TRANSPARENCIA A LA TRANSICIÓN

Se celebra la tersa transición. ¿En qué consiste la tersura? Háganla pública.

Juan Gabriel Valencia
Columnas
Ilustración

Unos cuantos días para el último informe presidencial de Enrique Peña Nieto. En distintas entrevistas se reconocen errores y carencias de la administración que llega a su término. Se vuelven lugares comunes la Casa Blanca, Ayotzinapa, obras inconclusas, la inseguridad… Mientras tanto, transcurre lo que se ha denominado hasta la saciedad como una transición tersa. Una transición que merece ser vista con mayor detenimiento.

En forma inédita los futuros responsables de las diversas áreas de la administración pública conversan y prácticamente oficializan la entrega que hacen los funcionarios del actual gobierno. Se proporciona la información puntual con formatos rígidos y establecidos que no dejan lugar a dudas de dónde está el país. Son los datos duros de la gestión de seis años, el porqué, el para qué, el cómo, la resultante del trabajo de más de un millón y medio de servidores públicos del gobierno federal.

En esta transición inédita en sus formas y en su proclamada tersura habría que dar un paso más. En el pasado el periodo de transición transcurría en medio de la reserva y el sigilo. Esto no quiere decir que no hubiera un intercambio civilizado de información entre salientes y entrantes. Antes de la alternancia la problemática del traspaso del poder estaba acotada a la experiencia y el conocimiento de prácticamente los mismos. Las dependencias educaban y formaban cuadros públicos relativamente adaptables a las nuevas circunstancias de una administración entrante. Esto empezó a cambiar con la llegada de Vicente Fox y el arribo de un nuevo funcionariado que recibió de la administración de Ernesto Zedillo información en reuniones que eran hasta cómicas por la ignorancia de la temática pública por parte de los que serían funcionarios y del propio presidente electo.

Por una decisión política que a muchos ha sorprendido a esta transición se le ha dado un toque de transparencia que merece ser profundizado. En la evaluación del sexenio de Peña Nieto existe coincidencia en las fallas para comunicar con eficacia alcances y beneficios de las políticas públicas puestas en práctica. Quedan en el imaginario solo los estigmas reales o infundados de un sexenio mientras 13 reformas estructurales pasan a segundo término en la opinión pública. Y el Fondo de Cultura Económica publica casi en la clandestinidad el testimonio de los responsables directos de esas reformas, que rinde cuenta de un saldo indispensable para tomar decisiones adecuadas en el futuro del país.

Respeto

Por eso en esa transición tan tersa y que a nivel informativo concluirá en las próximas semanas no estaría de más que esa información escrita proporcionada a quienes serán los responsables en el próximo gobierno se haga pública. Que la página del gobierno mexicano “suba” esa información y la ponga al alcance de todos. Guste o no esa es la realidad del país. Es el punto de partida. Mentira, como sostienen muchos, que los problemas están sobrediagnosticados. Si así fuera no estaría convocándose a un plebiscito sobre el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México o a una consulta sobre la reforma educativa.

No se puede ignorar el trabajo de un millón y medio de personas a lo largo de seis años y que ese resultado se mantenga acotado al diálogo entre unas partes y otras. Es un acto de respeto a sí mismo del gobierno de Peña Nieto que se haga pública esa información. Lo necesita la opinión pública y se lo merece México.