Agricultura de conservación: cómo enfrentar el hambre

Los líderes en la adopción de este sistema son Brasil, Argentina y Paraguay

Martha Mejía
Todo menos politica
Agricultor
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Expertos aseveran que la agricultura enfrenta problemas tan graves como la degradación del suelo, cambio climático, falta de agua, aumento en el precio de insumos, baja rentabilidad y productividad, lo cual ocasiona el abandono del campo.

Para enfrentar esta problemática, indican, los campesinos deben proteger sus cultivos con técnicas y productos que les permitirán mantener a salvo la cantidad y la calidad de su producción.

Asimismo, deberán garantizar que durante el proceso de siembra se respeten las normas que se apegan al cuidado de los recursos naturales y hasta de su propia salud.

Julio Berdegué, vocero de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), señala que “esta generación tiene la obligación moral” de construir la agricultura que alimentará al mundo en los años venideros, ya que actualmente existen en el mundo más de 800 millones de personas que pasan hambre.


“Nos corresponde hacernos cargo de la degradación de la tierra, la agricultura excesiva, el uso irracional de agua, de pesticidas y de la deforestación, que son prácticas que debemos erradicar”, indicó durante el Séptimo Congreso Mundial de Agricultura de Conservación, que se llevó a cabo del 1 al 4 de agosto en Argentina.

Berdegué añadió que la apuesta de la FAO es ir hacia un desarrollo sostenible para la erradicación de la pobreza y el hambre, con especial atención al cambio climático.

Y en este sentido dice que la agricultura de conservación es una herramienta fundamental.

¿Qué es?

Hoy la agricultura de conservación, con 130 millones de hectáreas, representa a escala mundial 10% de la superficie cultivada. Los líderes mundiales en la adopción de este sistema son Argentina y Paraguay, con 60% de las tierras cultivadas cada uno, y Brasil con 50 por ciento.

En México aún no se tienen datos precisos sobre el territorio que adoptó ya este sistema.

De acuerdo con el Centro Internacional de Mejoramiento de Maíz y Trigo (Cimmyt), nuestro país es el productor número 13 de cultivos agrícolas en el mundo, con casi 27 millones de hectáreas, y cerca de 10% de los mexicanos que trabajan se dedica a la agricultura.

No obstante, el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM señala que el campo mexicano se encuentra en una coyuntura que compromete su producción y su existencia para los años venideros.

“Nosotros nos enfocamos a los estados del centro y sur del país, que es donde vemos más oportunidad para tener un beneficio en la transformación tecnológica del campo, específicamente en Morelos, Puebla, Veracruz, Oaxaca, Guerrero y Chiapas”, dice a Vértigo Javier Valdés, director de Syngenta Agro, empresa que impulsa desde 2010 la agricultura de conservación en México.

Apunta que a la fecha se ha impactado en 800 mil agricultores en el país, asesorados técnicamente para llevar a cabo este método y para el manejo de nuevas tecnologías.

Pedro Mendoza Contreras, ingeniero agrónomo por la Universidad Autónoma de Chapingo y agricultor de la zona de San Bartolo Yuntepec, cerca del valle de Tehuacán en Puebla, explica al respecto en entrevista que la agricultura de conservación es un sistema de producción agrícola que combina la menor perturbación del suelo, dejar el rastrojo —es decir, los restos de la cosecha anterior— sobre la superficie y realizar una rotación eficiente de cultivos. La finalidad de esta técnica es reducir la erosión eólica e hídrica, evitando así la pérdida de suelo fértil.

Indica que los residuos de las cosechas anteriores, al permanecer en la superficie del suelo, gradualmente se descomponen y transforman en materia orgánica. Asimismo, su cobertura evita la compactación y la erosión del suelo al impedir el impacto directo del agua de lluvia o riego; además, el efecto de cobertura disminuye las posibilidades del desarrollo de malezas al bloquear el contacto con la luz solar.

“En México instaurar este sistema con pequeños agricultores es complicado, ya que estos prefieren apegarse a viejas tradiciones, lo traen muy arraigado”, asegura.

Sin embargo, con el sistema tradicional las cosechas son muy pobres: únicamente satisfacen necesidades propias y no permiten producir más para la exportación o venta.

Explica que la agricultura de conservación es todo lo contrario al sistema tradicional, ya que consiste en no remover el suelo, o hacerlo con muy bajo impacto, dejar los restos de la cosecha anterior y rotar el cultivo (maíz, frijol, haba) para evitar que plagas o enfermedades se hagan resistentes.

“Tan solo un ejemplo: con la agricultura tradicional preparar la tierra para la siembra tiene un costo de seis a siete mil pesos por hectárea, mientras que al utilizar la agricultura de conservación se reduce el costo hasta tres mil pesos por hectárea. Además, hemos visto incrementos de rendimiento de hasta 50%: de producir entre tres y cinco toneladas, lo elevamos a diez o doce toneladas; esto es por ciclo de un año”, puntualiza.

Desde hace cuatro que Pedro Mendoza se encarga de difundir esta práctica entre los agricultores de Puebla. Su objetivo es extenderla a otras entidades del país, por lo que para lograrlo se ha sumado a instituciones públicas y privadas, como la Universidad de Chapingo, la Asociación Nacional de Agricultura de Conservación (ANAC), y Syngenta.

“En estas alianzas encontramos muchos objetivos en común. Syngenta, por ejemplo, tiene un plan para la alimentación que, al igual que nosotros, busca un manejo más sustentable de la agricultura para conservar la tierra, promover buenas prácticas agrícolas y cuidar al productor, además de generarle un ingreso extra,” asevera Mendoza.

Al respecto, Javier Valdés añade que estos esfuerzos se suman al Plan para la Alimentación Sostenible (Good Growth Plan), que tiene como finalidad lograr una mayor eficiencia en el campo con las condiciones ambientales, de salud y laborales adecuadas.

Sustentable

Julio Berdegué recalca en tanto que para mantener viva a la agricultura se necesita un nuevo enfoque y probar nuevos métodos, pero reconoce que existen opiniones encontradas al respecto: “Hay una embestida muy grande, sobre todo de la Unión Europea, en contra de las tecnologías que utilizamos. Son políticas que no responden a la ciencia. Nosotros tenemos el compromiso de producir para las demandas básicas de la población y cuidar el ambiente”.

El vocero de la FAO apunta que estas iniciativas empezaron a verse durante la COP 21, “donde pudimos entregar un manifiesto para mostrar a la agricultura de conservación como una solución, porque disminuye las emisiones que calientan la atmósfera y secuestra carbono para mantener los suelos fértiles. Durante mucho tiempo Estados Unidos y Europa volcaron dinero a África sin una estrategia productiva que cambiara la situación. Hoy es momento de voltear hacia América del Sur”, apunta.