CUANDO DESPERTEMOS... CRISIS... AQUÍ

“Las elecciones del próximo año no serán fundacionales”. 

Carlos Ramírez
Columnas
Ilustracio?n
L. Barradas

Si se le pregunta a un ciudadano de a pie por qué hay que votar en las próximas elecciones presidenciales la respuesta puede ser doble: la demagógica de la obligación civil o la real de que porque sí, o la funcional que justifica el voto de repudio. Pero nadie responderá que el voto le permitirá optar por una propuesta que resuelva los problemas de la sobrevivencia cotidiana.

Las ofertas de las opciones partidistas se resumen en variantes de la política: castigar al PRI, la felicidad y la reforma política.

Sin embargo la crisis política mexicana es un reflejo de la crisis económica. Vicente Fox ganó en 2000 porque prometió un PIB de 7% anual promedio y Felipe Calderón recuperó votos al abanderarse como presidente del empleo. Enrique Peña Nieto logró reposicionar al pri con reformas estructurales que aumentarían el bienestar.

Para 2018 las formaciones políticas han definido propuestas: el Frente PAN-PRD-MC el cambio de régimen; Morena la reconstrucción del presidencialismo centralista, y el PRI la estabilidad macroeconómica.

La pasión por el debate ha logrado distorsionar, para beneficio de los partidos, la realidad. López Obrador dice que combatiendo la corrupción el país saldrá milagrosamente de la crisis, el Frente afirma que el nuevo régimen será la solución y el PRI más bien no dice los problemas y se conforma con el efecto sicológico de cambio de presidente para dejar la impresión de que las cosas serán diferentes en la próxima administración.

Todos los problemas nacionales tienen su prioridad y no existe una fórmula mágica para resolverlos de golpe. Pero experiencias pasadas permiten llegar a una especie de nueva jerarquización de prioridades: la gente quiere empleo, bienestar, nivel de vida, y la crisis económica resumida en la tasa de 2.2% pro- medio anual del PIB en el periodo 1983-2018 revela que hay crecimiento positivo pero sin bienestar.

Anquilosamiento

Los problemas de seguridad, corrupción y desigualdad social no se resolverán con mayor PIB, pero de muchas maneras el bienestar derivado del crecimiento económico aumentaría ya no digamos las expectativas sociales sino la autoestima ciudadana.

La clave del bienestar radica en la dinámica modelo de desarrollo-política económica en su ex- presión de economía suma cero: crecer o estabilizar. Sí hubo tiempo en que México logró las dos cosas —PIB de 6% con tasa de inflación de 4% de 1934 a 1970—, pero el populismo distorsionó los equilibrios y el neoliberalismo encontró el camino fácil de centrarse en la inflación y no en el bienestar.

Y aquí estamos: los Criterios generales de política económica de 2018 señalaron que el PIB promedio anual de 2018-2023 será de 3%, aunque con la certeza de las realidades de que México no puede crecer más de 2.5% del PIB sin generar desequilibrios —sobre todo inflación— por los cuellos de botella del sistema productivo anquilosado.

Como el país requiere de la reconstrucción general de su modelo de desarrollo y las expectativas electorales de 2018 hablan de una victoria presidencial con menos de un tercio de los votos, entonces nadie se quiere comprometer con promesas incumplibles de un nuevo modelo de desarrollo.

Así que las elecciones del próximo año no serán fundacionales, a pesar de que Morena y el Frente PAN-PRD-MC lo digan: cuando despertemos del sueño agitado de las elecciones la pesadilla de la crisis seguirá aquí.