Las masacres en escuelas perpetradas por estudiantes han ocupado de manera constante las primeras planas desde finales del siglo XX.
Las víctimas de estos horribles actos son, por lo general, los mismos alumnos, pero también pueden incluir a personal académico e incluso a oficiales de seguridad.
Los ataques directos a maestros, aunque menos comunes, son igual de trágicos, como lo demostró el último en España, protagonizado por un adolescente de 17 años que mató a un profesor con una ballesta.
Conoce otros casos en los que los alumnos desecharon los libros y los cambiaron por armas humeantes.
Nicholas Elliott
El adolescente de 17 años asesinó a su maestra Karen Farley, de 41 años, en una escuela cristiana. Elliot entró al salón con una pistola semi-automática y comenzó a disparar, con lo que privó de la vida a la académica que intentó desarmarlo. Fue sentenciado a prisión de por vida.
José Reyes
El 21 de octubre de 2013, el niño de 12 años sacó un arma 9 mm en el patio de escuela y comenzó a disparar. El maestro de matemáticas y militar retirado, Michael Landsberry, falleció al intentar proteger a los estudiantes. Tras herir a otro estudiante, Reyes se suicidó.
Phillip Chism
El tímido atleta de 14 años, Phillip Chism, asesinó a su maestra de matemáticas de 24, Colleen Ritzer, el 22 de octubre de 2013. De acuerdo a los análisis del cadáver, además de asesinarla en el baño de su propia escuela, en Nueva Inglaterra, la violó. El juicio en contra del joven continúa hasta abril de 2015.
Sergey Gordeyev
El estudiante de 15 años fue otro caso de un “asesino aplicado”. El 3 de febrero de 2014, entró a su escuela en Moscú, armado con 2 rifles de su padre, y mató a Andrey Kirillov, maestro de Geografía de 29 años, así como a un policía. Por el homicidio y por tomar rehenes durante el asesinato, enfrenta una sentencia de 10 años, según la ley rusa.
Will Cornick
El adolescente de 15 años mató a su maestra de 64, Ann Maguire, durante la clase de español que ella impartía en la escuela de Leeds, Inglaterra, el 21 abril de 2014. Cornick, quien era conocido por ser un buen estudiante y amable, fue sentenciado a cadena perpetua, con un mínimo de 20 años.
