Algunos escenarios de la inversión en defensa

Del total de recursos destinados a la defensa al menos 70% debe ser gasto operativo

Javier Oliva Posada
Columnas
Inversión defensa
Foto: NATO

En la anterior entrega hablamos respecto de cómo pueden interpretarse los sustanciales incrementos a algunos de los presupuestos dedicados a la defensa en las principales potencias mundiales, lo que a su vez debe llevarnos a distinguir que una cosa es el incremento regular que observa dicho sector y otra es cuando ese incremento indica la preparación de alguna o varias acciones de disuasión y, llegado el caso, de confrontación.

Por ejemplo, el anuncio de que la República Popular de China aumentará para 2017 su presupuesto del sector defensa en 7% (149 mil 600 millones de dólares), si bien es un incremento significativo no lo es en cuanto al porcentaje respecto del Producto Interno Bruto: 1.3%. Dicho porcentaje, queda abajo de 2% que los estudios internacionales promedian para que unas Fuerzas Armadas queden en buenas condiciones operativas.

Más aún: del total del gasto destinado a la defensa un mínimo de 70% debe destinarse a equipo, investigación, adiestramiento, educación y salud; es decir, gasto operativo.

En México, en un serio contraste, el gasto operativo llega a ser de solo 5% y el resto es gasto corriente.

Los criterios internacionales los acuerdan organismos especializados en el estudio de Fuerzas Armadas y conflictos armados de todo tipo. Por ejemplo, promedian el número de soldados por kilómetro cuadrado y/o por cada 100 mil habitantes; y allí nos damos cuenta de que México tiene unas Fuerzas Armadas muy por debajo de las necesidades geopolíticas del país.

Agendas

Pero volviendo a los presupuestos, hay un lugar común de muchos opinadores respecto de que gastar menos en defensa hace más democrático a un país. Este artilugio no resiste un análisis serio cuando se observan los beneficios que trae contar con un sector de defensa dinámico y participativo en el desarrollo de la ciencia, la tecnología y la economía.

En directa proporción a la pregunta: ¿qué tipo de Fuerzas Armadas para qué proyecto de nación?, es que puede responderse en función de la precisión de las tareas asignadas a las Fuerzas Armadas y las condiciones de paz necesarias para un país en su inmediato entorno geopolítico.

De allí que las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, en consecuencia con su doctrina militar y agendas de seguridad internacional y nacional, destinan 3.3% del PIB; y este porcentaje aumentará si el Congreso aprueba la petición para elevar en 53 mil millones de dólares para 2017 y rebasar así los 600 mil millones de dólares anuales.

En otros escenarios geopolíticos también se observan notables reactivaciones en cuanto a los presupuestos para la defensa. Un caso notable es el de la Comisión Europea para la Seguridad y la Defensa, estructura hasta hace poco más bien protocolaria que operativa dada la preeminencia de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hasta antes de la llegada del nuevo gobierno de Estados Unidos: la salida del Reino Unido de la Unión Europea, las presiones por la migración irregular y la guerra no declarada entre Ucrania y Rusia, han llevado a darle un sentido más estructurado y ejecutivo a una coordinación entre las Fuerzas Armadas —en un principio de Alemania, Francia, España e Italia— para que atiendan de forma directa la agenda de seguridad regional de los integrantes de la misma UE.

Aunque sea una obviedad, es necesario señalar que México no debe ni puede quedarse al margen de esas dinámicas. Hoy la disyuntiva, como señala John Carlin, es entre las visiones cosmopolitas (Francia, Alemania, España e incluso China) y las localistas (Estados Unidos y Reino Unido).