Yerros

La Cámara de Diputados modificó en gran medida la minuta del Senado que reformaba la Ley General Contra la Trata.

Lourdes Mendoza
Columnas
Sesión en la Cámara de Diputados
Foto: NTX

Hace unas semanas hubo buenas noticias, pues la Cámara de Diputados modificó en gran medida la minuta del Senado que reformaba la Ley General Contra la Trata, que tenía graves inconsistencias y cuya aprobación habría significado la libertad y la impunidad de muchos delincuentes. Por suerte no fue así. Sin embargo, días después sucedió un episodio lamentable en el Senado de la República, cuando algunos legisladores atacaron a una activista contra la trata.

En ese ataque un senador hizo una afirmación alarmante: sostuvo que para “poner en su lugar” a esta activista tenían que ignorar las modificaciones que la Cámara de Diputados hizo a la reforma y aprobarla como fue escrita originalmente en el Senado.

Esta afirmación resulta preocupante porque ningún asunto personal debe alterar, y menos perjudicar, el proceso legislativo. Si algún senador cree que se puede ignorar el trabajo de los diputados (quienes son antes que nada representantes del pueblo), de ONG, expertos y académicos, entonces debe creer que hay que ignorar los principios democráticos de nuestro país. La reforma de una ley no debe ser imposición sino diálogo y acuerdo.

Dolió notar que durante el ataque contra la activista no hubo ni una defensa, ni una réplica ni un llamado al respeto.

Mientras en otros países los defensores de los derechos humanos son protegidos, en México suelen ser blanco de calumnias, ridiculizaciones y amenazas. Los activistas sacrifican tiempo con su familia, aportan de sus propios recursos a la causa y, en muchas ocasiones, arriesgan la vida. Luchar contra la trata implica trastocar muchos intereses económicos e incluso políticos: luchar contra la trata es hacerse de muchos enemigos.

Motivos

¿Entonces por qué lo hacen? ¿Por qué dan tanto por gente a la que ni siquiera conocen? Porque los verdaderos activistas tienen principios, convicciones y valores. Aquellos que trabajan para terminar con la esclavitud creen profundamente en la libertad y la dignidad humana, son capaces de ver seres humanos donde otros solo ven cifras, dinero o un voto.

Es tiempo de acompañar a nuestros activistas en su lucha y esto significa no permitir ataques contra la libertad de expresión. Los ciudadanos son libres de opinar sobre cualquier tema y juzgar el trabajo de cualquier legislador. Es tiempo de que los buenos dejemos de guardar silencio. Cuando alcemos la voz temblarán los que se enriquecen de la miseria ajena.

Los legisladores han demostrado antes que hay mucha gente buena en las cámaras; ahora es tiempo de refrendarlo. ¿Hay que poner a alguien en su lugar? Sí, a los políticos coludidos con el crimen, a los autoritarios y, por supuesto, a los delincuentes. ¿Hay que ignorar el trabajo que se hizo en la Cámara de Diputados? Por amor a la democracia, por respeto a los compañeros legisladores y por la esperanza de miles de víctimas que aún aguardan su rescate o una sentencia favorable, no.