El PRI y la transición que faltó

El régimen del PRI como partido hegemónico no transitó a un régimen democrático; el PRI solo abandonó su papel como partido-sistema y la oposición no construyó un régimen democrático.

Carlos Ramírez
Columnas
El régimen del PRI como partido hegemónico no transitó a un régimen democrático
Foto: NTX

Si se quiere encontrar una referencia concreta al inicio de la crisis política actual, habría que buscarla en la transición que nunca llegó: la reforma del PRI. En la logica el PRI no fue un partido político solo canalizador de cuadros ni de candidaturas, sino que jugó un papel fundamental en la configuración del sistema político.

La clave de las funciones del PRI se localizaba en los factores de dominación del sistema: la ideología, la estructura Estado-partido y la canalización del poder político.

El PRI fue el guardián ideológico de la historia nacional y representó el discurso de la Revolución Mexicana, las estructuras de representación del Estado eran las del PRI, y al poder solo se podía acceder a través del PRI.

El agotamiento de la Revolución Mexicana como ideología de consenso, la descorporativización de las clases por la globalización, el achicamiento del Estado y la base electoral de apenas un tercio desarticularon al PRI como estructura de cohesión nacional. Lo dijo Luis Javier Garrido, historiador del PRI: “En México todos somos priistas hasta demostrar lo contrario”.

Así, el PRI fue el sistema nervioso del sistema y llego a tener presencia en todo el territorio nacional. Cuando el PRI dejó de funcionar como sistema nervioso el país entró en una zona de pérdida de consensos fundamentales. Y ahí fue cuando surgieron otros poderes fácticos.

Crisis sistémica

La pérdida de estructura de poder del PRI tuvo tres orígenes: la privatización del Estado, la globalización de la economía y la desideologización del sector público.

La fractura se dio en el periodo 1980-1993 y obedeció a la entronización del proyecto neoliberal de desarrollo que operó Carlos Salinas de Gortari: la declinación del Estado, la expulsión del PRI de la Revolución Mexicana y el avance de la oposición.

El régimen del PRI como partido hegemónico no transitó a un régimen democrático; el PRI solo abandonó su papel como partido-sistema y la oposición no construyó un régimen democrático.

El PRI no fue una solución sino una herencia. En 1997-2000 el PRD y el PAN ocuparon espacios exclusivos del PRI pero sin ofrecer una cohesión social. Al contrario, la oposición repitió el error del PRI: la pérdida de compromisos sociales y la dinamización de la corrupción.

Lo grave fue que el PRI dejó de ser estructura de control social y la oposición solo buscó los beneficios. Ahí fue donde se coló el crimen organizado en las estructuras políticas y del Estado; cuando la oposición comenzó a asumir poderes locales, tampoco se preocupó por medir las consecuencias de la gangsterización del poder político.

La alternancia partidista en la Presidencia de la República y en los poderes locales se dio sin la configuración de un nuevo partido-sistema: el PAN y el PRD carecieron de visión política. Y el PRI se avejentó ante una sociedad más dinámica, despartidizada y desideologizada. Las reformas económicas carecieron de reformas políticas y sociales, la modificación productiva liberó nuevas fuerzas dinamizadoras que no encontraron cauces de participación.

Ahí estalló la crisis sistémica actual: el PAN llegó a la Presidencia y fue echado, el PRD nunca ha podido llegar y el PRI regresó, pero en una sociedad que ya rebasó a los partidos y que exige más de lo que los partidos le pueden dar.