TIEMPO MÓVIL

Las mismas aplicaciones desarrollan periodos límite para que no pasemos tiempo de más en ellas.

Daniela Suárez
Columnas
Foto: Especial
Ilustración

Me interesa el futuro porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida.

Woody Allen


Los teléfonos móviles son una herramienta poderosísima que nos ayudan diariamente a resolver situaciones de manera inmediata, desde cómo llegar a una cita en un lugar que no conocemos, pasando por enterarnos de las noticias más relevantes del momento, hablar con seres cercanos que viven en otros lados del mundo hasta leer libros, jugar y distraernos un poco antes de dormirnos.

Sin embargo los celulares también se pueden convertir en herramientas llenas de desesperación, angustia y estrés. En textos anteriores le he echado la culpa a la inmediatez y sostengo mi opinión. ¿Cuántas veces chequeas tu teléfono al día? Incluso cuando no ha sonado ni vibrado. ¿Y qué pasa si no lo chequeas de inmediato? Quizá te sientes inseguro, o crees que algo grave ha pasado. Y así, sin más explicación, te entra una necesidad inagotable de revisar qué sucede detrás de tu pantalla negra.

Tal vez al no ver una notificación tan relevante, como un mensaje publicitario, un correo no deseado o una noticia de un tema que no nos interesa nuestro nivel de estrés disminuye, pero los rastros de ansiedad al no revisar de inmediato el celular se quedan fijados en el cuerpo a tal grado, que a veces llegamos a sentir que vibra el teléfono en nuestros bolsillos incluso cuando ni siquiera está ahí dentro.

No es ninguna sorpresa que el uso del teléfono móvil en cantidades desesperadas e incluso adictivas sea algo negativo: ya se sabe que la luz altera nuestra visión y ritmos de sueño y que el celular ha logrado incrementar crónicamente nuestros niveles de cortisol (la hormona relacionada con el estrés), debido a lo cual nuestra salud está en riesgo constantemente.

Conciencia

David Greenfield, profesor de siquiatría clínica en la Universidad de Connecticut y fundador del centro de Adicción al Internet y la Tecnología, comentó en un artículo: “Tus niveles de cortisol se elevan cuando tu teléfono celular está a la vista o cercano a ti; también cuando lo escuchas o crees que ha sonado; la respuesta natural del cuerpo es querer revisarlo para que desaparezca el estrés”.

Por si fuera poco, nos hemos convertido en una sociedad dependiente, estresada y sobre todo distraída. ¿De cuántas conversaciones nos hemos perdido por estar pegados al celular en vez de escuchar? ¿Cuántas vacaciones hemos anhelado e infidelidades hemos creado por ver fotografías y videos en redes sociales? Un estudio asegura que el norteamericano promedio pasa alrededor de cuatro horas en su móvil. Y me parece interesante que hasta las mismas aplicaciones ya han desarrollado periodos límite para que no pasemos tiempo de más en ellas.

Ya se conocen los riesgos a la salud y se ha evaluado la adicción al teléfono. Incluso yo he hablado ya de ello en otros textos; por eso en esta ocasión, a pesar de recordar lo inevitable, quiero retomar unos consejos que escribió la periodista Catherine Price, autora del libro How to break up with your phone (Cómo terminar la relación con tu celular) para hacer conciencia y disminuir el uso del aparato tan deseado y a la vez quizás odiado: apaga todas las notificaciones salvo aquellas que realmente quieres recibir. Revisa qué aplicaciones te causan ansiedad al querer verlas constantemente y siléncialas, escóndelas o bórralas. Toma un día “sabático” y apaga el celular. Haz conciencia de los momentos en los que la adicción dicta tu uso constante y revisa a qué se debe.

Y bien, sé que el celular es una herramienta necesaria, pero también hay que saber cómo utilizarla.