Ciudad de México, 16 de octubre de 2025. Cada 19 de octubre se conmemora el Día Mundial del Cáncer de Mama, una fecha para crear conciencia sobre la detección temprana, un factor clave para prevenir y mejorar el pronóstico de esta enfermedad. Detrás de cada diagnóstico, hay también manos que acompañan, orientan y sostienen en silencio a quienes atraviesan este proceso.
El cáncer de mama no sólo afecta a quien lo padece; también transforma la vida de quienes acompañan ese camino. Familiares y amigos se convierten en cuidadores improvisados, enfrentando la angustia, la incertidumbre y la carga emocional de ver sufrir a alguien que aman. En muchos casos, se trata de mujeres en edad productiva: profesionistas, madres, hijas o parejas.
Según datos del INEGI, los cuidadores en México —en su mayoría mujeres (75 %)— reportan altos niveles de cansancio, falta de sueño y afectaciones en su salud física y emocional. Esta realidad muestra que cuidar también tiene un costo, y que quienes acompañan desde el amor muchas veces lo hacen desde el agotamiento o la culpa.
Por su parte, un estudio publicado en la revista científica Nature muestra que, en general, las familias de pacientes con cáncer de mama se adaptan con relativa rapidez para brindar apoyo al familiar afectado, impulsadas por “la compasión y la empatía como los pilares más importantes para acompañarlo [...]. En muchos casos, este apoyo familiar ‘no entrenado’ se traduce en una mayor calidad de vida para el paciente que el brindado por personal especializado”. Sin embargo, la familia también es el grupo que más sufre el impacto emocional y psicológico de la enfermedad, y su único sostén suele ser el apoyo mutuo entre sus propios miembros.
Detrás de cada diagnóstico existe una red de apoyo más o menos sólida que sostiene en silencio. Son quienes acompañan, consuelan, organizan citas, ofrecen palabras de aliento y, con frecuencia, se olvidan de sí mismos mientras enfrentan miedo y soledad. Pocas veces se habla de esa otra cara del cáncer: la del cuidador, que también necesita ser escuchado, comprendido y acompañado para poder cuidar desde un lugar más humano y sostenible.
Cuidar a una persona con un padecimiento crónico o agresivo no se limita a asistir a citas o manejar tratamientos; significa también sostener la esperanza y convivir con la incertidumbre —y a veces con el miedo— sin transmitir desesperanza al paciente. Con el tiempo, esta entrega puede generar lo que se conoce como “fatiga por compasión”, definida por la Psicología Positiva3 como el desgaste físico y emocional que surge de cuidar a otros sin recibir un adecuado cuidado a sí mismo.
En la práctica del coaching médico, se ha observado que los cuidadores que cuentan con espacios de escucha y acompañamiento presentan menor riesgo de depresión, mejor comunicación con el paciente y una sensación más clara de propósito durante el proceso. Escuchar con presencia, sin juicio y con empatía se convierte, así, en una forma de cuidado clínico en sí misma.
En su libro Attending, el autor Roland Epstein describe cómo el cuidado de un familiar o paciente puede otorgar al cuidador un sentido de vida, un propósito trascendental que le permite sobrellevar la presión y el desgaste. El coaching médico ayuda a potenciar ese sentido de propósito y resiliencia, acompañando también al que cuida.
“Escuchar empáticamente no es sólo oír palabras; es reconocer la experiencia del otro, observar su cuerpo y sus expresiones, y entender su entorno sin juicios. En el contexto del cuidador, la escucha tiene un valor terapéutico que puede transformar la manera en que paciente y familia atraviesan la enfermedad”, afirma el Dr. Javier Coindreau, director y fundador de Coindreau Medical Coaching.
Acompañar a alguien con cáncer de mama implica una entrega profunda, pero también requiere espacios de descanso y reflexión. Reconocer el propio cansancio no es debilidad, sino una forma de autocuidado que permite sostener mejor a quien se ama.
En Coindreau Medical Coaching, esta atención al cuidador forma parte del proceso terapéutico. Se crean espacios donde los familiares pueden procesar sus emociones, resignificar su rol y encontrar recursos internos para acompañar sin agotarse. “Cuidar al que cuida no es un lujo; es una forma de sanar en conjunto”, concluye el Dr. Coindreau.
Este Día Mundial del Cáncer de Mama, además de promover la detección temprana, recordemos algo igual de importante: escuchar también salva vidas.