OXFAM y la desigualdad

La pobreza es un problema que debe combatirse por razones de dignidad y de salud pública. 

Sergio Sarmiento
Columnas
Ilustracio?n
L. Barradas

Un gran escándalo causa a nivel internacional el hecho de que trabajadores de campo de la organización Oxfam compraron servicios de prostitutas mientras se encontraban en labores de ayuda en Haití. Los cuestionamientos son naturales, sobre todo si se considera que esta organización ha mantenido una actitud moralista en sus programas de apoyo social.

Oxfam se creó en 1942, en plena Segunda Guerra Mundial, con el nombre de Comité de Oxford para el Alivio del Hambre. Formaban parte de él organizaciones cuáqueras, activistas sociales y académicos de la ciudad de Oxford. El primer objetivo era persuadir a las fuerzas aliadas para que permitieran el envío de ayuda alimentaria a la población de Grecia afectada por un bloqueo militar.

Después de la guerra la organización, que en 1965 adoptó su acrónimo telegráfico Oxfam como nombre oficial, se dedicó a labores caritativas diversas. Su énfasis era el combate a la pobreza. En los últimos años, sin embargo, esto ha cambiado: la pobreza no parece preocupar tanto a la organización como la desigualdad.

Mucha gente piensa que no hay diferencia. Organizaciones como Oxfam, cada vez más politizadas, nos han llevado a confundir las dos cosas. La pobreza y la desigualdad, sin embargo, no solo no son lo mismo sino que en muchos casos pueden ser contrarias. Es muy común que la reducción de la pobreza venga acompañada de un aumento en la desigualdad. Esto lo hemos visto en innumerables casos en la historia.

China, que era uno de los países más pobres
del mundo, goza de altas tasas de crecimiento desde los ochenta, cuando abandonó el comunismo, con el resultado de que ha rescatado a cerca de mil millones de personas de la pobreza. Esto no es trivial: es el mayor éxito económico en la historia de la humanidad. Si bien China ha crecido de manera espectacular hoy es un país mucho más desigual que en los tiempos del comunismo, pero los chinos ciertamente no quieren regresar a la miseria del pasado.

Verdad

Oxfam ha asumido la posición de que el verdadero enemigo es la desigualdad y no la pobreza. En repe- tidas ocasiones ha presentado estudios que cuestionan la concentración de riqueza, sin considerar realmente si reducir la desigualdad es realmente la mejor manera de combatir la pobreza.

La verdad es que el problema económico más importante del mundo ha sido siempre la pobreza. Durante mucho tiempo se pensó que era un fenó- meno natural e inevitable. A lo largo de la historia más de 95% de la humanidad vivió no solo en pobreza sino en la miseria. Solamente con el inicio del sistema de libre empresa empezó a declinar la po- breza y lo hizo de manera dramática a partir del siglo XX, cuando el capitalismo empezó a generalizarse, llegando incluso a los antiguos países comunistas, como Rusia y China.

La pobreza es un problema que debe comba- tirse por razones de dignidad y de salud pública. Los niños que crecen en la pobreza no tienen forma de alcanzar una vida plena, no tienen oportunidades. La desigualdad, en cambio, es un problema de envidia. Poco importa que haya multimillonarios si se reduce la pobreza. Esto es algo, sin embargo, que no entienden los activistas de Oxfam. La misma actitud mezquina que los lleva a contratar prostitutas en un país azotado por problemas naturales, como Haití, los lleva a dejar de preocuparse por la pobreza para enfocar todos sus esfuerzos a resolver un simple problema de envidia.