El inhumano trajín de los sirios

 Desde 2011 han salido de Siria más de 6 millones de personas.

Redacción
Política
Migración de Sirios
Foto: AP

Por: Claudia Luna Palencia/ Corresponsal

Para la Europa de la Unión y de una larga crisis económica (2008-2015) la llegada de cientos de miles de sirios a las puertas de la civilización occidental ha tomado por sorpresa a quienes otrora presumían del Tratado de Maastricht y de la libre circulación Schengen, que dejó en apenas virtuales todas las fronteras europeas.

Pero ahora el paraíso se tiñe de rojo: debido al estallido de la guerra civil en Siria, que alimentan el régimen de Bashar El-Assad y el avance del terror del grupo Estado Islámico, desde 2011 han salido del país de los califas más de 6 millones de personas. ¡Y las qué faltan!

Siria, que ostenta una delicada posición en Oriente Medio como país colindante con Turquía, Líbano, Israel, Jordania e Irak, no ha logrado descontaminarse de los movimientos civiles insurrectos que tomaron presa a la nación que otrora gobernó Sadam Hussein.

El contexto geoestratégico ha puesto contra las cuerdas tanto a Estados Unidos como a la OTAN, dado que una respuesta bélica conjunta en Siria implicaría enfrentarse a dos bastiones de El-Assad como son Irán y Rusia.

Y la Unión Europea ya tiene suficientes problemas con Rusia por su confrontación con Ucrania, que ha dejado consecuencias de boicot ruso contra los europeos no nada más en el renglón del comercio sino también en linderos tan sensibles como el gas: los rusos amenazan con no surtirles más del insumo energético.

Es decir que la guerra civil en Siria no es para nada desconocida: con más de tres años desarrollándose, han sido la prensa internacional y las organizaciones civiles y No Gubernamentales las que han presionado constantemente en el entorno global difundiendo las barbaridades que cometen contra la población tanto el establishment sirio como la avanzada insurrecta del Estado Islámico (EI).

Europa, como Estados Unidos, se hizo de la vista gorda desde entonces hasta que las costas del Mediterráneo, el Egeo, el Jónico y el Atlántico empezaron a llenarse de cadáveres flotantes.

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Pero no son los muertos, cuyas cifras son meras especulaciones lanzadas al aire tanto por la ONU como por ACNUR, lo que cimbra los muros de Occidente sino la constante, inminente e imparable llegada en masa de la población siria que irrumpe por mar o por tierra.

La ONU considera que en los últimos tres años la naturaleza conflictiva del momentum belicista ha provocado 130 mil muertos, 6.5 millones de desplazados internos y más de 2.5 millones de sirios que han mudado hacia países vecinos. Las fronteras están colapsadas por una devastadora crisis humanitaria.

Los daños colaterales no únicamente han dejado cientos de vestigios culturales destruidos sino que además movilizan a la clase media preparada y educada siria para salir a como dé lugar de su cuna de origen, siendo esto caldo de cultivo para muchas mafias traficantes del dolor humano, máxime ante la premura de los combates internos.

Nadine S. —cuyo apellido no quiere proporcionar para no afectar a la mitad de su familia que aún queda en Al Hasaka—, por ejemplo, llegó a España hace 14 meses, después de un largo periplo familiar.

Él nos cuenta en inglés: “Los enfrentamientos en el norte de Siria son severos y constantes, dejando miles de muertos y muchos más desplazados. Hay una guerra intestina entre las fuerzas kurdosirias y el avance terrorista del Estado Islámico”.

Todos los días, destaca, hay combates, bombas cayendo entre edificios, escuelas, mercados; es inviable hacer una vida normal.

Hay familias, añade, que han decidido recluirse en sus casas ante el miedo a morir por una bala perdida, un coche-bomba o ser secuestradas por el EI, “pero ni así te libras porque las bombas caen”.

Nadine es ingeniero, padre de una familia de cinco miembros de los que hace dos años y medio, cuando la asolada terrorista irrumpió con múltiples autoatentados —casi a diario los hay en el norte del país—, el primero en salir hacia Turquía fue el hijo mayor, cuyo destino sería asentarse en España con uno de los tíos que hacía poco más de 15 años vive en Barcelona.

Después de lograrlo comenzó la odisea del padre con otro de los hijos, esta vez uno de 14 años. A diferencia del mayor a estos les ha tomado 13 meses alcanzar el techo catalán. “Nos encontramos con un mayor éxodo y las mafias han brotado por todos lados; se está lucrando con nuestro sufrimiento”, comenta.

Al fin en suelo español, su cometido es lograr los papeles de asilo, quedarse, obtener un trabajo y traerse bajo la reagrupación familiar a su esposa y a su pequeña hija, que permanecen a cientos de kilómetros de distancia y bajo el techo de otros familiares a la espera de poder salir también del infierno.

Los que están pagando por huir —en promedio mínimo dos mil dólares— se encuentran a merced de los mercaderes del dolor que hacen atrocidad y media, como sobrecargar lanchas e improvisar botes: muchos se hunden en la travesía; a otros los arrojan cuando se avizora tierra, para no acercarse por temor a ser detenidos por los guardias.

El mar se ha convertido en una tumba silenciosa gigante. No hay cifras certeras. Lo que hacen las autoridades gubernamentales y los representantes de organismos internacionales como la ONU es dar cálculos aleatorios.

Pero si de cada tres que entran se ahoga el triple, la tragedia es inconmensurable, la peor desde el desgarro de Yugoslavia; el más grande reto de la Europa reconfigurada en un mapa unitario, ha dicho Angela Merkel, la canciller de Alemania, quien primero anunció una política de puertas abiertas para los afectados por la guerra y días después decidió rectificar ante la avalancha humana llegada de todos sitios.

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Entre rejas

Frente a la marejada de familias con niños, el martes 15 de septiembre el gobierno de Hungría anunció que criminalizará a quienes intenten entrar a su territorio sin los papeles en regla; blindó esta con vallas forjadas con alambres de púas y desplazó a más de cuatro mil efectivos policiales y militares para resguardar la frontera que comparte con Serbia.

El país gobernado por Viktor Orbán, del eje de la extrema derecha, ha resucitado el espíritu del nazismo en sombrías épocas que marcaron a Polonia y Hungría. Su réplica ante el tsunami de sirios ha sido distribuirles publicidad en inglés para ahuyentarlos y desanimarlos a intentar colarse vía Hungría hacia el resto de Europa.

Así, en las primeras 24 horas desde el anuncio las autoridades detuvieron a 519 personas que contra toda amenaza legal, verbal y diversos métodos intimidatorios —como perros, despliegue del Ejército en la frontera y disparos de gas pimienta— osaron entrar en territorio húngaro. Las penas de cárcel van de uno a cinco años de prisión.

Lo acontece en Europa no solo desnuda las viejas pasiones, odios y xenofobias innatas a varias regiones: cada quien responde atendiendo a su propia cultura de valores y de marco moral.

La Europa del Este ha despertado la flama del rechazo al extranjero árabe, a quien observa como una futura competencia por un puesto de trabajo y por ayudas sociales.

Y es que la Unión Europea del Club de Toby de los 28 no ha terminado de dar pasos gigantes fuera del túnel de la larga recesión que trae a cuestas y su tasa de desempleo sigue siendo muy elevada. De acuerdo con Eurostat, en su informe de junio pasado, en un año la desocupación en la UE descendió en 1.54 millones de personas, pero la recuperación económica tiene que hacer más en pro del empleo.

Así, en España la tasa del desempleo pasó de 24.9 a 22.7%, mientras que en Grecia el panorama es alambicado con una vuelta a las elecciones generales y la tasa más alta de toda la eurozona: 25.4 por ciento.

Alemania, constituida como el edén para el contingente humano que llega de Oriente Medio, detenta una tasa de 4.7%, la más baja de la UE.

Por eso es que la fragilidad europea podría verse cimbrada ante un problema de enormes dimensiones humanas al que no saben cómo gestionar poniéndose de acuerdo con una política común al respecto.

Fue la imagen del niño sirio Aylan Kurdi, de tres años, su tenue cuerpo yaciendo ahogado tras volcarse la improvisada embarcación en la que viajaba junto con sus padres y otros hermanos (también falleció su madre y otro hermano menor), lo que instintivamente removió determinadas conciencias de diversos líderes europeos.

Merkel reaccionó entonces afirmando que habría una política de puertas abiertas, que era gente que huía de una guerra, muy diferente del inmigrante común al que ya estaban acostumbrados, el que viene desde África más por razones de hambre y falta de oportunidades.

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Otra prueba de fuego

Tal parece que la UE va saltando escollo tras escollo y los desafíos no cejan: los retos cimbran sensiblemente la capacidad de diálogo y de entendimiento en un círculo tan amplio, heterogéneo y con intereses divergentes.

De la apertura se ha pasado al cierre temporal de los límites de un puñado de países de Europa del Este, por donde siguen llegando miles de sirios. Solo Croacia anunció que no secundará a los demás y permitirá el trasiego.

La vicecancillería alemana señaló en tanto que al final del año podría tener un millón de sirios solicitando asilo en su país y que deberían estar preparados para ello.

La sucesión de acontecimientos ha puesto contra las cuerdas toda la capacidad de gestión, así como al bien intencionado pensamiento de ayuda al prójimo: el buenismo sicológico y moral del momento queda diluido cuando hay que desplegar no solamente presupuestos extraordinarios en arcas no siempre abultadas sino también redes de logística, atención sanitaria, reubicación, control, acogimiento e integración.

Diluido el efecto Aylan, la suspensión temporal de la libre movilidad de las personas es algo inusual desde que el Acuerdo de Schengen entró en vigor en 1995.

¿Es un paro técnico, momentáneo, en lo que se organiza en su seno la UE para dar ayuda humanitaria a los sirios y hacerlos ciudadanos europeos? ¿O un frenazo definitivo?

Son muchas aristas. Es el cómo, el qué, el por qué, el dónde, el con qué… comenzando con la diferenciación de quién sí es un refugiado y quién no.

Por lo pronto, el primer avance indica que solamente atenderán a sirios que puedan identificarse y mostrar papeles.

Hay un temor interno y no infundado: siendo Europa foco de la inmigración africana, ahora pretenden colarse entre los afectados por la guerra civil tanto afganos como iraquíes y palestinos; muchos sin papeles, dificultando la actuación de los servicios de inteligencia europeos, que ya advierten del enorme riesgo de terroristas con piel de cordero.

También es un problema la distribución del contingente acogido. Para Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, no hay que sobreexagerar la nota de los cupos: “Tan solo hablamos de que se trata del equivalente a 0.11% de la población europea”.

Sin embargo, de los 28 miembros de la UE casi 60% de los países no quiere su pedazo del pastel y la canciller Merkel está forzando a aceptar el reparto en momentos en que Alemania improvisa programas sociales, oficinas de censo y empleo especiales, y hasta escuelas para los sirios dentro de Berlín o Munich.

“Hay que integrarlos rápidamente”, afirma la lideresa germana, ante la protesta de cientos de activistas xenófobos.

Dentro del Parlamento Europeo se están dando intensos debates en pro de un ansiado consenso para que todos acepten de facto su cuota de personas y lo hagan rápidamente.

El jueves 17 de septiembre, en una acalorada sesión, se acordó acelerar el reacomodo de 40 mil de los 120 mil refugiados que ya fueron acogidos hace unas semanas atrás.

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En palabras de Martin Schulz, presidente del Parlamento Europeo, “estamos ante una prueba histórica. Cientos de miles vienen buscando protección de la guerra y la persecución. La respuesta correcta a este reto global no son muros disuasorios, egoísmo nacional o medidas nacionales, sino una política común de asilo y refugio”, afirma.

Es pura desesperación, subraya, lo que ha llevado a familias con niños pequeños a cruzar el Mediterráneo en balsas, acampar en estaciones, cruzar alambres de espinos o esconderse en camiones refrigerados.

La pregunta a la que Europa debe responder, según Schulz, es si quiere ser una Unión en la que prime la ley del más fuerte o la solidaridad.

Para el eurodiputado Esteban González Pons, en tanto, España se convierte en un ejemplo porque a pesar de contar con más de cuatro millones de desempleados “aceptará sin reservas la propuesta de reubicación de demandantes de asilo de la Comisión”.

Una voz más crítica, como la del eurodiputado Guy Verhofstadt, manifiesta su molestia frente al curso de las decisiones: “El meollo del problema es la falta de voluntad política y de unidad”.

Pero donde unos ven una oportunidad para revitalizar una vieja Europa sin casi natalidad y con una pirámide poblacional longeva, que ensancha precisamente en el basamento de los 60 a los 90 años como promedio, otros rechazan la solidaridad.

“No debemos permitir que los dirigentes de los gobiernos emprendan políticas nacionalistas y de mentalidad estrecha o la Unión Europea será destruida”, son palabras del eurodiputado Gabriele Zimmer.

En contraposición, Nigel Farage opina que Juncker está equivocado: “La mayoría de las personas que vienen son emigrantes económicos. Además, hay pruebas de que el grupo Estado Islámico está usando esta vía para que sus yihadistas entren en suelo europeo”.

En tanto, el eurodiputado Florian Philippot deplora que Europa no haya presionado lo suficiente a los Estados del Golfo para que acepten refugiados.

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Asilo complejo

En efecto, en las últimas semanas creció la queja sobre el hecho de que otros países musulmanes no reciben a los sirios, teniendo en cuenta que son más afines en cuanto al Islam.

La raíz más oscura desvela un filo de navajas entre sunies, chies y salafistas; de allí la complejidad de la reubicación geográfica de los sirios en otros Estados árabes.

La ACNUR puntualiza que solo Líbano acogió ya en 2014 a más de un millón de sirios, lo que significa una gran presión sobre los recursos e infraestructura del país.

Jordania aloja el que ya es el segundo mayor campo de refugiados del mundo, Za’atari, con más de 100 mil sirios que han huido de la guerra.

Esa maraña es lo que más asusta ante cualquier política en común de asilo de emergencia que adopten los 28 de la UE, porque la incertidumbre deriva de la temporalidad del conflicto.

El propio Parlamento Europeo sabe que esto no será nada sencillo de congeniar, ni de gestionar, al tiempo que intenta respetar y salvaguardar los derechos humanos de los afectados.

Un primer paso ha sido la formación de un mecanismo de emergencia temporal presentado por el parlamento con el objetivo de aliviar la significativa presión sobre Italia y Grecia. “Los demandantes no tienen derecho a elegir el país de reubicación, pero sus necesidades, preferencias y calificación deberán ser tomadas en cuenta en la medida de lo posible”.

Los Estados miembros que participen en el mecanismo de reubicación recibirán una cantidad fija de seis mil euros por persona trasladada; en estimaciones, se anticipa que las arcas eurocomunitarias tendrán un gasto extraordinario de 780 millones de euros.

Pero esta cantidad puede quedarse muy por debajo de las necesidades reales. Por ejemplo, Turquía ha gastado seis mil millones de dólares en asistencia directa a los refugiados y hace unas semanas emitió un decreto que da acceso a los sirios al mercado de trabajo.

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Solidaridad española

Jorge Fernández Díaz, ministro del Interior, reconoce que España tiene atoradas 35 mil solicitudes de asilo de sirios que desean rehacer su vida en el nirvana ibérico.

Todavía falta la llegada del cupo que les corresponde: los 14 mil 931, pero no hay fecha precisa porque los únicos que lo han aceptado a rajatabla son Francia, Alemania y España; no los demás.

Para Estrella Galán, secretaria general de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR), España también se ha convertido en un país donde estas personas buscan una oportunidad para rehacer sus vidas y, sobre todo, donde conservarlas.

“Desde que el conflicto estalló, casi un millar de sirios han solicitado protección internacional en nuestro país, de los cuales nosotros directamente hemos atendido a 500”, explica.

No obstante, lograr el asilo en el país ibérico no es fácil. Y Galán hace énfasis en ello: “Estamos pidiendo que las autoridades españolas eliminen el requisito obligatorio de solicitar y obtener un visado de tránsito, como una forma de demostrar el genuino compromiso de nuestro país con los refugiados sirios”.

Y es que el proceso para ser acogido definitivamente puede demorar hasta 18 meses y en todo ese tiempo la persona no puede trabajar, no tiene permiso para hacerlo y ello le subsume a subsistir de la caridad y de los donativos de las organizaciones sociales, civiles y No Gubernamentales.

Pero el respeto no se pide únicamente para atender los casos que ya están, sino los que permanecen atrapados en trampas burocráticas y rechazos jactanciosos.

Está el caso de Melilla, por ejemplo: “Las autoridades españolas no solo han cerrado la frontera a personas que buscan protección internacional, sino que les ha denegado el acceso al procedimiento de asilo”, indica.

Respecto de la posición dubitativa de la UE, primero de política de puertas abiertas y luego el cierre temporal, la representante remarca que esto decepciona tanto a los refugiados como a la ciudadanía. “Los refugiados no pueden esperar más retrasos ni más prórrogas. Y los Estados a los que llegan necesitan ahora la responsabilidad y cumplimiento de acuerdos internacionales del resto de la UE”, denuncia.

Nuevamente, como casi siempre sucede ante lo inusitado que toma por sorpresa tanto a gobiernos como instituciones, es la solidaridad y la organización civil lo que está canalizando ayuda en forma de comida, casas de campaña, ropa y medicamentos para un enorme contingente humano ubicado en el limbo de la incertidumbre.

Un centenar de ONG en toda Europa ha lanzado la Europe Act Now, una campaña para exigir a los gobiernos y las instituciones de la Unión Europea a realizar un esfuerzo conjunto para proteger a las personas que huyen del conflicto armado y que se solidaricen así con los países vecinos de Siria.

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En este sentido, las entidades han escrito una carta al presidente Mariano Rajoy para solicitar la implementación de un rosario de medidas, tanto en España como en el resto de países europeos, para garantizar:

1. Un acceso rápido y efectivo a los procedimientos de asilo.

2. Ampliar los cupos de reasentamiento y admisión humanitaria.

3. Respetar el principio de no devolución en fronteras terrestres, marítimas o aéreas.

4. Mantener la suspensión de todas las devoluciones a Siria y países vecinos.

5. Garantizar la protección a través de las embajadas.

6. Facilitar la reunificación familiar.

7. Garantizar el apoyo técnico y financiero de los países del entorno.

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Hasta el momento el gobierno de Rajoy no se ha manifestado al respecto y está a la espera de recibir el cupo humano aceptado. Desde la alcaldía de Madrid, la titular Manuela Carmena ha ordenado poner una manta en la cara visible del Ayuntamiento que reza Refugees welcome.

A diferencia de otras ciudades europeas, ningún español ha salido a la calle con pancartas a marchar como eco de solidaridad con los refugiados. Lo que sí han hecho, de acuerdo con el CEAR, es aportar dinero en las ONG que en las últimas tres semanas han incrementado exponencialmente.

Nadie sabe a ciencia cierta cómo terminará esta pesadilla, los efectos que traerá al interior del mapa europeo, ni si funcionará la integración. Muchos quisieran que culminara más bien en sueños de color rosa y que la bienvenida fuera realmente sincera y no voluntariosa ni voluble.

Ellos aplauden, sin duda el que se haya proporcionado trabajo a Son Osama Abdul Mohsen, el entrenador sirio de primera división que fue zancadillado por una reportera húngara mientras corría con su pequeño hijo en brazos para evitar ser detenido por las fuerzas de seguridad.

La Escuela Oficial de Entrenadores de Futbol y Futbol Sala de Getafe le ha contratado para que forme parte de la plantilla y se espera que en unos días más sea trasladado a España para recomenzar su vida.

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