Mis años en Elektra

La impredecible vida de Hugo Salinas Price.  

Hector González
Todo menos politica
Hugo Salinas Price
Foto: Cuartoscuro

“Ha sido una vida interesante y llena de eventos”, apunta don Hugo Salinas Price. En 2000 el reconocido empresario hizo un primer corte de caja y publicó Mis años en Elektra. En poco tiempo el libro se agotó y apenas el pasado 27 de febrero, en el marco de las actividades de la Feria Internacional del Palacio de Minería, se presentó la reedición del volumen publicado por Círculo Editorial Azteca y Editorial Porrúa.

Economista con vocación humanista y lector pertinaz, Salinas Price rompe con los moldes: “Las autobiografías siempre son autodefensas. Aquí uno encuentra lo contrario. Incluso don Hugo se cuestiona a sí mismo”, advierte su presentador, Sergio Sarmiento.


A través de la mirada de don Hugo Salinas Price leemos la historia de un joven con inquietudes y vocación para los negocios; la experiencia de un adulto arriesgado y visionario a la hora de tomar decisiones; así como la perspectiva de un hombre maduro que sabe cuándo es tiempo de pasar la estafeta a su hijo, Ricardo B. Salinas Pliego.

salinasprice.jpeg

Los primeros años

Don Hugo Salinas Price empieza a trabajar a los 17 años. A invitación de su padre, Hugo Salinas Rocha, ingresa a la empresa Radio Técnica, misma que en 1950 se transformaría en Elektra. El entonces joven cobraba un sueldo de 100 pesos semanales.

El negocio exige tiempo completo y se ve obligado a dejar la escuela; tendrá que aprender sobre la marcha. Su misión es una: salvar el negocio en tiempo récord. “La empresa sobrevivió porque Dios es grande y porque existía el proteccionismo económico, que sopesaba mi abismal ineptitud. También porque la paciencia, el aguante y la bondad del mexicano son enormes”, escribe.

Su testimonio es una lección para el interesado en el tema de los negocios. “Quizá la mejor protección contra el miedo es la ignorancia del peligro y mi ignorancia era enorme”, apunta refiriéndose a los empresarios.

Por aquella época, concretamente el 15 de septiembre de 1950, se encuentra por primera vez con una chica que llama su atención, Esther Pliego, quien posteriormente se convierte en su inseparable compañera.

“Yo tomé algo que me dieron, una masa digamos de barro, y le fui dando forma según pude”, menciona Hugo Salinas Price acerca de sus inicios en Elektra.

Sergio Sarmiento recupera y cita una de las cartas que el joven escribió a Esther Pliego en 1953: “La fábrica está en crisis y de no remediarse pronto será la ruina”.

En medio de la vorágine, el poco tiempo libre lo dedica a leer en la Biblioteca Benjamín Franklin y a remar en Xochimilco.

Ante la adversidad toma una de sus primeras decisiones arriesgadas: a propuesta del ingeniero De la Peña comienza a fabricar televisores. “El público tenía tremendas ansias de ver televisión”, dice y añade: “Elektra produjo los primeros televisores que se vendieron en México… La televisión nos salvó”.

Sarmiento explica que Mis años en Elektra es “un libro sobre muchas cosas, es una vida personal y también la historia de Elektra, una empresa que nace de la nada”.

elektra.jpg
Isaac Esquivel
CIUDAD DE MÉXICO, 28FEBRERO2016.- El empresario Hugo Salinas Price presentó su autobiografía “Mis años con Elektra” en la FIL de Minería. FOTO: ISAAC ESQUIVEL /CUARTOSCURO.COM

Contra viento y marea

A salto de mata entre su testimonio como hombre de negocios y el relato íntimo, el escritor recurre al oficio literario para contar su boda con Esther Pliego y la prolongada luna de miel que los llevó a recorrer Europa por seis meses. A su vuelta la pareja no trae un solo peso y es necesario recurrir a la abuela para tomar el taxi que los lleva a casa.

Un primer revés para Elektra llega en 1954. En plena Semana Santa el peso se devalúa y de 8.65 por dólar pasa a 12.50. Don Hugo descubre que para sacar adelante a Elektra es necesario empezar a vender directamente al público, además de la venta al mayoreo.

Se instalan pequeñas salas de exhibición y la empresa sale a flote. Sin quitar el dedo del renglón continúa por ese camino y en 1957 inaugura la primera tienda Elektra en la Calle Allende, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Con un poco de estabilidad se cuestiona sobre la posibilidad de aportar algo a la sociedad. Su conclusión es que no hay mejor labor social que crear una compañía sólida, en constante crecimiento y cuya derrama de sueldos ayude a muchas familias a ganarse el sustento. “La mejor ayuda no es regalarle el pescado a una persona, sino enseñarle a pescar”.

A finales de 1960 ya Elektra cuenta con seis tiendas: cuatro en el DF, una en Puebla y una más en Guadalajara. Todo parece ir viento en popa… cuando viene un nuevo traspié: en 1961 Hugo Salinas Rocha deja la dirección de Salinas y Rocha; la tienda deja entonces de comprar productos a Elektra y esta pierde 20% de sus ingresos.

Acostumbrado a ir contra corriente, Salinas Price responde una vez más con ingenio. Cambia el giro de sus productos y fabrica artículos de la mayor calidad. Acude al crédito y Bank of America le hace un préstamo. Argumenta que entonces era casi imposible conseguir financiamiento en pesos porque se discriminaba al banco.

Visión

Sin más armadura que la experiencia y el estudio, libro determinante fue Teoría del dinero y el crédito, de Ludwig von Mises: entendió que los principios económicos son permanentes y que las consecuencias de las malas políticas son los malos resultados financieros.

El interés en la política monetaria crece. Apoya a don Agustín Navarro Vázquez en el Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales. Salinas Price descubre la importancia de dotar al público de una moneda de valor intrínseco para crear una estabilidad económica a nivel nacional.

Predice las devaluaciones de la moneda mexicana; comprende que la de 1976 será apenas la primera de muchas; en 1980 contrata a su hijo Ricardo Salinas Pliego.

Una vez más se anticipa a los tiempos y en días donde otros suben deuda él empieza a bajarla. En medio de la tormenta económica de 1986 y ante la debacle financiera toma una de las decisiones más difíciles de su vida como empresario: declara la suspensión de pagos.

Hace cuentas con los acreedores y prefiere seguir trabajando antes que cerrar. Se limita a pagar a sus proveedores en efectivo hasta que pase la crisis.

Usa la emergente computación para detectar sus productos más rentables. Con la información en la mano emprende una revolución de precios para vender barato. Cambia la forma de fabricar e importa productos electrónicos.

La nueva expansión de Elektra fue muy criticada porque fue posible gracias a que mantuvo una reserva de capital fuera del país y en una moneda fuerte; pero sin esta previsión no habría sido posible atender a la demanda de miles de familias.

La historia de Hugo Salinas Price se sigue escribiendo día a día, como también la de Elektra: “Nunca me imaginé hasta dónde podíamos llegar. Debo darle el crédito a mi hijo Ricardo, cuya capacidad de trabajo y de asimilar información es excepcional. Ha sido un excelente empresario y qué bien hice en esa decisión que tomé en un momento dado de decir: ‘Basta, ya aquí se acabó, cancelen mis poderes, cancelen mis firmas en las cuentas de cheques, aquí se queda Ricardo para manejar el negocio y tan tan’. Y así fue”, recuerda Salinas Price en su calidad de presidente honorario de la empresa.

Hoy Elektra cuenta con mil nueve tiendas en México, Guatemala, Perú, Honduras, Panamá y El Salvador; y a pesar de su éxito don Hugo Salinas Price no deja de ser sencillo y humilde; además siempre tiene un consejo para quienes sueñan con formar una compañía: “Rodearse de buena gente y poder inspirarlos a que pongan lo mejor que pueden para que salga adelante el negocio; es muy importante la relación humana y que los colaboradores sientan que su jefe merece su apoyo. El problema que tenemos en el mundo de hoy es que a la economía se le considera una ciencia con un rango semejante a la física o la química. No es así, porque el factor humano no se cuantifica”.