DIALOGAR CON TANQUETAS

Llegó el momento de que gobiernos electos democráticamente en la región funjan como mediadores.

Lucy Bravo
Columnas
Foto: Especial
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Las imágenes eran devastadoras. Un vehículo militar arrolló a un grupo de civiles en la plaza Altamira, en Caracas, donde se concentraron decenas de opositores que acudieron al llamado del presidente de la Asamblea Nacional venezolana, Juan Guaidó.

De esta manera el régimen de Nicolás Maduro aplastaba una vez más el sueño de cambio del pueblo de Venezuela. Por lo pronto el intento de desalojar al heredero de Hugo Chávez por medio de una marcha ciudadana masiva apoyada por el Ejército no parece haber dado resultado.

Hablar sobre la crisis que atraviesa Venezuela hoy desata toda clase de pasiones que dan muy poco espacio al diálogo. Hemos escuchado un sinfín de monólogos alrededor del mundo en los que salen a relucir las filias y fobias políticas (de izquierda y derecha, por igual), dejando a un lado por completo la vida diaria de los venezolanos. La realidad que parece eludir a todos estos discursos vacíos es que Venezuela se desmorona.

Hace poco el gobierno de Maduro aumentó el salario mínimo en 300% para ubicarlo en un promedio de seis dólares al mes. Venezuela tiene una tasa de homicidio de 80 por cada 100 mil habitantes, lo cual la convierte en la nación más violenta de América Latina. Uno de cada siete niños padece malnutrición. El Fondo Monetario Internacional estima que la inflación para finales de 2019 será de 10,000,000% y según el Banco Mundial más de 3.7 millones de venezolanos abandonaron su país en los últimos años.

Los datos hablan por sí solos.

Degradación

Por desgracia los recientes acontecimientos en Venezuela —que dejan cuatro muertos y al menos 130 heridos— suponen un lamentable nuevo paso hacia un choque civil a gran escala de consecuencias inimaginables. En todo caso lo verdaderamente notable es que esto no haya sucedido ya, tomando en cuenta la degradación de la situación social e institucional del país sudamericano.

Sin duda la intervención extranjera nunca será la respuesta. Pero la guerra de declaraciones que desató la administración de Donald Trump empantana cualquier posibilidad de diálogo interno en Venezuela. Por un lado, el régimen de Maduro se oxigena y compra tiempo; por otro, la oposición intenta mantener su legitimidad entre tantos intereses vertidos por los países que apoyan a Guaidó.

La única salida posible en estos momentos es que Estados Unidos se haga a un lado. Y no por la facilidad con la que el inquilino de la Casa Blanca polariza cualquier situación sino porque la historia de la Unión Americana en la región es terrible. Ante todas las atrocidades cometidas por los gobiernos chavistas en Venezuela el conflicto democrático que se desborda en las calles es real y legítimo. Y llegó el momento de que muchos de los gobiernos electos democráticamente en la región sean más visibles y funjan como mediadores. De lo contrario Maduro seguirá vendiendo la idea de que se puede dialogar con tanquetas.