EL COLAPSO INMINENTE

Parece que el destino ya nos alcanzó.

Guillermo Fárber
Columnas
Foto: Especial
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En Puerto Rico se realizó hace poco un foro de la Reserva Federal. Un funcionario de alto nivel dijo: “Si hay una recesión no se preocupen, porque la Fed es muy poderosa y tiene todas las herramientas que necesita para apoyar la economía”. What? ¿No se preocupen? ¿Viene un desplome pero “no se preocupen”? ¿Una caída tras el más largo periodo de expansión (y endeudamiento) de la historia gringa… pero “no se preocupen”?

No será oootra recesión más. Ni siquiera una depresión. Tampoco una gran depresión. Lo que se viene es mucho peor: un colapso del sistema económico global como la humanidad no ha visto en tres mil años, tal como los agoreros hemos venido analizando paso a paso durante 26 años, cuando la trayectoria del “dinero” fíat ya era escandalosa por las deudas impagables y la burbuja de todo (como advertía el libro Bankruptcy 1995, que leí entonces).

Los agoreros llevamos décadas observando esta agonía; el drogadicto todavía no muere, pero todos sus signos vitales y mediciones siguen siendo desastrosos. Tiene disparados a la luna (o al suelo) los triglicéridos, el ácido úrico, la glucosa, los colesteroles, los antígenos, el pH, la urea, el fósforo, el calcio, la creatinina, el magnesio, el sodio, el potasio, el cloro, los lípidos, las bilirrubinas, la albúmina, las globulinas, el hierro, las inmunoglobulinas, los leucocitos, la hemoglobina, las plaquetas, los monocitos, etcétera, etcétera, etcétera. El moribundo tiene úlceras en el esófago, estómago e intestino, el hígado graso, los riñones le funcionan poco y mal, retiene líquidos, sufre de meningiomas y artritis, muestra los pulmones carcomidos, las rodillas hinchadas, etcétera, etcétera, etcétera.

Ya llegó

En suma el tipo (el sistema económico global) es un desastre (llevamos reportándolo décadas) pero como aún resopla (debido a las inyecciones de heroína directas a la vena en forma de “dinero” fíat por megatrillones, desde 2008 y cada vez más, en el afán fútil de “resolver” un cáncer de solvencia financiera con cataplasmas de liquidez monetaria, posponiendo y agravando así el problema) los tarados a mi alrededor claman, triunfantes, que “no se han cumplido los negros pronósticos”. Estos “optimistas” son maniqueos: si el tipo-sistema no ha muerto es que está sano. No saben leer; no quieren entender. Dios protege la inocencia. Me recuerdan al patético personaje del filme Muerte en Venecia, empantanado en la negación, grotescamente maquillado para dizque parecer más joven en medio de una ciudad desolada por la peste.

El colapso los agarrará impreparados (olvídate de materialmente, sino lo peor, emocionalmente, espiritualmente). Por último, lo que es “inminente” para un sistema global lleva muuucho más tiempo que lo habitual para un individuo o incluso para un país. La ocasión de este colapso puede ser la pandemia del coronavirus (accidente, arma biológica, lo que sea, no importa) o cualquier otro pretexto, pero parece que el destino ya nos alcanzó. Siempre he dicho que es mejor morir mañana que morir hoy, pero parece que el “bote” ya no se puede patear más.