Francisco I, ¡un Papa a toda madre!

La ilusión por lo insignificante, por lo provisional, nos lleva hacia la indiferencia, dijo el Papa Francisco I durante la visita que hizo a la islita italiana de Lampedusa, frente a Sicilia, el pasado mes de julio.

José Luis Belmar
Columnas
El Papa, un ejemplo de conducta.
Foto: AP

“¿Quién de nosotros ha llorado por la muerte de todos aquellos que viajaban sobre las barcas, por las jóvenes madres que llevaban a sus hijos, por estos hombres que buscaban cualquier cosa para mantener a sus familias? Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia del llanto. La ilusión por lo insignificante, por lo provisional, nos lleva hacia la indiferencia; nos lleva a la globalización de la indiferencia”, dijo el Papa Francisco I durante la visita que hizo a la islita italiana de Lampedusa, frente a Sicilia, el pasado mes de julio.

Francisco I se voló la barda al dar misa con un cáliz hecho con la madera de una de las embarcaciones que naufragó, y en la isla viajó en un carrito Fiat del año de la pera y no en uno de los Rolls Royce que encontró en el estacionamiento del Vaticano.


Ni tardo ni perezoso, ordenó la venta de 90 autos de lujo que para él eran una bofetada contra lo que representa la Iglesia católica.

Volviendo a Lampedusa, como estoy seguro de que muchos de nuestros lectores son miembros del Club de la Indiferencia Global, les diré que la islita cobró notoriedad mundial cuando cientos y cientos de inmigrantes y aprovechados llegaron de Marruecos, Argelia, Túnez, Gambia, Benin o Senegal con una meta común: encontrar nuevas oportunidades.

Pero además no todos los que llegaron eran verdaderos inmigrantes: cientos de los que fueron recibidos se dedicaron al pillaje y a hacerle la vida de cuadritos a los lampedusinos, mientras los ayudaban a “sobrevivir”. ¡Qué poca!

Sin embargo, más de seis mil lampedusinos hicieron lo que no hizo el gobierno italiano ni el local: hasta lo imposible para que los cientos y después miles de verdaderos infortunados, hambrientos, desnutridos y enfermos no muriesen de hambre y tuviesen un techo donde guarecerse de las inclemencias del tiempo.

Vergüenza

Pero no todo ha sido fácil para los lampedusinos, quienes han armado barullo porque su islita se convirtió en una lata de sardinas gracias a gobiernos indiferentes como Suecia y Noruega, que prefieran dar premios Nobel a un terrorista como Arafat o a mentirosos como Gore e incumplidos como Obama.

A pesar de los desmadres hechos por aprovechados musulmanes, el pueblo de Lampedusa ha sido nominado por PROFOCA, una agrupación internacional de corresponsales extranjeros localizada en Suecia, como candidato al Nobel de la Paz 2014, de acuerdo con lo que informó su presidenta, Xuefei Chen, de Radio China.

Pero, ¿por qué habría el Comité Nobel noruego de premiar a los lampedusinos por sus esfuerzos de impedir que la muerte y la hambruna acabasen con miles de verdaderos inmigrantes en su pequeña y hermosa Lampedusa? Por vergüenza, por pura vergüena, porque la pura neta es que los lampedusinos no caen dentro de los fines políticos y delirios de grandeza del Comité Nobel noruego; pero un Obama sí.

Noruegos y suecos tienen el I love you, Mickey Mouse metido entre ceja, oreja y madre.

Con o sin Lampedusa, el papá de todos los papas está mostrando cómo debe conducirse el Vaticano y sus mal acostumbrados a los lujos representantes. ¿Lo logrará? Yo pienso que sí.

¡Francisco I es un Papa a toda madre!