HISTORIAS DE ULTRATUMBA

Vivimos tiempos turbulentos donde numerosas sociedades se resquebrajan.

Juan Pablo Delgado
Columnas
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Ilustración

¡La historia vuelve con venganza! Cuando uno creía que por fin un evento había quedado sepultado bajo el peso de los siglos de pronto levanta su mano moribunda y podrida para atormentar a las buenas conciencias del mundo.

Yo sé, yo sé... reconozco que llegué muy tarde a la polémica causada por las misivas que el presidente AMLO envió a España y la Santa Sede. Por eso mismo no criticaré el tropiezo diplomático y me enfocaré en algo que me parece más relevante: el papel que juega la Historia en el discurso político contemporáneo a nivel global.

No hay ninguna duda, compañeros, en pleno siglo XXI la Historia se presenta como un líquido hirviente en todas las latitudes, y basta con que surja un líder mínimamente perverso para ver cómo los hechos pasados son retorcidos y utilizados como arma política para dividir y polarizar a la sociedad.

Que quede claro: tergiversar la historia no es ningún juego. En los últimos años hemos visto cómo la manipulación histórica puede ser usada para justificar los actos más atroces o fomentar actitudes de odio y xenofobia entre las sociedades.

Ejemplos

¿No me creen? Consideren el caso de Brenton Tarrant, el terrorista que atacó a la comunidad musulmana de Nueva Zelanda a mediados de marzo. A simple vista este acto pudo ser visto como un mero crimen de odio de un racista trasnochado. Pero bien explica el periodista Ishaan Tharoor que en el trasfondo de esta masacre hay una “mórbida fantasía histórica”, en la cual Tarrant se considera el último eslabón de una larga cadena de defensores del cristianismo contra una “invasión” musulmana a Occidente. Claramente su cosmovisión no es original y es compartida por miles de personas y promovida por líderes en Europa y Estados Unidos.

Anders Breivik nos advirtió en 2011 de esto, cuando asesinó en Noruega a 77 personas también bajo una perspectiva retorcida de la historia, donde él jugaba el rol de “Caballero Templario” dedicado a defender a la Europa blanca y cristiana de una invasión islámica.

Pero no solamente son noruegos o australianos sicópatas los que utilizan una falsa lectura del pasado para justificar sus sádicas ideas: una técnica similar usó el grupo autodenominado Estado Islámico para reclutar adeptos durante años. Con su retorcido revisionismo histórico vendieron a miles de personas una profecía apocalíptica donde los ejércitos del Islam estaban destinados a tener una gran batalla contra las fuerzas de Occidente que culminaría con la destrucción de los infieles.

Estos tres ejemplos recientes demuestran que jugar con la historia no es un ejercicio inocuo y puede tener consecuencias fatídicas.

Es por eso que hoy debemos estar alertas ante cualquier intento de manipulación del pasado. Vivimos tiempos turbulentos donde numerosas sociedades se resquebrajan bajo el peso de una ansiedad existencial causada por los vertiginoso cambios políticos, sociales y económicos de la globalización. Esto genera un terreno fértil para que líderes políticos y religiosos tomen esa angustia y promuevan fantasías idílicas o épocas gloriosas de un pasado perdido.

La misión ahora es resguardarnos contra esos falsos cantos de sirena que buscan llevarnos hacia las rocas: ni la historia es un maniqueísmo simple, ni todo tiempo pasado fue mejor, ni los enemigos históricos son nuestros enemigos contemporáneos.

Para no batallar mejor guardemos celosamente las palabras del novelista Joyce Cary: “Perdonar es de sabios, olvidar es de genios”. Y si un asunto no ha sido resuelto en 500 o mil años, mejor dejarlo sepultado.

¡Qué necesidad andar reviviendo a los muertitos!