El arte es un juego y tiene sus reglas

El arte es un juego que, como muchos, requiere un trabajo. Se necesita entrenar, estar fuerte y saber muchas cosas.

Hector González
Todo menos politica
Hugo Hiriart
Foto: Cuartoscuro

En el arte de divagar, Hugo Hiriart (Ciudad de México, 1942) es un maestro. Brinca de un tema a otro, pero sin sacrificar un ápice de lucidez ni de coherencia. Es así cuando habla y también cuando escribe. Lo mismo publica una novela, que un ensayo o una pieza de teatro.

Platicar con él es emprender un diálogo que solo Dios sabe dónde terminará. A mediados de noviembre, en el marco de la XIV Feria del Libro de Los Mochis, recibió el Premio Letras de Sinaloa, reconocimiento que han obtenido también Vicente Leñero, Emmanuel Carballo, Federico Campbell, Miguel León-Portilla y Jaime Labastida.

Por esas fechas presentó además El juego del arte (Tusquets), un volumen que compila ensayos sobre temas diversos.

“El arte es un juego que, como muchos, requiere un trabajo”, dice a Vértigo el escritor: “Se necesita entrenar, estar fuerte y saber muchas cosas”.

Hiriart apela al estudio y a la preparación del espectador. “El arte no es una diversión gratuita pero, ¿qué es gratis en esta vida?”, cuestiona.

Admite que si bien la gente quiere apreciar el arte y tiene la vehemencia para ir a un museo, también hay que esforzarse por tratar de entender el contenido.

“Una vez quise ir al Museo del Prado con un amigo para ver las pinturas negras de Goya. Mi cuate se negó a acompañarme, porque pensaba que el arte era una variante del turismo más pedestre y que una pintura se ve solo una vez. Nada más erróneo: una pintura nunca se termina de ver”.

Ejemplos en este sentido abundan. Hiriart se remite a las exposiciones sobre Miguel Ángel y Leonardo, que recientemente fueron alojadas en el Museo del Palacio de Bellas Artes. “En realidad creo que la mayoría de la gente quería ir a ver las piezas solo para decir que estuvo ahí”.

Su explicación discurre hacia el arte contemporáneo, uno de los primeros temas que aborda en el libro. Advierte que en nuestros días es poco comprendido, porque en la actualidad existen escasos elementos para su entendimiento.

“Esto se debe a que no tenemos una tradición que permita al visitante de galerías o museos apoyarse y comparar las distintas propuestas, por eso a mucha gente no le gusta”.

Hiriart asevera que ver una instalación sin algún tipo de información previa equivale a poner a un neófito a ver un juego de futbol americano o una partida de golf.

“Si alguien que nunca ha visto un cuadro se para delante de un lienzo de Pollock, solo verá manchas. El juego del arte lo deben aprender tanto el que lo hace como el que lo aprecia. Tiene reglas como cualquier deporte y estas incluyen la curiosidad y la paciencia. Una vez que las dominan, se puede hacer una práctica divertida”.
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Avanzar sobre lo hecho

A través de la plastilina Hugo Hiriart tuvo contacto con la plástica. Siguieron los libros de arte y las visitas a los museos. Si en algún momento le interesó el futbol, hoy es un desentendido. “No soporto los deportes competitivos”, admite.

Vive dedicado al arte en cualquiera de sus manifestaciones. Gusta de la música clásica y la literatura, aunque critica la falta de originalidad y el academicismo. “El peor defecto de la humanidad es el burócrata obediente”.

Así, cuestiona la repetición y la enorme cantidad de libros que no aportan nada y dicen lo mismo. “El mayor reto es sacudirse los convencionalismos y alejarse de las costumbres. Es terrible cuando un escritor piensa que porque lo dice él, es diferente al resto”.

Hiriart asegura en este sentido que la mayoría de las novelas que se escriben en la actualidad son variantes de la sicología francesa del siglo XIX. “Cuando un joven escritor empieza una novela y se imagina la ruptura con su novia, cree estar haciendo algo personal y verosímil, cuando en realidad está repitiendo un esquema ya probado. El problema es que él no lo sabe y en verdad piensa que está haciendo algo novedoso y fresco”.

El autor de Galaor y Cómo leer y escribir poesía concluye que el reto del arte es avanzar sobre lo ya hecho y aunque es cierto que todo artista tiene influencias y empieza copiando a otro, debe saber cuándo es el momento de tomar un camino que le permita crear algo distinto. “En la literatura, como en el arte, 99% de lo que se escribe no servirá para nada o se irá a un agujero negro del que no saldrá. Por eso la mayoría de las obras no pasan de ser intentos frustrados”.

De ahí que su intención con este conjunto de ensayos es promover la creatividad, la inventiva y la tradición. “Yo llamo arte al trabajo humano que inventa modificando la tradición heredada y cuyo aprecio se sustenta en un gusto estético”, finaliza.