El plan de Putin para Siria

Rusia es el principal proveedor de armas a Siria y las inversiones rusas en territorio sirio alcanzan los 20 mil millones de dólares.

Lucy Bravo
Columnas
Rusia y Siria
Foto: AP

No es un secreto que Rusia ha sido un firme aliado del presidente sirio, Bashar el-Assad, desde el comienzo de la insurrección en ese país en marzo de 2011: no solo al proporcionar armas al régimen de Damasco para combatir a los rebeldes, sino también al otorgarle protección política en el Consejo de Seguridad de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Pero hoy está claro que la participación de Rusia en la guerra civil siria está a punto de cambiar. La pregunta es por qué y bajo qué términos.

Las respuestas van desde factores de estrategia militar y diplomacia internacional, hasta de política interna de Rusia.

Sin embargo, el plan para Siria del presidente ruso, Vladimir Putin, es mucho más complejo de lo que parece.

En el momento más álgido de la crisis de refugiados que azota a la Unión Europea desde hace varios meses, el Kremlin había permanecido callado, mientras sigue aumentando su presencia militar en Siria. Pero en un inesperado golpe de timón, Putin anunció su disposición a sostener conversaciones militares con Estados Unidos para luchar contra el grupo Estado Islámico (EI).

Más allá de que la cooperación a cualquier nivel entre estos dos países implique diversos dilemas fundamentales por sus visiones políticas radicalmente opuestas, la realidad es que no habrá paz en Siria sin Rusia. Y Occidente lo sabe.

En este contexto, se espera que en el marco de la Asamblea General de la ONU Putin promueva una coalición internacional contra el EI, a pesar de que ya existe una estrategia liderada por EU. Aunque el Pentágono admitió recientemente que su programa de 500 millones de dólares para entrenar a las fuerzas moderadas de la oposición siria para luchar en contra del EI ha sido un fracaso, ya que solo existen cuatro o cinco de estos elementos entrenados en el campo de batalla.

Concesiones

A simple vista, el líder ruso busca convencer al mundo de que su país es indispensable en la lucha contra este grupo radical, pero lo que persigue en realidad es poner fin a su aislamiento internacional tras la anexión de Crimea y las fricciones desatadas por las diferencias con Occidente sobre Ucrania; la paz y estabilización en Siria no son su prioridad.

Putin nunca ha sido tímido en expresar su apoyo al mantenimiento del régimen de El-Assad, ya que ha sido el aliado más cercano de Moscú en el mundo árabe por más de 40 años. Siria representa el bastión ruso más importante en Oriente Medio por su posición estratégica entre el Mediterráneo, Israel, Líbano, Turquía, Jordania e Irak. Mucho antes del levantamiento sirio, Rusia ya se había consolidado como el principal proveedor de armas a Siria. Incluso se estima que las inversiones rusas en territorio sirio alcanzan los 20 mil millones de dólares.

A su vez, el apoyo a El-Assad encaja dentro de los planes de Putin para restablecer a Rusia como una potencia opositora a Occidente e impulsar sus niveles de aprobación internos. Basta con recordar que tras la anexión de Crimen, en 2014, sus índices de aprobación se dispararon de su punto más bajo (62%) a más de 80 por ciento.

La realidad es que el Estado Islámico no puede ser confrontado con eficacia sin que se alcance un punto en común. Rusia debe aceptar que El-Assad tiene que irse y EU debe asumir que un gobierno de transición incluirá a integrantes de la oposición, pero también a algunos elementos del régimen de El-Assad que otorguen confianza a los intereses del Kremlin.

De tal forma que el plan de Putin para Siria no puede trazarse sin invitar a Occidente a la mesa.