Reformas: Crecimiento o desarrollo

El modelo de desarrollo mexicano no permite un despegue inmediato ni alto porque generaría un peligroso sobrecalentamiento de la economía.

Carlos Ramírez
Columnas
El modelo de desarrollo mexicano no permite un despegue inmediato ni alto porque generaría un peligroso sobrecalentamiento de la economía.
Foto: Creative Commons

La aprobación de las reformas estructurales y la definición del presupuesto y la política económica para 2015 revelaron una correlación no estrictamente simétrica: a pesar del ingreso de inversiones energéticas, el modelo de desarrollo mexicano no permite un despegue inmediato ni alto porque generaría un peligroso sobrecalentamiento de la economía.

La sombra del lopezportillismo se ha cernido sobre las expectativas económicas. Ya con reformas la tasa de crecimiento del PIB hacia finales del decenio será en promedio de 5.2% anual, cuando un despegue real exigiría tasas superiores a 6%. Pero con la actual estructura productiva y de variables macroeconómicas, tasas superiores a 4.5% generarían altísimas presiones inflacionarias que afectarían la paridad del peso-dólar.

De ahí que las reformas hayan sido apenas un paso hacia el nuevo desarrollo. Se destrabaron algunos candados de la economía estatal que impedían la dinámica productiva de algunos sectores —sobre todo el energético—, pero sin romper los cuellos de botella productivos.

Y ahí el dilema es grave: o se impulsa en el corto plazo una reforma al modelo productivo para ampliar la producción interna de bienes y servicios o los beneficios de la liberalización se escaparán por las importaciones.

Por tanto las reformas deben llevar al replanteamiento de las cinco variables del desarrollo: la planta industrial, la producción de alimentos, el financiamiento del desarrollo, la revolución tecnológica y la reactivación del mercado interno.

Es decir, a las reformas le falta la construcción de un modelo de desarrollo interno.

Sin esa reforma del desarrollo el escenario podría ser el de la fase petrolera 1978-1981: José López Portillo expandió la producción y exportación petrolera, el país se inundó de dólares de la venta de crudo y la actividad petrolera llevó al PIB en ese periodo a tasas anuales promedio de 9%, pero con un mercado interno restringido que catapultó la inflación a un promedio cercano a 40% anual y le heredó a Miguel de la Madrid una inflación anual promedio de casi 90%. Por la inflación el tipo de cambio pasó de 30 pesos en 1976 a dos mil 226 pesos en 1988.

Reformulación

Las reformas del presidente Enrique Peña Nieto removieron restricciones productivas para inversiones privadas nacionales y extranjeras, pero no crearon un modelo de desarrollo.

Carlos Salinas de Gortari abrió la economía al exterior para bajar la inflación interna con arribo de productos de todo tipo, pero no dinamizó la economía interna y las empresas mexicanas quebraron al no poder competir.

El dilema posterior a las reformas radica en la dicotomía crecimiento o desarrollo. López Portillo llevó el PIB a 9% pero sin reforma interna disparó la inflación y la devaluación. Salinas abrió la economía pero el PIB apenas creció en 20 años de Tratado de Libre Comercio (TLC) a una tasa promedio anual de 2.5%.

La crisis heredada por López Portillo obligó a De la Madrid a un ajuste brutal que dejó un PIB promedio anual en el sexenio 1983-1988 de 0 por ciento.

Las reformas fueron un paso importante pero requieren de una reformulación del modelo de desarrollo; si no llega, entonces la economía podría crecer más de 2.5% posterior al TLC pero menor a 7% que requiere la población.

Sin una planta industrial propia, sin un campo que produzca riqueza social y con 60% de subempleo el México del futuro será menos dramático pero igualmente desigual y las reformas crearían una nueva plutocracia, no un México desarrollado para todos.