El océano Pacífico mexicano está dando señales claras de agotamiento frente al cambio climático. Temperaturas más altas, huracanes que se intensifican en cuestión de horas, desaparición de microorganismos clave y la expansión de zonas sin oxígeno son algunos de los síntomas que advierten sobre una transformación profunda y peligrosa en este ecosistema, de acuerdo con investigadores del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología (ICML) de la UNAM.
María Luisa Machain Castillo, paleoceanógrafa del ICML, recordó que el evento de El Niño ocurrido entre 2015 y 2016, apodado “El Niño Godzilla”, dejó una huella alarmante. Las aguas del Pacífico registraron un aumento de temperatura superior a los 2.5 grados centígrados respecto al promedio. El calor alteró por completo la vida microscópica frente a las costas de Mazatlán, donde apareció una especie invasora de plancton prácticamente inexistente en condiciones normales.
Aunque esta especie desapareció tras el regreso de las temperaturas habituales, el daño estaba hecho. “Cuando se altera la base de la cadena alimenticia, todo el ecosistema tambalea. Las pesquerías, que son clave para muchas comunidades, se ven directamente amenazadas”, afirmó.
En paralelo, fenómenos meteorológicos extremos también se están intensificando. David Alberto Salas de León, del Laboratorio de Oceanografía Física, señaló que los huracanes ahora presentan una volatilidad inédita. El caso de Otis —que pasó de tormenta tropical a huracán categoría 5 en menos de 24 horas— es un ejemplo claro. Según el especialista, esto está relacionado con una especie de “alberca de agua caliente” ubicada cerca del Istmo de Tehuantepec, que almacena grandes cantidades de energía térmica durante la primavera y el verano, alimentando a los ciclones.
“El océano se está convirtiendo en una olla de presión”, advirtió.
Nitrógeno marino
Silvia Pajares Moreno, experta en ecología microbiana acuática, abordó otro de los efectos más preocupantes del calentamiento marino: la expansión de las zonas de mínimo oxígeno o zonas muertas. Aunque estas regiones solo abarcan 8 % del océano global, son responsables de hasta 50 % de la pérdida de nitrógeno marino, principalmente en forma de óxido nitroso, un potente gas de efecto invernadero.
“El nitrógeno es escaso y vital para la vida marina. Su pérdida, además de agravar el cambio climático, amenaza la biodiversidad y la productividad del océano”, señaló Pajares.
La experta también recordó que el océano no es solo víctima, sino un aliado clave en la lucha climática. Absorbe dióxido de carbono, regula la temperatura del planeta y mantiene activa la llamada bomba biológica del carbono, esencial para el equilibrio global.
Sin embargo, ese equilibrio se debilita. Las zonas muertas se expanden debido al calentamiento global y a la eutrofización costera —el exceso de nutrientes derivados de la actividad humana—, afectando las comunidades microbianas que sostienen el funcionamiento del océano.
Los tres especialistas coinciden en una conclusión urgente: lo que ocurre en el Pacífico mexicano no es un fenómeno aislado, sino un espejo de lo que le está ocurriendo a los mares del planeta. Ignorar sus señales podría llevarnos a perder uno de los sistemas naturales más poderosos y necesarios para la supervivencia humana