Del reality a la realidad

Cuando se trata de desprestigiar una contienda de esa magnitud, Trump ha roto todos los récords. 

Lucy Bravo
Columnas
Hillary Clinton
Foto: AP

Cuando Hillary Clinton se enfrente a Donald Trump en el primer debate presidencial este 26 de septiembre decenas de millones de personas verán un choque de estilos que definirá la recta final hacia la Casa Blanca.

Ha pasado un año y tres meses desde que el republicano bajó en una escalera eléctrica para anunciar su candidatura a la Presidencia de Estados Unidos y desde entonces no ha dejado de descender. Lo que muchos tomaron como un chiste que no duraría ni unas semanas, se convirtió en uno de los fenómenos más dramáticos, volátiles e impredecibles en la historia de las elecciones presidenciales de EU.

Cuando se trata de desprestigiar una contienda de esa magnitud, Trump ha roto todos los récords. A unas semanas del primer debate, Trump insinuó que los poseedores de armas podían “detener” a Hillary Clinton; aseveró que Barack Obama era el fundador del autodenominado Estado Islámico; y provocó un incidente diplomático sin precedente con el gobierno de México. Pero en plena caída libre del republicano en las encuestas, Clinton se desvaneció víctima de neumonía y una nueva ola de ataques terroristas en EU redujo dramáticamente la amplia ventaja que separaba a la demócrata de Trump.

Ahora el magnate se jacta de estar a la cabeza en estados clave como Florida, Nevada y Ohio, y los mercados ya lo resienten, por lo que este debate es la oportunidad perfecta para cambiar la narrativa.

Por primera vez el extremo contraste que caracteriza a los candidatos se mostrará a todas luces y durante 90 minutos el protagonista del reality show El aprendiz se enfrentará cara a cara con la ex primera dama, ex senadora y ex secretaria de Estado.

Escenarios

Existe gran expectativa ante las estrategias que adoptarán los candidatos. Algunos consideran que Clinton podría salir victoriosa siempre y cuando no caiga presa de las provocaciones de Trump, que muy probablemente giren en torno de las infidelidades de su esposo, sus correos personales y su salud. La demócrata también se enfrenta al enorme reto de atacar las inocultables debilidades del candidato republicano, como su temperamento, falta de conocimientos, acusaciones de fraude y discursos de odio, sin caer en la retórica incendiaria que lo rodea.

Pero descalificarlo no será suficiente. Clinton tendrá que separarse de la dinámica que ha dominado su campaña y marcar el paso del diálogo. Ella tendrá que guiar a su oponente a sus áreas de expertise donde podrá exhibir las amplias deficiencias del republicano. Trump se ha vuelto muy hábil en desviar la atención de cualquier detalle sobre sus grandes posturas, pero el debate uno a uno lo hace vulnerable a ser acorralado.

De Trump podemos esperar un discurso simple y más moderado en los temas sensibles a las minorías. A su vez, la estrategia del republicano ha sido la dominación y la humillación. Desde su “little Marco” al referirse a su antiguo contricante, el senador Marco Rubio, hasta el “crooked Hillary” que utiliza para la candidata demócrata, Trump aplicará el mismo ritual de humillación que lo colocó como la figura dominante en los once debates de las primarias republicanas.

En una elección tan cerrada, Clinton tendrá que derrotar a Trump en el primer debate. De lo contrario el republicano pasará a ser más presidencial, aumentado sus posibilidades de llegar a la Casa Blanca.

En un inicio una Presidencia Trump se sentía tan inimaginable como el Brexit en Inglaterra, pero esta campaña electoral nos ha demostrado que del reality a la realidad hay un pequeño paso. Y este debate no será la excepción.