LA CULTURA LIBERA EL ESPÍRITU: EL CONOCIMIENTO ES LUZ

La libertad, una utopía.

Hector González
Todo menos politica
De la Mora. La libertad, una utopía
Fernando de la Mora

Para el tenor mexicano Fernando de la Mora la música es un arte liberador y con un poder de sanación excepcional. Es por ello que por medio de conciertos para recaudar fondos colabora desde hace varios años con la Fundación Comparte Vida AC en su ayuda para menores que padecen leucemia.


Su próximo recital a beneficio de la institución será el 14 de noviembre próximo en la Sala Nezahualcóyotl del Centro Cultural Universitario.

“La fundación ha hecho mucho más por mí de lo que yo he hecho por ella, porque me ha dado la oportunidad de servir a los demás”, advierte el artista, quien se asume como una persona afortunada por tener la libertad para hacer lo que le gusta.

—¿Cómo entiende la libertad?

—La libertad es un concepto ambiguo. Para mí es la posibilidad de hacer lo que quieras y según tu educación. No obstante la veo como una utopía porque al menos en este país no la tenemos. No podemos andar a ciertas horas por algunos barrios. Tenemos miedo a la inseguridad. México no es un país libre porque está atado a errores políticos. Nuestros políticos no han usado la educación como punta de lanza para acabar con nuestros males. ¿Tenemos libertad de expresión? No todos. ¿Se podrá criticar al próximo gobierno? Habrá que ver. Yo me considero una persona afortunada porque tengo la libertad de hacer mis proyectos. No estoy atado a ninguna disquera, tengo mi propio sello y me manejo de una forma que me beneficia porque canto lo que me gusta.

—¿Le han querido imponer un repertorio?

—Claro, al principio de mi carrera me imponían canciones y eso me costó salir de una disquera. Un productor quería acorrientar mi voz y dejé el proyecto. Siempre me negué a vivir de lo que le gusta a la gente: prefiero hacer lo que a mí me nace.

—¿Cómo se consigue un equilibrio entre lo uno y lo otro?

—Convencido de lo que quieres. Mi nicho es muy claro: rescatar la buena música de mi país y las canciones que han hecho cantar a toda Latinoamérica. Ese es mi proyecto y me ha ido a todo dar. Ya no es negocio la venta del disco: el negocio está en lo que genera como los conciertos.

—¿El mercado quita la libertad?

—Depende. Las disqueras están a punto de desaparecer. Ahora son empresas promotoras más que productoras de discos. Antes la libertad de los artistas era limitada, ahora es enorme. Internet trajo a la palma de nuestra mano todo el mundo.

Recursos

—¿La educación libera?

—Totalmente. La educación es primordial: nos garantiza que la gente se comporte correctamente ante la sociedad. Aporta valores, ética y lógica. Si no haces énfasis en la importancia de la educación marginas a quienes viven con el yugo de la pobreza. Pocos países como el nuestro en términos de desigualdad. Si no acotamos esta diferencia no podremos ampliar nuestros márgenes de libertad. Esperemos que López Obrador apueste por esto.

—¿Y la cultura?

—La cultura libera el espíritu. El conocimiento es luz. Durante la Ilustración el ser humano se desarrolló como nunca.

—¿A usted de qué lo liberó la música?

—De la mediocridad y de la necesidad.

—En un género tan demandante en lo técnico como la ópera, ¿dónde queda la libertad interpretativa?

—Está en el deseo del artista de florecer y dejar una huella. La ópera te impide cambiar la melodía. Puedes intervenir un poco en el tiempo, pero si tienes un director de orquesta es él quien te lo marca. El chiste es establecer una comunión con el director para hacer música y no nada más cantar notas. Ahí está el secreto.

—A los intérpretes de ópera se les llama los atletas de la música…

—Sí, somos atletas. Para mí la ópera no es negocio: es alimento para mi espíritu, me hace sentir mejor. Los otros conciertos me encantan pero la ópera es como ir al gimnasio porque me obliga a potenciar mis facultades.

—¿Qué tiene la música que libera superando incluso el idioma?

—Es el arte inmediato. Puedes escuchar Wagner en alemán y la música te traspasa porque llega directo a las emociones. No es algo efímero: se queda en la memoria.

Fernando de la Mora estudió canto en el Conservatorio Nacional y ópera en Nueva York. En 1986 debutó en Xalapa en Madame Butterfly, interpretando el papel de Pinkerton; ese mismo año se presentó en el teatro del Palacio de Bellas Artes como Borsa en la ópera Rigoletto. En 1988 fue contratado por la Ópera de San Francisco como suplente de Luciano Pavarotti para el papel de Rodolfo, en La Bohème, de Giacomo Puccini. La titularidad llegó en papeles principales de Carmen, Romeo y Julieta, Fausto, La Traviata, Los cuentos de Hoffman y Tosca. Ha pisado los foros más importantes del mundo (la Ópera del Metropolitan de Nueva York, el teatro de la Scala de Milán, el Covent Garden de Londres, el Liceo de Barcelona), alternando con figuras emblemáticas del bel canto como Angela Gheorghiu y Sumi Jo y dirigido por batutas de la categoría de Zubin Mehta, Riccardo Muti y Lorin Maazel. Su discografía se compone de 32 producciones que abarcan ópera, canciones populares mexicanas y latinoamericanas.