MÉXICO, REHÉN SALINISTA DE TRUMP

Trump utilizó el tratado comercial contra México para someterlo a disposiciones no comerciales.

Carlos Ramírez
Columnas
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Ilustración

La negociación estilo Trump para imponerle a México una política migratoria de muro de nopal en el río Suchiate la realizó el canciller Marcelo Ebrard Casaubón dentro del modelo salinista de considerar a Estados Unidos como el único aliado posible y por ello pagar no pocas humillaciones.

La relación México-EU pasó del nacionalismo defensivo (concepto de Lorenzo Meyer) de resistencia histórica, al de la subordinación exigida por la integración comercial. México careció en el TLCAN de un modelo de desarrollo autónomo que aprovechara la apertura comercial y paulatinamente ha ido convirtiendo el acuerdo en el camino hacia una república maquiladora: el componente nacional de productos de exportación en los años del TLCAN bajó de 59% en 1993 a 39% en 2017, porque no hubo política industrial nacional.

El modelo de relación bilateral fue definido por el presidente Miguel de la Madrid y Carlos Salinas de Gortari como su sucesor. En septiembre de 1986 se creó, a nivel de gobiernos de los dos países, la Comisión Sobre el Futuro de las Relaciones México-EU. Por nuestro país participaron de manera oficial Héctor Aguilar Camín, Gilberto Borja, Fernando Canales Clariond, Socorro Díaz, Carlos Fuentes, Hugo Margáin y Rosario Green como directora ejecutiva del lado mexicano.

El objetivo fue presentar un modelo de ajuste cultural de las relaciones para pasar del conflicto histórico del siglo XIX por la apropiación estadunidense de la mitad del territorio mexicano a la integración funcional y sin rencores. Para ello los dos países se comprometieron a cambiar el modelo social de educación a fin de encontrar formas de entendimiento. Ahí se establecieron las bases del tratado: la amnesia histórica.

Solamente que México sí cumplió su parte y Salinas de Gortari, al negociar el tratado, hizo borrar del chip histórico nacionalista el agravio estadunidense, en tanto que EUno modificó sus planes de estudio: vio en México un mercado de consumo de 100 millones de personas y mantuvo vivo el racismo que reactivó Donald Trump desde 2016. Y los gobiernos mexicanos de De la Madrid a Peña Nieto se conformaron con su papel de socio pobre y dependiente.

Caminito

La clave del acuerdo de Ebrard con el secretario de Estado norteamericano Mike Pompeo no se encuentra en el asunto migratorio y México como tercer país seguro en los hechos sino en la oportunidad mexicana perdida para replantear el modelo de desarrollo articulado al tratado. Trump ya encontró el caminito: dominar a México con los aranceles de castigo dentro del tratado.

El concepto que impuso el informe de la Comisión Bilateral en su reporte final en 1988 —ya con Salinas como candidato de la integración comercial dentro del modelo del Consenso de Washington— fue el de la interdependencia; sin embargo a lo largo de un cuarto de siglo no hubo tal interdependencia sino, como lo acaba de demostrar la crisis de los aranceles, dependencia mexicana.

Trump utilizó el tratado comercial contra México para someterlo a disposiciones no comerciales —la migración—; y México se sentó a negociar asuntos no comerciales con el tratado como espada de Damocles. Sin embargo Ebrard llegó a Washington sin armas de negociación y, como se vio, ya sin su aureola de sagacidad, malicia y maldad que tuvo en sus años de operador político de Manuel Camacho Solís.

Así el tratado tendrá a México sometido como rehén de la Casa Trump.