José Luis Cuevas, el gigante

Su enorme legado es tan efectivo como tangible y su presencia seguirá constante a pesar del enorme dolor que representa su partida

Masha Zepeda
Columnas
JOSE LUIS CUVAS
Foto: Cuartoscuro

Cuando se piensa en este genial dibujante y personaje clave de la vida cultural mexicana inmediatamente se le asocia con la inmortalidad, porque así de grande es la aportación del Gato macho a nuestra escena diaria e intelectualmente hablando es tal su magnitud popular que su nombre y obra son reconocidos ampliamente dejando de lado falsos elitismos.

A pesar de su avanzada edad, 86 años, no es fácil aceptar su partida definitiva, porque el “niño terrible” del arte mexicano, que hizo del diario vivir un constante diálogo con la muerte, la que lo obsesionó y lo llevó a retratarse cada día a lo largo de su longeva existencia, nos enseñó a sentirlo inmortal.

Al reflexionar en Cuevas, el autor de miles de dibujos, grabados, esculturas, pinturas, murales efímeros, textos y hermosísimas cartas, es inevitable recordar su vital y coqueta mirada azul, su voz segura, su gran sentido del humor, su capacidad actoral gracias a sus grandes imitaciones, su profundo conocimiento cinematográfico, su generosidad hacia los jóvenes, su cariño a sus colegas y su interés primordial por que su colección personal y su gran acervo autoral tuvieran una sede permanente y abierta al público gracias al Museo José Luis Cuevas, enclavado en pleno corazón del Centro Histórico de la Ciudad de México y hogar de La giganta, su más lograda escultura monumental.

Admiración y rechazos


Dueño de gran inteligencia y memoria sus charlas eran fascinantes, así como su gran capacidad de imaginación que no tenía límites, porque así de grande era su talento. Cuevas despertó también muchos rechazos (hacia su obra, su personalidad, su vida privada), pero era tal su seguridad y honestidad en su diario andar que la polémica nunca le fue motivo de preocupación y él seguía adelante, creando, viajando y conociendo.

De joven fue valiente y no dudó en cuestionar la posición de su generación ante los escasos caminos que ofrecía la política oficial y que gracias a sus textos publicados por Fernando Benítez abrieron el paso a aquellos jóvenes inquietos y talentosos que no tenían espacio, porque su obra era diferente a la establecida Escuela Mexicana de Pintura y así Manuel Felguérez, Vicente Rojo, Lilia Carrillo, Francisco Toledo y el propio Cuevas, entre muchos otros, pudieron exponer, crear un mercado y legitimar una nueva y definitiva manera de amar y aceptar el arte, convirtiéndose todos en la gloriosa Generación de la Ruptura.

José Luis Cuevas no solo fue un artista único: revolucionó nuestra historia cultural moderna desde la trinchera de la lucidez, el conocimiento y el humor. Su enorme legado es tan efectivo como tangible y su presencia seguirá constante a pesar del enorme dolor que representa su partida.