HONESTIDAD COMUNISTA

En China lo que pueden aprender no es cómo combatir la corrupción sino cómo quedarse en el poder de manera indefinida.

Sergio Sarmiento
Columnas
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En estos últimos días del periodo ordinario de sesiones del Congreso se han estado discutiendo una serie de iniciativas de ley muy importantes, entre ellas la contrarreforma educativa. Por eso muchos legisladores se extrañaron cuando se dieron cuenta de que uno de sus colegas más controvertidos, Gerardo Fernández Noroña, del Partido del Trabajo, no estaba presente en el pleno. Sus compañeros legisladores no lo encontraron ni siquiera por debajo de las curules.

¿Por qué adelantó sus vacaciones el diputado? El mismo Fernández Noroña lo dio a conocer en Twitter al señalar que estaba en China para tomar cursos para combatir la corrupción impartidos por el Partido Comunista.

Cuando algunos ciudadanos cuestionaron que este legislador estuviera en China antes del fin del periodo ordinario de sesiones, y en un momento en que se hacen votaciones cruciales, Fernández Noroña respondió en Twitter: “Si voy a Estados Unidos chingan, si voy a China igual. Si voy a Argentina, ni se diga, si voy a Venezuela, ni les platico… Lo de la derecha es joder por joder”.

Después resultó que Fernández Noroña no estaba solo en la República Popular de China: eran doce los estudiosos de la honestidad comunista que participaban en ese viaje. Destacaban la presidenta de Morena, Yeidckol Polevnsky, y Héctor Díaz Polanco, presidente de la Comisión de Honor y Justicia de ese partido. Tanto Polevnsky como Díaz Polanco han revelado en el pasado su simpatía con el gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela; ahora muestran su cercanía con el Partido Comunista de China.

Lecciones

China no es ni Suiza ni Singapur. De hecho no es un país que se distinga por sus logros en la lucha contra la corrupción. Si bien no hay libertad de expresión en China, lo que hace difícil que surja información crítica sobre el gobierno, los empresarios e investigadores señalan que el grado de corrupción en ese país es similar o superior al mexicano.

El Partido Comunista de China mantiene una política abiertamente autoritaria. En las elecciones ha impedido la participación de candidatos de ningún otro partido. No solo censura los medios de comunicación tradicionales sino también el internet.

El gobierno chino es responsable, asimismo, de la imposición de políticas públicas abiertamente violatorias de los derechos humanos, como la que castigaba a las familias que tenían más de un hijo. El régimen aplica todavía prácticas como el hukou, la prohibición a trabajadores de mudar su lugar de residencia sin autorización oficial, que mantienen en una situación de discriminación sistemática y oficializada a millones de chinos.

No creo que esta comitiva mexicana en China esté realmente interesada en aprender cómo combatir la corrupción. Si realmente ese fuera su propósito quizás habrían viajado a Noruega o a Dinamarca. En China lo que pueden aprender no es cómo combatir la corrupción sino cómo quedarse en el poder de manera indefinida y con poderes dictatoriales.

Una de las lecciones que deberían aprender estos políticos mexicanos en sus viajes internacionales es que la transparencia es la mejor manera de combatir la corrupción. La primera medida que deberían impulsar a su regreso, por lo tanto, sería dar a conocer cuánto gastaron en este viaje y quién lo sufragó. Pero esa no es una regla que puedan aprender en China, donde el gobierno comunista mantiene un enorme sigilo sobre los gastos de los funcionarios y del sector público en general.