POR FIN, CERTIDUMBRE

Muchos empresarios no querían invertir en México porque no sabían qué reglas se aplicarían en el futuro.

Sergio Sarmiento
Columnas
Foto: Especial
Ilustración

No queda claro si el nuevo Tratado México-Estados Unidos-Canadá es mejor o peor que el anterior. En algunos puntos hay avances pero en otros retrocesos. Lo peor es que toda la parte final de la negociación, la que se llevó a cabo en las últimas semanas para convencer a los demócratas en la Cámara de Representantes de apoyar el acuerdo, se hizo con un gran sigilo que impidió conocer muchos de los detalles.

El acuerdo original, el que firmó en 2018 el gobierno de Enrique Peña Nieto y se apresuró a ratificar el Senado mexicano, tomó buena parte de su articulado del Tratado de Libre Comercio de América del Norte que tanto criticaron Donald Trump y, en el pasado, Andrés Manuel López Obrador. La parte nueva surge fundamentalmente del Acuerdo Transpacífico, el mismo que Trump repudió tan pronto tomó el poder.

Muchos de los cambios, tanto del TMEC original como de los acuerdos adicionales, son perjudiciales para México. Debido a que nuestro país ha sido más competitivo en la producción automotriz, por ejemplo, Trump forzó un límite de exportación a los autos hechos en México de 2.6 millones anuales. También requirió que para que los vehículos que se mueven entre los tres países gocen de un arancel de 0% deben tener un contenido norteamericano de 75%, bastante más que aquel 62.5% del TLCAN. Esta medida está hecha para dificultar las inversiones en México de productores asiáticos y europeos que quieran ingresar al mercado de Estados Unidos. Además 40% de los vehículos tendrá que provenir de plantas que paguen salarios de más de 16 dólares la hora en promedio. Esta regla también está hecha para lastimar a las plantas mexicanas.

México aceptó estas imposiciones porque el daño por no tener un acuerdo comercial habría sido mucho mayor. Millones de empleos en nuestro país dependen de mantener un acuerdo comercial con Estados Unidos. El presidente López Obrador no quiso provocar la aguda crisis económica que habría estallado sin un acuerdo.

Diferencia

El primer TMEC, el que fue ratificado de inmediato por el Senado mexicano, no dejó satisfechos a los demócratas, que ganaron el control de la Cámara de Representantes en 2018, los cuales exigieron un sistema de inspección laboral de las plantas mexicanas. El gobierno mexicano no aceptó esta demanda, que habría violado nuestra soberanía, pero acordó que la responsabilidad de verificación recaiga en paneles como los que se han usado para dirimir controversias en el TLCAN. Se establecieron también reglas más estrictas para que el acero y el aluminio se consideren norteamericanos y no paguen aranceles, lo cual afecta la competitividad de los productores mexicanos de bienes terminados que usan estos insumos.

Los problemas del nuevo TMEC se compensan con sus ventajas, pero los políticos se apresuraron a presentar el nuevo acuerdo como un gran triunfo para cada uno de ellos en lo personal. Trump, quien sostiene que el TLCAN ha sido el peor tratado comercial jamás negociado, dice que el TMEC es el mejor de la historia. La verdad es que el resultado comercial será igual o muy similar al anterior.

La gran diferencia para México es que el TMEC vuelve a generar certidumbre. Muchos empresarios no querían invertir en México porque no sabían qué reglas se aplicarían en el futuro. Las nuevas disposiciones pueden ser un poco peores en algunos casos, pero por lo menos son claras. Y la claridad de reglas es indispensable para planear una inversión.