En un mundo que parece avanzar cada vez más hacia la mecanización de la vida cotidiana y el olvido de la ternura el colectivo multidisciplinario ATERNO se alza con una propuesta que busca regresar a la raíz del ser humano: la niñez y el juego.
Bajo la dirección artística de César Brodermann, ATERNO presenta Regreso, una pieza de danza contemporánea que abraza el movimiento como una herramienta de reconexión emocional y humana.
Más que una coreografía, Regreso es un gesto poético de vuelta al juego, ese espacio íntimo y compartido donde la libertad es una experiencia corporal y emocional. Brodermann explora cómo las memorias afectivas de la infancia se alojan en nuestra corporalidad y cómo el acto lúdico puede ser un portal hacia la sanación y la autenticidad.
El proceso de creación de este montaje fue tan orgánico como lo es su resultado final. A lo largo de cinco meses de laboratorios abiertos y ensayos colaborativos Brodermann trabajó de la mano con su equipo de bailarines y creativos en una estructura horizontal, abierta a la transformación constante. Esta pieza no aspira a la perfección técnica, sino a la verdad emocional: cada función será única, y el error, bienvenido.
La escenografía a cargo de José Portillo y la iluminación diseñada por Estudio 8291 y Dania García evocan una atmósfera colorida, inspirada en la diversión. El vestuario, diseñado por Irán Dimas, mezcla prendas yuxtapuestas, traviesas y sin orden aparente, un tributo visual al desorden creativo que solo la niñez permite.
A esta experiencia sensorial se suma la música en vivo y el diseño sonoro de Isay Ramírez, cuya interpretación en escena no solo acompaña la danza, sino que la expande, la provoca y la acaricia.
Regreso no tiene edad. Es una invitación abierta a todos los públicos a recordar cuándo fue la última vez que jugaron sin propósito. En palabras de su productora, Priscila García, “desde su germinación hasta su culminación el proceso creativo de esta pieza se aleja de la tendencia habitual que como adultos adquirimos, a estructurar y organizar el pensamiento; sino por el contrario, parte de la frescura y espontaneidad que pulsaba dentro de nosotros mismos cuando éramos niños”.
El estreno se llevará a cabo los días 5 y 6 de julio en el Teatro de la Ciudad Esperanza Iris. Los boletos ya están disponibles en taquilla y a través de internet, con precios que van desde los 150 hasta los 400 pesos, y con descuentos aplicables a estudiantes, maestros, personas con discapacidad, trabajadores del gobierno e INAPAM con credencial vigente.
Posteriormente la obra se presentará de forma gratuita en la Sala de Conciertos Elisa Carrillo del Centro Cultural Mexiquense, los días 11 y 12 de julio a las 17:00 horas, como parte de su vocación de acercar la danza contemporánea a nuevos públicos en espacios educativos y comunitarios.

Reconciliación con el juego
Ganador del Premio Nacional de Danza Guillermo Arriaga 2023, Brodermann ha sido reconocido por su capacidad de cruzar las fronteras entre danza, performance, fotografía y dramaturgia corporal. En entrevista con Vértigo habla acerca de la importancia de retornar a las corporalidades.
—¿Hubo un momento específico que haya detonado la necesidad de crear esta obra?
—Sí, en diciembre le estaba contando a mi directora de ensayos, Brenda Pérez, que ya no estaba divirtiéndome mientras bailaba; y era muy raro para mí porque desde chiquito es lo que más me apasiona, más me mueve. Para mí bailar era jugar, moverme desde estos lugares de descubrimiento, de curiosidad. Pero desde que regresé a México me convertí en este coreógrafo, director… me empezó a ir muy bien, empecé a ganar premios, y todas estas expectativas y sistemas externos empezaron a hacerme la vista borrosa de por qué hago lo que hago.
Agrega: “Hay tanto ruido acerca de quiénes debemos ser, que debemos ganar más dinero, hacer más y más y producir, y empezamos a perder el sentido, la esencia, el juego de por qué lo hacemos. Desde aquí nació Regreso, preguntándome cómo podía volver al César chiquito al que no le importaba lo que creían, sino que solo se movía por moverse, por divertirse”.
—¿Por qué es importante el juego, tanto en la danza como en la vida diaria?
—Es algo sustancial. El juego puede ser lo que sea, hasta tomar la decisión de caminar por una calle distinta a la usual. El juego como una toma de decisiones desde el cuerpo; solo moverme porque quiero intentar hacer esto en lugar de hacerlo desde los bloqueos sistemáticos que nos han ido imponiendo. Y también desde la danza. A mí me encanta hacer sesiones de improvisación largas, porque hay un momento en que después de bailar por mucho tiempo ya no estás pensando. De alguna forma te pierdes y ya solo te mueves, y siento que ahí está la respuesta de muchas cosas. Si todos nos moviéramos más habría más empatía, más conexión entre nosotros y por lo tanto más paz.
—¿Cómo conecta Regreso con el público?
—Los shows y los performances que hacemos son pensando en cómo podemos darle una hora a la gente para que esté presente en ese momento y regrese a su cuerpo, aunque esté sentado en la audiencia, cómo puede entrar con nosotros a este mundo que hemos creado para cuestionar todas estas cosas. Es una clave que he encontrado en mí y que siempre quiero compartir, tanto en mis talleres como en mis funciones: cómo podemos regresar al cuerpo que hemos ido perdiendo porque, de nuevo, hay mucho ruido; un ejemplo es la tecnología que sí, nos ha dado algo muy bueno para comunicarnos, pero también nos ha quitado esta parte del cuerpo tangible, del cuerpo intuitivo. También para mí eso es lo lindo de hacer danza y hacer arte, que siempre me ha movido en las dificultades, en los problemas, siempre he podido sacar o sanar gracias a que puedo moverlo y no se queda atorado en ningún lugar.
ATERNO y César Brodermann nos recuerdan que no hay adultez posible sin reconciliación con el juego. Que el cuerpo tiene memoria y que en cada movimiento habita la posibilidad de sanar.