BELLE ÉPOQUE MUNDIAL

Creen que el Estado (como dios omnipotente venido del cielo) les va a resolver la vida.

Guillermo Fárber
Columnas
Foto: Especial
Ilustración

Un video extraordinario que debería ponernos a pensar muy seriamente: Esta ha sido una gran época, del catalán-español José María Goig Campos https://www.youtube.com/watch?v=WY2xyNDct8A.

Goig tiene 47 años; o sea que es contemporáneo de mis hijos. Una generación condenada por la que lloro y rezo. Una generación más en el ciclo al parecer inmutable de la humanidad: construcción, mantenimiento, destrucción. Yo nací en 1948. Viví las dos primeras partes del ciclo: la construcción por mis padres, el mantenimiento y disfrute por nosotros.

Ahora sigue por desgracia la destrucción y la locura. Ya lo estamos viendo. Hasta mis amigos más “optimistas” no pueden dejar de ver este desastre en desarrollo. Por ejemplo los hijos de un amigo mío tuvieron una infancia y juventud privilegiada en todos sentidos... ¡que ellos juzgan como deplorable y llena de infortunios! Toda su vida fueron mimados por la fortuna y se sienten víctimas porque lamentablemente perdieron a su mamá por cáncer cuando ellos empezaban su carrera universitaria.

Habitaban en casa propia en un rumbo céntrico y bonito de clase media-alta, con una recámara-clóset-colección para cada uno. Abundancia de juguetes. Tres carros seminuevos en el patio, jardín bien cuidado, dos sirvientas (una de ellas de planta), agua-luz-gas-comida funcionando a la perfección, ahorros en el banco, todas las cuentas pagadas al instante, tránsito por las mejores escuelas y universidades privadas del país…

Les llevaba a la cama su papá un desayuno preparado por él mismo antes que saliera el sol y antes les lavaba y aspiraba sus respectivos autos cada mañana. Etcétera, etcétera.

La anterior Belle Époque

Europa vivió una era gloriosa de 1871 a 1914 llamada Bella Época. Luminosa era de 43 años en que la gente “civilizada” creyó haber llegado a una meseta de arte, tolerancia, progreso, armonía. A esa época gloriosa siguió de inmediato un periodo de inmenso sufrimiento y salvajismo que duró más o menos lo mismo y que incluyó las tremendas carnicerías de las dos guerras mundiales (1914-1918 y 1939-1945) y la penosa reconstrucción de almas, familias, sociedades, edificios, infraestructura.

Ahora algunos de estos chavos no se percatan de lo mucho que tuvieron y despilfarraron (han abusado de su hígado y de sus pulmones con el alcohol, el tabaco, las desveladas; han tirado tres departamentos a la basura por sus ansias de consumir más metros de lujo, no se mueven sino en Uber, etcétera) sino que extrañan lo que carecieron. Creen que el Estado (como dios omnipotente venido del cielo) les va a resolver la vida, a lomos de un caballo blanco vestido de algún colectivismo de derecha como el nazismo o de izquierda como el comunismo.

Esta generación (y los remanentes de otras generaciones, como yo) tendrá que sufrir los terribles dolores de sus propias decisiones políticas y sociales. Como ha sucedido siempre.

Es un recordatorio de que hay otra dimensión para las almas, menos triste que este universo dual en que nos arrastramos. Nadie parece captar la advertencia bíblica: este es un valle de lágrimas.