EN EL HOYO

Las hordas del dinero fácil gimen y exigen tregua o reversión.  

Guillermo Fárber
Columnas
Ilustración
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Mi querido amigo escéptico me dice que mis advertencias sobre el colapso económico global inminente son simples “miadas de perro”. Bueno, entiendo que no quiera que esto esté pasando pero me inquieta un poco que no lo entienda. En fin, oootra voz de advertencia es de alguien mucho más calificado que yo: Paul Volcker (91, economista reputado, cacagrande de la Fed 1979-1987 y asesor de primer nivel de Obama). Volcker acaba de declarar: We’re in a hell of a mess in every direction (estamos en un infierno de hoyo en todas direcciones).

A su edad el gigantón Volcker ya no anda buscando quedar bien con nadie y algo sabe sobre desplomes macroeconómicos. Como el que tuvo que enfrentar estrenándose en la Fed en 1979. “Las prensas de impresión habían estado apagadas durante gran parte de la década de 1970 mientras el motor económico chisporroteaba, fumaba y gemía. La economía se derrumbó bajo los precios de la gasolina, el desempleo sombrío y el bajo crecimiento. La inflación superó 13% en 1979 y alcanzó un máximo por encima de 14% en marzo de 1980. El oro (un referéndum sobre el dólar) alcanzó los 850 en enero de 1980. ¿Conoces el término ‘estanflación’, que hasta entonces se juzgaba ‘ontológicamente imposible’?”

Cura de caballo

Volcker conocía la cura, como la conocen teóricamente todos los economistas serios (excluyo a los keynesianos, claro), pero la medicina que tenía en la jeringa era terriblemente dolorosa. La aplicó a pesar de las objeciones de todo mundo (el presidente Ronald Reagan, su jefe de gabinete James Baker, la clase política entera, la cúpula empresarial, los liderazgos sindicales, etcétera). Como mandamás de la independiente Fed hizo lo que ahora hace Jerome Powell, a pesar de las objeciones de Donald Trump: elevó la tasa de los fondos federales a un imposible 21% en junio de 1981.

En comparación, la tasa de fondos federales de hoy ronda entre 2% y 2.5%; y las hordas del dinero fácil gimen y exigen tregua o reversión para seguir inflando artificialmente a su gusto los valores de los activos financieros (bonos, acciones, hipotecas, derivados, etcétera). Pero la medida de Volcker era la poción y la dosis adecuadas. El dolor a corto plazo fue agudo (como será ahora). En enero de 1980 la economía estadunidense se hundió en una recesión. El desempleo escaló alturas récord. Pero la inflación cedió y Volcker probó su punto. De 12.5% en 1980, la tasa de inflación bajó a 8.9% en 1981 y un milagroso 3% para 1983.

El crecimiento sano se expandió hasta 1991. El mercado bursátil comenzó en 1982 un ciclo alcista que duró décadas. El oro cayó en un largo sopor que solo terminó en 1999. Y ahora este Volcker dice que la economía está en un hoyo. Estas “miadas de perro” llegan cada vez más frecuentemente de las alturas y son cada vez más molestas. Empiezo a sospechar que son menos desdeñables.