es 50 años no es nada, disco que además de mantener un tono festivo sirve para hacer un balance de lo hecho.
“Tengo la sensación de haberlo pasado bien a lo largo de este tiempo. Si miro atrás veo muchas canciones escritas, viajes, amigos… Evidentemente, el tiempo pesa; pero en la música menos que en otros oficios”, explica en entrevista con Vértigo.
Pieza central del cancionero popular español y latinoamericano de los últimos 40 años, Víctor Manuel guarda en su memoria un puñado de canciones versionadas hasta el cansancio y con un público cautivo que lo mismo incluye a adultos que a jóvenes.
“Me siento orgulloso de ver cómo han resistido los materiales. Me ha aguantado la cabeza y el cuerpo”, dice.
Ahí están los temas Asturias, Quiero abrazarte tanto, Sólo pienso en ti y La puerta de Alcalá, viejas joyas que aún roban el suspiro a más de uno. “Si analizas fríamente, esta profesión consiste en poner un boleto a la venta y conseguir que la gente se interese por él”.
Compañero de generación de Joan Manuel Serrat, Luis Eduardo Aute y Joaquín Sabina, Víctor Manuel inició como sus colegas su carrera en tiempos más ásperos. La dictadura franquista era inclemente y no cedía espacio para hablar de ciertos temas. “Cuando comencé en los setentas había una canción llamada de urgencia: teníamos problemas inmediatos sobre los que nos interesaba cantar. Incluso en las canciones de amor había cosas que no podíamos decir”.
Recursos
Durante aquella época había que sortear la censura en metáforas para aludir a la denuncia o al erotismo. “Si poníamos algo inconveniente en la canción, nos lo tachaban o simplemente renunciábamos a cantarlo. Así estuvimos hasta 1976. Por nuestra parte no podría hablar de autocensura, simplemente agotábamos los recursos para ser fieles a nuestras convicciones. Aprendimos a coexistir con esa anomalía. No cantábamos ciertas letras o pagábamos multas. Todos nos tuvimos que amoldar a lo que había”.
Con sentido de autocrítica Víctor Manuel no se arrepiente de las piezas cantadas, pero tampoco ensalza los años de activismo. “Yo escribí muchos panfletos, lo bueno es que no se conocen. Durante bastante tiempo sentí la necesidad de ocuparme sobre lo que sucedía en mi país casi de una manera militante; me parecía un deber cívico”.
Casi 40 años después los problemas son otros, pero el compromiso se mantiene. “Las cosas han cambiado; sigue habiendo censura, pero ahora es más sutil, atraviesa por la economía y no por la represión”.
Modelos y proyectos
La caída libre de la industria musical reduce el margen de maniobra para los grandes sellos y el resto de los engranajes del sector. “Todavía hay gente que se ocupa de los problemas sociales. La diferencia entre los setentas y ahora es que antes en los medios encontrabas una complicidad que hoy no existe. Antes la gente se ocupaba de ti porque sentía empatía con tu trabajo; hoy no es así y la vida de quienes empiezan es más difícil”.
Actualmente la paleta creativa del cantautor se ha expandido. Por sus versos se filtran la biografía y la reflexión de un hombre que desde el principio descubrió el sentido de su trabajo. Sus referentes fueron y siguen siendo las letras de Bob Dylan, Leonard Cohen y Pete Seeger, pero con los alcances interpretativos de los compositores franceses de la segunda mitad del siglo XX. De Moustaki a Georges Brassens. “En la música hay que saber identificar a tus modelos. Los míos fueron cierta canción norteamericana, italiana o francesa. Nosotros quizá fuimos el referente de la generación de Pedro Guerra, Jorge Drexler o Ismael Serrano, y ellos seguramente ya lo son de los cantautores más jóvenes. La realidad es que con el gran acceso a la música que tenemos todo es más fragmentado y te puedes aficionar a un compositor español, pero también a uno de Nueva Zelanda. Es la ley de la vida”.
Si de algo le ha servido la experiencia a Víctor Manuel es para descubrir que “las canciones que más le importan a la mayoría de la gente son las amorosas o de relaciones personales”. Y para idear nuevos mecanismos de subsistencia por medio de los conciertos. En su gira Vivir para cantarlo rentó los espacios de los teatros donde se presentó para evitar dar cuentas a una empresa: “Fue una experiencia única. En principio la gira iba a durar 2 meses, pero se mantuvo 3 años; me reconcilió con el público y la profesión. Desgraciadamente entiendo que no todos los artistas pueden mantener este esquema. Sin embargo, hay que buscar formas porque la industria está a punto de desaparecer. No hay negocio que resista la piratería. La industria sobrevive con base en despedir a empleados y reducir gastos. Yo no responsabilizo al consumidor, sino a que no existan leyes que obstaculicen ese tipo de procesos”.
Casi a la par de 50 años no es nada el músico presentará Canciones regaladas, un volumen donde regresa al estudio con su pareja, Ana Belén, para grabar canciones de compositores como Billy Joel, Rubén Blades, Chico Buarque y José Alfredo Jiménez, entre otros. “Son canciones de grandísimos autores; es una buena forma de regresar juntos al estudio después de 30 años. Creo que será también un afortunado pretexto para regresar a México en la segunda mitad del año”.