EL FIN DE UNA ERA

El tema ahora es saber quién lo reemplazará y bajo qué normas.

Sergio Sarmiento
Columnas
Foto: Especial
Ilustración

Carlos Romero Deschamps entendió muy bien cuál era su papel cuando le tocó ocupar la secretaría general del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana en 1993: sabía que tenía que mantener a la organización disciplinada y leal al gobierno del PRI. A cambio de ello podía enriquecerse.

La trayectoria de Romero Deschamps, originario de Tampico, Tamaulipas, fue clara desde que era muy joven. Nacido en 1943, en 1961, a los 18 años, se afilió al Partido Revolucionario Institucional. En 1969 ingresó a Pemex, donde empezó a colaborar con el sindicato en 1971. Ascendió lentamente por el escalafón pero el golpe que impulsó su carrera fue la aprehensión el 10 de enero de 1989 de Joaquín Hernández Galicia, La Quina, quien tras bambalinas manejaba el sindicato. También fueron detenidos Salvador Barragán Camacho, secretario general y líder formal, así como una treintena de otros dirigentes.

Las aprehensiones las ordenó el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari debido a que La Quina y los demás líderes del sindicato lo habían cuestionado desde que fue designado candidato del PRI a la Presidencia de la República. Con el sindicato descabezado, Sebastián Guzmán Cabrera quedó como líder hasta 1993 pero el presidente, inconforme con su actuación, lo desplazó a él y a su segundo de abordo, Pablo Pavón Vinales. Guzmán Cabrera fue invitado a dirigir el Fondo Nacional para el Consumo de los Trabajadores, el Fonacot, un cargo de tercer nivel.

A pesar de que había colaborado con La Quina, Romero Deschamps reemplazó a Guzmán Cabrera porque Salinas sabía que lo podía manejar. Y así ocurrió. Después de un interinato Romero Deschamps fue electo secretario general en 1994 y en ese cargo permaneció hasta que renunció este 16 de octubre de 2019.

Sucesor

Romero Deschamps fue siempre leal al gobierno en turno. Si bien el sindicato entregó dinero ilegal a la campaña del candidato presidencial priista Francisco Labastida en 2000, en lo que se llamó el Pemexgate, se entendió sin problemas con los gobiernos panistas de Vicente Fox y Felipe Calderón. Como mantuvo tranquilo al sindicato, ni los presidentes ni los demás funcionarios prestaron atención a su enriquecimiento, que lo llevó a tener yates y aviones privados. El retorno de los priistas en 2012 con Enrique Peña Nieto lo favoreció. Romero Deschamps se convirtió en un senador discreto y apoyó la reforma energética, a pesar de que permitía, por primera vez desde 1938, la inversión privada en petróleo.

Andrés Manuel López Obrador no ha aceptado el statu quo. Su Fiscalía General ha iniciado investigaciones sobre el ostensible enriquecimiento de Romero Deschamps, lo cual provocó su renuncia a la Secretaría General del sindicato.

Pocas voces se levantarán para defenderlo. Nunca hubo muchas dudas acerca del origen ilegítimo de su fortuna personal. El tema ahora es saber quién lo reemplazará y bajo qué normas. De momento el sucesor es el hasta ahora tesorero Manuel Limón Hernández, quien es, sin embargo, diputado federal por el PRI y un hombre cercano a Romero Deschamps, por lo que quizá no dure mucho.

El presidente López Obrador ha impulsado una reforma laboral que obligaría a que todos los sindicatos tuvieran elecciones democráticas internas. Si esto ocurre nadie sabe realmente quién sería el próximo líder del sindicato. Pero si la historia se repite el presidente tratará de impulsar a un secretario general que le sea leal y que comparta su ideología.