Por: Federico González
¿Reñista u obituarista?, se pregunta el escribiente. El adiós a poetas, agentes y científicos, notables de las últimas semanas le ha cortado la respiración en más de una ocasión. La sensación se repite la mañana del sábado 26 de septiembre, cuando se entera de la muerte del poeta tapatío Hugo Gutiérrez Vega (1934-2015).
“De nuevo llegas a mi casa./ Conoces el camino/ y sabes que mis cosas/ se han amoldado a ti./ En el espejo/ queda tu reflejo”, dicen los versos de Diario de tu cuerpo III. Versos acaramelados, sí; cursis, quizá, es cuestión de gustos. Lo que no podemos escatimar es su sencillez, la vocación por una poesía clara y transparente, capaz de llegar a la gente.
El escritor falleció a los 81 años en la Ciudad de México. Si bien fue abogado, diplomático, dramaturgo y periodista, su oficio poético, constituye su mejor legado. Habría que decir que gracias a su desempeño en el servicio exterior, explotó su creatividad. A Gutiérrez Vega le tocó una época donde las embajadas eran habitadas por artistas e intelectuales.
“La poesía es música, aún la prosa poética aparentemente más árida es canto. Es difícil entender cómo las personas pueden vivir sin poesía, ya que la considero un artículo de primera necesidad, que ilumina y ayuda no solo a vivir sino también a morir”, dijo alguna vez.
Obra
Lo mejor de sus textos periodísticos se reúne en los dos tomos de Bazar de asombros. Fue además director del suplemento La Jornada semanal, probablemente en su época más floja y alejada de los notables días en que la encabezó Roger Bartra, primero, y después Juan Villoro.
Acuñó como norma la frase Voy a ser aprendiz de todo y maestro de nada. Modestia aparte, Gutiérrez Vega fue para muchos de quienes lo conocieron una fuente de conocimiento y generosidad.
El tiempo, implacable siempre, le hizo justicia. Entre sus reconocimientos destacan: Premio Nacional de Ciencias y Artes 2013 en el campo de lingüística y literatura; Premio de Letras (1994); Nacional de Periodismo en Difusión Cultural (1999); Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde (2001); Xavier Villaurrutia (2002); Medalla de Oro de Bellas Artes (2004) y Nacional de Poesía Aguascalientes (1975).
Entre sus libros destacan: Buscado amor (1965); Desde Inglaterra (1971); Resistencia de particulares y Samarcanda y otros poemas (1972); Cuando el placer termine; Cantos de Plascencia (1977); Poemas para el perro de la carnicería y algunos homenajes (1979); Meridiano 8-0 (1982); Cantos de Tomelloso y otros poemas (1984); Georgetown blues y otros poemas (1985) y Por favor su currículum (1986).
