NUESTRAS ACCIONES SON NUESTRO FUTURO

El hambre aumentó en los últimos tres años, volviendo a los niveles de hace una década.

Arturo Moncada
Política
Central de abastos en Cuernavaca
Cuartoscuro

Según el más reciente informe de laOrganización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) por tercer año consecutivo subió el número de personas que padecen hambre en el mundo: de 805 millones a 821 millones 160 mil, cifra que equivale a 11% de los habitantes del planeta o a la suma de todos los habitantes de Europa y Estados Unidos, por ejemplo.

Este último incremento supone un desaliento para el trabajo de organizaciones que luchan contra el hambre y que ven crecer el número de necesitados pese a su intenso trabajo. La mayoría de estas personas vive en países en desarrollo de Asia, África y América Latina.

Los expertos afirman que la humanidad tiene hoy capacidad de producir alimentos más que de sobra para los casi siete mil 500 millones de habitantes del planeta, por lo que resulta inaceptable el hecho de que en un mundo que alcanza asombrosos niveles de crecimiento económico, medios tecnológicos y recursos financieros haya cientos de millones de personas que viven en la extrema pobreza y padezcan su peor expresión: el hambre.

Para entender la escala y la naturaleza del problema del hambre Vértigo entrevistó a Crispim Moreira, representante de la FAO en México.

—¿Cuál es la importancia del Día Mundial de la Alimentación?

—Fomentar la sensibilización y la acción a escala mundial en favor de las personas que padecen hambre y responder a la necesidad de garantizar la seguridad alimentaria y dietas nutritivas para todos. El Día Mundial de la Alimentación 2018 marca también el 73 aniversario de la fundación de la organización. Es uno de los días más celebrados en el calendario de Naciones Unidas y este año los eventos organizados por las representaciones en los países de la FAO, los gobiernos, las autoridades locales y otros asociados en más de 130 naciones del mundo se pronunciarán por una mayor intervención para alcanzar el Hambre Cero.

Este año la conmemoración en México se organiza de manera conjunta con el Consejo Nacional para la Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) para resaltar la importancia de diseñar, monitorear y evaluar las políticas públicas orientadas a atender el derecho a la alimentación para contribuir al logro del Objetivo 2 Hambre Cero de la Agenda 2030 de Desarrollo Sustentable.

—Actualmente, ¿cómo afecta el hambre en el mundo?

—El progreso logrado colectivamente por muchos países respecto de la erradicación del hambre muestra recientemente un retroceso como consecuencia de conflictos prolongados, el aumento de fenómenos meteorológicos extremos vinculados al cambio climático y la desaceleración económica. Según el último informe de la FAO hoy más de 821 millones de personas padecen subalimentación crónica. Al mismo tiempo los niveles de sobrepeso y obesidad aumentan rápidamente en muchos países. Actualmente hay mil 900 millones de personas con sobrepeso, de las que 672 millones son obesas. Por eso este año en el Día Mundial de la Alimentación se hace un llamado a la acción para encauzar nuevamente la lucha contra el hambre.

—Alimentación no es nutrición: ¿qué políticas se llevan a cabo para atacar este problema?

—El creciente nivel de subalimentación en el mundo no es el único reto al que nos enfrentamos. También van en aumento otras formas de malnutrición. En 2017 al menos mil 500 millones de personas sufrieron deficiencias de micronutrientes que socavan su salud y sus vidas. Al mismo tiempo la proporción de obesidad entre adultos sigue incrementándose, pasando de 11.7 en 2012 a 13.3% en 2016; estamos hablando de 672 millones de personas. El hambre se circunscribe principalmente a áreas específicas, sobre todo aquellas azotadas por conflictos, sequías y extrema pobreza. Pero la obesidad está en todas partes y sigue creciendo en todo el mundo.

De hecho, añade Moreira, “estamos asistiendo a la globalización de la obesidad. Un ejemplo: las tasas de obesidad aumentan más rápidamente en África que en ninguna otra región: ocho de los 20 países con tasas de crecimiento más rápido están en ese continente. Además, en 2017 el sobrepeso infantil afectaba a 38 millones de niños menores de cinco años: 46% de esos niños vive en Asia y 25% en África. Si no tomamos medidas urgentes para parar el incremento de la obesidad pronto podría haber más gente obesa que malnutrida en el mundo”.

El crecimiento de la obesidad, además, tiene un costo socioeconómico “enorme”, agrega el especialista. “Es un factor de riesgo para muchas enfermedades no transmisibles, como las afecciones del corazón, los infartos, la diabetes y ciertos tipos de cáncer. Las estimaciones indican que el impacto global de la obesidad se sitúa en alrededor de dos billones de dólares anuales (2.8% del PIB mundial). Combinados, es un costo igual al del impacto del tabaco y los conflictos armados”.

Los líderes mundiales deben tener en cuenta que el concepto Hambre Cero es más amplio y no se limita a la lucha contra la subalimentación sino que también pretende garantizar que todo el mundo tenga los nutrientes necesarios para llevar a cabo una vida sana. El Hambre Cero incluye la erradicación de todas las formas de malnutrición, así que no se trata solo de alimentar a la gente sino de que además se nutra bien.

En México, específicamente, la FAO ha identificado políticas públicas y buenas prácticas para reducir el sobrepeso y la obesidad en niños que estudian la primaria, como el caso del Programa Salud para Aprender (SPA) implementado en Nuevo León, así como diversas experiencias en escuelas primarias de Puebla, Chiapas, Yucatán, Ciudad de México y Baja California.

—¿Está el mundo lejos de la seguridad alimentaria?

—El año pasado 821 millones de personas sufrieron hambre (11% de la población mundial, equivalente a una de cada nueve personas en el planeta), en su mayor parte agricultores familiares y de subsistencia que viven en zonas rurales pobres en el África subsahariana y en el sudeste asiático.

El hambre “aumentó en los últimos tres años, volviendo a los niveles de hace una década. Este retroceso envía una señal clara de que hay que hacer más y de forma más urgente si se pretende lograr el Objetivo de Desarrollo Sostenible de alcanzar el Hambre Cero para 2030”.

—México, ¿dónde se ubica?

—En México, según datos del Coneval, la carencia por acceso a la alimentación afectó en 2016 a 24.6 millones de personas. Eso significa que uno de cada cinco mexicanos sufre esta problemática.

—Es conocido que la FAO fijó 17 metas para promover los principales mensajes para alcanzar un desarrollo sustentable para 2030. ¿Está involucrada la comunidad internacional para mantener y alcanzar este fin?

—Hace solo tres años, en septiembre de 2015, todos los Estados integrantes de la ONU aprobaron la Agenda 2030 de Desarrollo Sustentable. Los líderes de todo el mundo consideraron la erradicación del hambre y todas las formas de malnutrición (el objetivo número dos) como fundamental de la Agenda y condición sine qua non para un mundo más seguro, más justo y más pacífico.

—La FAO es consciente de programas que involucren solo la comida no resuelven el hambre. ¿De qué manera se trabaja para terminar con este flagelo en materia de desigualdad, cambio climático, degradación del medio ambiente, entre otros?

—La Agenda 2030 de Desarrollo Sustentable es la pauta a seguir a escala mundial para hacer frente a estos retos. Estos 17 Objetivos se basan en los logros de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODS), aunque incluyen nuevas esferas como el cambio climático, la desigualdad económica, la innovación, el consumo sostenible y la paz y la justicia, entre otras prioridades. Los Objetivos están interrelacionados: con frecuencia la clave del éxito de uno involucrará las cuestiones más frecuentemente vinculadas con otro.

Los ODS conllevan un espíritu de colaboración y pragmatismo para elegir las mejores opciones con el fin de mejorar la vida, de manera sustentable, para las generaciones futuras. Proporcionan orientaciones y metas claras para su adopción por todos los países en conformidad con sus propias prioridades y los desafíos ambientales del mundo en general.

En específico, la seguridad alimentaria en el mundo en el siglo XXI enfrenta un doble desafío: aumentar hacia 2050 la producción de alimentos en cinco mil millones de toneladas para una población estimada en diez mil millones; y erradicar el hambre y la malnutrición —este último como un compromiso asumido por los países en la nueva Agenda 2030 de Desarrollo Sustentable.

Este incremento de la producción de alimentos debe realizarse en un entorno de menos agua, suelos y biodiversidad, y enfrentando las consecuencias del cambio climático.

La erradicación del hambre y la malnutrición deben realizarse a su vez en condiciones de desigualdad en el acceso a los alimentos y teniendo que contrarrestar la tendencia mundial al sobrepeso y la obesidad, que se convierte en el principal desafío de la salud en este siglo.

Enfrentar estos desafíos exige cambios estructurales en el sistema agroalimentario y lograr mayores niveles de inclusión social así como cambios en la forma como se producen y consumen los alimentos, incentivando conexiones positivas entre la alimentación, la agricultura y el medio ambiente.

Retos

En este sentido Liliana Martínez Lomelí, investigadora en Sociología de la Alimentación, señala que “es preciso tener en cuenta los retos globales para un mejor futuro, ya que conciernen a instituciones, gobiernos y también acciones colectivas ciudadanas. Si no se detectan cuáles son los retos difícilmente se puede atacar un problema”.

—¿Cómo lograr un desarrollo sustentable?

—Los desafíos están encaminados a poner el foco sobre los temas de desigualdad, pobreza, cambio climático, degradación del medio ambiente, prosperidad, paz y justicia. Aunque parecen valores abstractos las acciones concretas hacia estos temas están intrínsecamente ligadas a cuestiones sobre cómo alimentarnos mejor, de una manera que satisfaga nuestros requerimientos para tener una mejor salud; que el acceso a estos no sea privilegio de unos cuantos; que las maneras de producir alimentos sean amigables para permitir un mejor desarrollo en todos los sentidos.

Al respecto, Crispim Moreira indica que en la FAO “buscamos hacer que la agricultura, la actividad forestal y la pesca sean más productivas y sostenibles, así como incrementar la resiliencia de los medios de vida de los productores agrícolas ante las amenazas y crisis”.

—La meta elegida para este Día Mundial de la Alimentación es la de Hambre Cero. ¿Cuáles son los mecanismos propuestos para alcanzarla?

—El lema del Día Mundial de la Alimentación 2018 es “nuestras acciones son nuestro futuro”. Es hora de renovar nuestro compromiso y, aún más importante, el apoyo político para lograr un mundo sostenible libre de hambre y de todas las formas de malnutrición. El mundo puede lograr el Hambre Cero solamente si todos ponemos de nuestra parte para avanzar hacia esa meta. Todos los actores desde los gobiernos hasta los ciudadanos en particular pueden hacer algo.

—¿Hay avances en la lucha contra la pérdida y el desperdicio de comida?

—En el mundo son mil 300 millones de toneladas de alimentos que se desperdician cada año: eso es un tercio de los alimentos producidos para consumo humano en el planeta. A nivel de América Latina y el Caribe la FAO estima que se pierden alrededor de 127 millones de toneladas de alimentos, lo cual equivale a diez veces la capacidad de la Central de Abasto de la Ciudad de México, que es la más grande del mundo: 36 millones de personas podrían cubrir sus necesidades calóricas en Latinoamérica con esto que se pierde o se desperdicia. Para México la estimación de desperdicio de alimentos es de 37% del total de alimentos, con lo cual se podría alimentar a 7.4 millones de personas.

—En el caso de México ¿qué estadísticas encontramos?

—Actualmente México, mediante el INEGI, participa en un piloto mundial que lidera la FAO para desarrollar indicadores que den seguimiento al Objetivo de Desarrollo Sostenible 12.3 que busca reducir a la mitad las pérdidas y desperdicios de alimentos. En México se pilotea la metodología desarrollada por la FAO para estimar las pérdidas en frutas y hortalizas, mientras que Zambia se enfoca en productos pecuarios y Finlandia en los pesqueros.

El gobierno de México, añade, “trabaja de manera intersectorial para abatir esta problemática. Se han establecido las bases para avanzar. En el Congreso del año pasado se aprobó la ley para crear el Consejo Nacional de Pérdidas y Desperdicio de Alimentos. Además, desde 2013 opera el Grupo Único de Pérdidas de Alimentos que incluye a varias secretarías, sector privado, academia, y sociedad civil que realizaron una propuesta de un marco de una estrategia nacional”.

—Para finalizar, ¿en qué punto se encuentra el país en el tema de la alimentación?

—Según datos del Coneval en 2010 uno de cada cuatro mexicanos presentaba carencia alimentaria. Para 2016 si bien esta proporción se redujo a uno de cada cinco, en volumen se trata de casi 25 millones de personas en hogares en los que hubo disminución en cantidad o variedad de los alimentos o incluso se presentó alguna experiencia de hambre entre sus integrantes.

Para contribuir a la implementación de políticas públicas que promuevan el acceso efectivo a los derechos sociales el Coneval emprendió la tarea de ir más allá de los indicadores considerados en la medición multidimensional de la pobreza y acompañarlos de nuevas medidas que den cuenta de otros elementos esenciales que conforman el ejercicio de cada derecho. Para el derecho a la alimentación, además del acceso a los alimentos, se estará abriendo paso a la dimensión de la calidad con medidas que orienten, por ejemplo, sobre la malnutrición y la diversidad de la dieta en los hogares en México.

Esta información más detallada sobre lo que comemos los mexicanos proporcionará a los responsables de la toma de decisiones pruebas sólidas y relevantes para formular e implementar políticas públicas, estrategias y legislaciones necesarias para hacer frente al terrible problema de sobrepeso y obesidad que acecha a México.

Hambre Cero

El derecho a la alimentación es un derecho humano básico.

Invertir en sistemas alimentarios sostenibles y desarrollo rural significa emprender algunos de los principales desafíos globales: alimentar a la creciente población mundial, proteger el clima mundial y abordar algunas de las causas fundamentales de la migración y el desplazamiento.

Lograr los 17 ODS no puede suceder sin acabar con el hambre y sin tener una agricultura y sistemas alimentarios respetuosos con el clima, sostenibles y resilientes que provean para las personas y el planeta.

Alcanzar el Hambre Cero es posible: de los 129 países monitoreados por la FAO, 72 ya han logrado el objetivo de reducir a la mitad la proporción de personas que sufren hambre en 2015. Y en los últimos 20 años la probabilidad de que un niño muera antes de los cinco años se ha reducido casi a la mitad, con 17 mil niños salvados cada día, y las tasas de pobreza extrema se han reducido a la mitad desde 1990.

Numeralia

821 millones de personas padecen de hambre a escala mundial, pese a que la producción de alimentos es suficiente para toda la población. De esa cifra, 60% son mujeres.

3.5 billones de dólares es el costo anual de la mala nutrición para la economía mundial.

Un tercio de los alimentos producidos alrededor del mundo se pierde o se desperdicia.

Para 2050 la agricultura necesitará producir 50% más de alimentos y biocombustibles de lo que generó en 2012 para satisfacer la demanda mundial.

Fuente: FAO