‘Siempre no’

Desde su nacimiento, en 1944, el Fondo Monetario Internacional ha tenido una sola receta para “rescatar” a todos los países en apremios financieros.

Guillermo Fárber
Columnas
Receta del FMI contra la crisis
Foto: Internet

Desde su nacimiento, en 1944, el Fondo Monetario Internacional ha tenido una sola receta para “rescatar” a todos los países en apremios financieros.

Recibía muchos nombres (programas de choque, terapias de ajuste, retornos a la ortodoxia, etcétera), pero su esencia era una sola, muy sencillita: subir sensiblemente los impuestos y a la vez recortar severamente el gasto público (salvo el servicio de la deuda, claro).

En todas las situaciones y circunstancias, para las economías de todos tamaños, calibres, razas y colores, sus solemnes emisarios sólo llevaban esa orden en su portafolios: apriétense el cinturón (me pregunto para qué tiene cientos de doctorados en Economía en su nómina, si al fin hasta sus afanadores novatos conocen el diagnóstico y la prescripción predecibles).

Los gobiernos suplicantes tenían que doblar la cerviz, hacer acto de contrición, implementar los ajustes restrictivos y prometer que en el futuro serían más responsables con sus recaudaciones y egresos, tasas de interés, cantidades de emisión de circulante, déficit presupuestal y comercial, aranceles, etcétera.

Pero era a sus pueblos a quienes tocaba deglutir la amarga medicina, por años e incluso decenios, como bien recordamos los mexicanos después de tantas crisis recurrentes.

En fin, la misma fórmula invariable para todos, cientos de casos, durante 69 años, hasta hoy.

Hasta hoy que, súbitamente, el FMI descubre que estaba equivocado y declara el 4 de enero, en la asamblea anual de la venerable American Economic Association fundada en 1885: “La austeridad no es tan buena idea como creíamos.

La austeridad puede causar mucho más daño de lo que pensábamos previamente”.

Eso dijeron públicamente, sin ruborizarse.

Aunque usted no lo crea.

¿Sería muy descortés cuestionarles por qué no vieron esos “daños colaterales” durante los 69 años en que obligó a cientos de pacientes a tragar la misma pócima?

What?

¿Qué ha pasado?

¿A qué se debe esa fenomenal y autoinfligida “bofetada a la hipocresía histórica”?

¿A una tremenda revolución teórica en la macroeconomía, seguramente parida en ese templo de la Verdad Revelada que es la Universidad de Harvard?

No, la explicación es mucho más simple que cualquier elucubración conceptual: esa receta única, esa medida draconiana One size fits all, ahora les apunta a ellos.

Incluso durante los cuatro años anteriores de esta Megacrisis Sistémica Global, el FMI insistió en su receta única y presionó para aplicarla a los países europeos más apremiados: Grecia, España, Portugal, Irlanda, Italia (Islandia ya no cuenta porque prefirió escabullirse por la puerta de atrás)...

Pero ahora resulta, y es cada día más difícil ignorarlo, que el dueño del FMI, Estados Unidos, tiene sus finanzas públicas en peores condiciones que muchos de las docenas y docenas de gobiernos “rescatados” por él durante las siete décadas de su existencia.

La norma era: que se haga la voluntad de Dios, en los bueyes de mi compadre tercermundista.

Así fue por 69 años.

Pero ahora esa voluntad apunta a un destinatario insospechado.

Y eso no se vale.

¿No lo encuentras hilarante?