Por Katia D’Artigues
Han sido días de emoción sororal en México. La tragedia diaria de que en cada jornada asesinen a diez mujeres y niñas por su género, con violencia, ha encontrado un eco impensado y el sentimiento invaluable de pertenecer a algo más grande que a una misma.
Escribo esto antes del 8 de marzo, que esta columna se publicará; también antes del 9 de marzo, donde veremos en el país #UnDíaSinNosotras.
Habrá mucho qué reflexionar y escribir sobre lo que pase, pero quiero aventurar y proponer algunas líneas para comenzar a tratar de responder dos preguntas.
La primera es una que varios hombres con buenas intenciones se hacen: ¿qué puedo hacer yo?, ¿qué esperan de mí? Y la segunda es: ¿qué debe pasar después del 9 de marzo?
Hombres: un libro y un reto
Hay muchos hombres que dicen: no todos somos así (machos, violentos, acosadores). Obvio. Pero sí todas las mujeres nos hemos sentido acosadas, violentadas y menospreciadas en algún momento por un hombre.
No todas hemos sido violadas sexualmente, pero todas enfrentamos micromachismos. ¿Qué son? Frases, conceptos, acciones culturales cotidianas muy reveladoras que toca deconstruir, que son prejuicios. Para eso les recomiendo un excelente libro que se presenta por estos días: No son micro. Machismos cotidianos, de Claudia de la Garza y Eréndira Derbez (Grijalbo).
Y dos, una recomendación muy sencilla: escuchar y escuchar a las mujeres. Reuniéndose con hombres para repensar su “ser hombre” que también ha sido limitado por micromachismos tales como “los niños no lloran” o no hablan de sus sentimientos. Oigan, qué pesado debe ser eso. ¡Libérense!
No piensen, hombres que me leen, que la solución la daremos las mujeres de una manera dictatorial-matriarcal. La daremos los hombres y las mujeres. Tras un tiempo de reflexión que también deben hacer ustedes. Hay colectivos de chavos que ya lo hacen. Chequen demachosahombres.com, por ejemplo. La Ibero, Puebla, ya citó a profesores y estudiantes a hacer justo esto el mero día 9: hablar de masculinidades (en plural) y violencia de género.
Por lo pronto, con ánimo solo de escuchar —sin dar justificaciones ni razones ni soluciones— los invito a que hagan un ejercicio. Pregúntenle a una mujer de su confianza: “¿Alguna vez, de alguna manera, te he hecho sentir violentada o incómoda?” Y si quieren, me cuentan.
Les cuento una anécdota personal: un jefe hace 14 años, a la hora de renegociar mi contrato, estando embarazada, me dijo, en “broma”: “¿Y para qué quieres tanto dinero?” ¿Se imagina que esta pregunta se la hagan a un hombre que va a tener un hijo? Y más: ¿que va a tener un hijo solo?
Esto es tooodos los días. Aún con las mujeres a las que se les percibe más “empoderadas” y “exitosas”.
Los días (y años) posteriores
Hay colectivas feministas que ya piensan en esto desde hace tiempo y es claro que hay que hacer muchas políticas públicas con las mujeres, sobre todo para parar las violencias.
Pero hay algo que me ha llamado más la atención estos días. Uy, la cantidad de empresas que se han “subido” al tema del paro declarándose más feministas que Simone de Beauvoir. Vaya, ¡hasta la Iglesia católica apoya el paro cuando es, históricamente, una institución que no precisamente opta por la igualdad desde que Eva nació de la costilla de Adán!
O Coca-Cola, que se acaba de declarar en un comunicado “Orgullosamente feminista desde 1886”. Es una revelación: la (tenía que ser femenina) Coca-Cola sabía qué era el feminismo aun antes de que se popularizara el término. Guau.
Hay un fenómeno que lo describe: el “pinkwashing”, que traducido al español sería algo así como “feministas por conveniencia”. Empresas que hoy se suman a la ola porque es sexy para su marketing, pero no surge de una verdadera convicción por hacer políticas inclusivas.
Daniela Malpica y Jimena Vilchis propusieron un cuestionario muy interesante para determinar si la empresa está comprometida o solo haciendo “pinkwashing”. Pueden leer el cuestionario completo acá: https://bit.ly/2IvA3oV. También lanzaron ya un cuestionario anónimo para hacer un posterior análisis.
Dato de un estudio de la consultora McKinsey intitulado One aspiration, two realities, promoting gender equality in Mexico: solo una de cada 200 mil mujeres logra colocarse en un puesto directivo. Y aspiramos a la paridad.