Por Félix Fuentes
Ni durante la Revolución Mexicana fueron destruidos los ferrocarriles como en estos días del combate a la corrupción lo hace la delincuencia.
Es otra calamidad con la cual se topan y no pueden con ella las autoridades federales y estatales. Hoy los bandidos de trenes descargan enormes piedras entre las vías o echan lubricantes a los rieles a fin de que los convoyes choquen o resbalen y se descarrilen.
Los delincuentes se llevan miles de toneladas de maíz, trigo y otros cereales, principalmente en Veracruz, Puebla, Guanajuato y Michoacán, entre otras entidades. Con los cereales integran sus botines preferidos.
De Sonora hurtan trigo los cárteles y el maíz de buena calidad cultivado en Sinaloa es otro elemento de su preferencia. En más de cinco años de robos a los ferrocarriles ningún cuerpo policiaco los ha sometido.
Los autores de esa clase de latrocinios se arrogan facilidades para someter al personal de los trenes y presumen que los guardianes de estados de la República no se atreven a molestarlos porque no quieren recibir respuestas violentas.
“En los momentos de vaciar los vagones se nos acercan policías locales pero no impiden que nos llevemos las mercancías. Si acaso nos dicen que nos vayamos, sin dejar cuanto ya tenemos en nuestros camiones”, dijo un delincuente presumido.
Los “amigos” de lo ajeno saben, desde el año pasado, que son intocables y por instrucciones del alto mando “no se nos importuna ni se nos lleva a presidio”, pese a los elevados montos de lo robado.
Tienen presente que, por instrucción superior, no se les detiene ni se les acusa ante agentes del Ministerio Público, ni llegan los jueces porque “son seres humanos dignos de respeto y tienen derecho a reorganizar sus proyectos de vida”. Lo dicen a voz en cuello y los agentes policiacos lo reconocen.
Sin acciones
La Guardia Nacional tampoco puede ya que asume una conducta indiferente, a pesar de que lugares de Veracruz, como Acultzingo y Coatzacoalcos, son considerados zonas de terror.
Igual sucede en municipios de Michoacán, Guanajuato y Oaxaca. Los robos son diarios y no hay autoridad que los impida.
Numerosos empresarios se duelen de cuantiosas pérdidas debidas a semejante calamidad. Pero en eso se quedan frente a la ausencia de acciones contra los malosos.
En Sonora se han registrado 372 hurtos a los trenes, en Sinaloa 148, en Puebla 278 y en Guanajuato 248. La lista es larga y causa desfalcos millonarios al comercio y al transporte.
¿Por qué en México las autoridades se comportan de esa manera?
En todas las naciones, salvo la nuestra, dicen los ferrocarrileros, es respetada la vialidad de los trenes y no suceden atentados como los de aquí. Les extraña el proceder oficial y se preguntan si esto va a continuar hasta el final del sexenio: no pasa nada.