Crece la tensión

Es imprescindible que las grandes potencias occidentales moderen las decisiones de sus aliados. Está el terreno como yesca. 

Juan Gabriel Valencia
Columnas
Crece la tensión
Foto: NTX

La emergencia internacional no ha terminado. Desde algunos ángulos incluso podría estarse complicando y no está claro que los países occidentales sean capaces o tengan la voluntad política de alinear sus prioridades en cuanto a tiempos y conflictos.

El presidente de Francia realiza un esfuerzo diplomático sin precedente en la época moderna para formar ante el grupo Estado Islámico un frente con Reino Unido, cuyo primer ministro estuvo esta semana que termina en París; con el presidente de Estados Unidos, con quien François Hollande se reunió en Washington; con la presidenta de Alemania, con la cual conversó en París; inmediatamente después viajó a Moscú y luego a China.

De lograr la consolidación de ese frente militar y político con los cinco integrantes permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, más Alemania, el presidente francés estaría consiguiendo el mandato pleno de las Naciones Unidas, por primera vez en el siglo XXI, para entablar un conflicto armado.

Es un esfuerzo de consenso notable, pero que los pequeños y grandes aliados pueden abortar: a principios de la semana un aliado de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), la alianza militar de Occidente, derribó a un cazabombardero ruso que sobrevoló por menos de un minuto el espacio aéreo de Turquía. Es irrelevante si es cierta o no la versión turca de que la aeronave rusa fue advertida. Subráyese: fue menos de un minuto y la violación al espacio aéreo turco fue de menos de cuatro kilómetros de profundidad.

Estados Unidos sabe muy bien que extirpar al Estado Islámico (EI) en Siria e Irak y destruir sus centros de planeación y mando implica desplegar tropas de tierra. Los márgenes de respaldo público a semejante decisión son muy limitados en lo que a EU, y también a Reino Unido, se refiere. La alianza contra el EI requiere de tropas rusas y los márgenes de decisión de Vladimir Putin. ¿De qué estamos entonces hablando? ¿De enfrentar al EI como la mayor amenaza occidental hoy por hoy o contener la zona de influencia de Rusia? En este momento ambos objetivos son excluyentes. Y los norteamericanos y los turcos deberían saberlo. No está claro, además, si el gobierno turco ha sido omiso y negligente con el abastecimiento del Estado Islámico a través de su frontera con Siria en zonas ocupadas de facto por el EI.

Prioridades

La amenaza no ha desaparecido. Simplemente ábrase la página en internet de Al Hayat, centro de medios del grupo terrorista. En un video de cuatro minutos 13 segundos, de producción de alta calidad, la organización yihadista le declara la guerra a 60 naciones que considera integran su coalición enemiga. Por cierto, incluye a México.

En las conversaciones diplomáticas sostenidas recientemente en Viena, Rusia ha sido muy precisa: solucionar el conflicto armado enfrentando a la organización terrorista y después buscar una solución política para el gobierno sirio de Bashar al-Assad. Los norteamericanos parecen no estar de acuerdo con la solución política, pero mientras se mantenga ese diferendo se postergará la concreción de la alianza militar contra el EI y subsistirá el peligro de nuevos ataques, tanto en Europa como en África.

Estados Unidos se mantiene en su posición —y más en año electoral— de derrocar dictaduras con el apoyo de algunos árabes aliados. Aprendices de hechiceros. Ya les pasó con los talibanes a los que apoyaron durante la invasión soviética. Derrocaron a Saddam Hussein y destruyeron a Irak. Mataron a Muammar Khadafi en Libia y el país quedó desecho. Lo mismo hicieron con Hosni Mubárak en Egipto y, tras un efímero gobierno civil, Occidente respaldó un golpe de Estado.

Es hora de alinear prioridades.