MINERÍA MARINA PARA EL DESARROLLO TECNOLÓGICO

Los puntos de mayor interés minero son también los de mayor interés biológico.

Arturo Moncada
Todo menos politica
Minería marina.
Antonio Balaguer Soler

La carrera para la obtención de minerales críticos o de importancia estratégica como el cobalto, el litio y las tierras raras, entre otros, considerados un elemento clave para el desarrollo tecnológico y la energía verde, llegó finalmente al mar: los expertos indican que para 2030 por lo menos 10% de todos los minerales que se extraerán en el mundo procederán del fondo de los océanos.

Javier González, investigador en Geología Marina del Instituto Geológico Minero de España (IGME), señala que con ello “se podrá atender la demanda de cobalto, cobre o zinc, algunos de los minerales más codiciados por las nuevas tecnologías”.

Sin embargo advierte que “la minería submarina puede suponer un riesgo para el medio ambiente y agencias especializadas ya arbitran todas las medidas protectoras posibles”.

Riqueza

La mayoría de las licencias de exploración de esta minería se concentran en las llanuras abisales de la zona Clarion-Clipperton del Pacífico, entre México y Hawái. Allí hay millones de rocas con forma de papa llamadas nódulos polimetálicos porque están compuestos de cobre, manganeso, níquel, cobalto y otros metales difíciles de encontrar en tierra pero vitales para las nuevas tecnologías en la fabricación de baterías para teléfonos móviles, autos eléctricos, turbinas de viento, paneles solares y muchas otras tecnologías y dispositivos sin los cuales la próxima generación de energías renovables será completamente imposible de concebir. Estas rocas se encuentran a profundidades que van de cuatro mil a seis mil metros.

En otros lugares las concentraciones de mineral se encuentran cerca de chimeneas hidrotermales, también a cuatro mil metros bajo el nivel del mar, y en crestas de cobalto, a dos mil 500 metros.

Según estimados esta zona contiene más cobalto, níquel, cobre y zinc que todos los depósitos terrestres combinados. Si como considera Naciones Unidas en 2050 la población global habrá aumentado a nueve mil 800 millones, la demanda de estos metales será realmente urgente, especialmente teniendo en cuenta que 66% de la gente vivirá en áreas urbanas.


Tecnología

Durante las últimas cinco décadas una serie de exploraciones mineras trataron por todos los medios de ir hasta el fondo del mar para recolectar estas piedras metálicas que a simple vista semejan trozos de carbón. No obstante, el problema siempre fue desarrollar las tecnologías que hicieran eficiente y seguro el hecho de operar a esas profundidades aplastantes: a seis mil metros de profundidad la presión es 600 veces mayor que la presión al nivel del mar, un obstáculo gigantesco para funcionar permanentemente en el fondo.

Pero ahora tanto la tecnología como el marco regulatorio con el medio ambiente marino han madurado, de tal forma que para bien o para mal estamos en el umbral de la nueva era de la minería abisal.

En mayo pasado un prototipo, un robot de acero reforzado del tamaño de una camioneta y con la electrónica protegida entre capas de aceite, se convirtió en el primero en bajar a explorar la llamada CCZ de la zona Clarion Clipperton, un área de 4.5 millones de kilómetros cuadrados —más grande que India— en aguas internacionales, lejos de la jurisdicción de ningún país.

Bautizado como Patania I, el robot, de la empresa Global Sea Mineral Resources abre camino para los mineros del abismo. Habiendo salido airoso de varias pruebas básicas de diseño, prepara el terreno a su sucesor, el Patania II, que este año recibirá órdenes más complejas, incluyendo recolectar los nódulos de forma totalmente autónoma.

Pero recolectar nódulos polimetálicos es solo uno de tres tipos de minería abisal. Los otros dos métodos —mucho más controversiales— son, primero, la excavación de costras de cobalto que se forman en las rocas de las laderas de los montes submarinos; y, segundo, la extracción de los depósitos masivos de sulfuros, que son trozos de metales generados en las fisuras o chimeneas hidrotermales que existen a lo largo de las cadenas de volcanes abisales.

Por ello existen diversas preocupaciones ambientales relacionadas con la recolección de los nódulos. Las rocas están a flor de piel, semienterradas en camas de fango muy fino. Pero hay una multitud de pequeños organismos creciendo sobre ellas y sobre el lecho marino que no han sido aún descritos por la ciencia.


Regulación

La dificultad de realizar investigaciones a esas profundidades son enormes; y también los dilemas que plantea. Se sospecha que actuar sobre el lecho oceánico tendrá un fuerte impacto en la vida de las profundidades, de la que se sabe muy poco. Los puntos de mayor interés minero son también los de mayor interés biológico.

La Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por su sigla en inglés), con sede en Jamaica, es la encargada de la jurisdicción del lecho marino de todo el planeta fuera de la Zona Económica Exclusiva de las naciones. En otras palabras, 54% del fondo de todos los mares del globo.

Estas áreas y sus recursos minerales están designados como la herencia común de la humanidad, algo así como la Antártida o la Luna. Eso significa que la ISA tiene el mandato de la ONU para regular y recoger regalías de la minería submarina profunda para distribuir los beneficios “entre los países en desarrollo que no pueden explotar esos recursos por sí mismos”.

Su función es conceder los permisos de exploración y eventualmente explotación, con base en un complejo código de regulaciones que está siendo terminado de bosquejar para darles un norte a los contratistas, países miembros y organizaciones observadoras integrantes de ISA.

Para obtener un contrato los gobiernos o empresas privadas deben tener el apoyo de un país que sea miembro de la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar.

Zona abisal

Se denomina zona abisal o zona abisopelágica a uno de los niveles en los que se divide el océano según su profundidad. Se encuentra por debajo de la zona batipelágica (entre 200 y mil metros de profundidad), por encima de la zona hadal (más de seis mil metros de profundidad) y corresponde al espacio oceánico entre cuatro mil y seis mil metros de profundidad.