Ciudad de México, octubre de 2025.- La práctica regular de ejercicio aporta una amplia gama de beneficios, como el control del peso, la mejora de la salud cardiovascular y de la calidad del sueño. Sin embargo, para muchas personas, las formas más comunes de ejercicio, como caminar, correr o el entrenamiento con pesas, resultan difíciles debido al dolor, la debilidad, los problemas de movilidad o el miedo a sufrir una caída.
En este sentido, el ejercicio acuático es una excelente alternativa para enfocarse en el bienestar físico en un entorno con menor efecto de la gravedad. La flotabilidad reduce el peso corporal hasta en un 50% al estar de pie en el agua hasta la cintura, lo que convierte esta forma de entrenamiento en una actividad de bajo impacto y disminuye de manera significativa el estrés sobre huesos y articulaciones.
El agua también brinda soporte a quienes enfrentan problemas de equilibrio. Su movimiento constante durante el entrenamiento supone un reto adicional: cuantas más olas haya, más difícil resulta mantener la estabilidad, lo que fortalece aún más el control corporal.
Además, la resistencia natural del agua ralentiza los movimientos y exige más esfuerzo muscular, transformando el ejercicio acuático en un excelente entrenamiento de fuerza y resistencia. Con menos estrés sobre las articulaciones, muchas personas descubren que pueden ejercitarse durante más tiempo y realizar más repeticiones.
Todos estos beneficios hacen del ejercicio acuático una opción ideal tanto para quienes se están recuperando de una lesión deportiva como para quienes buscan mejorar su fuerza, resistencia, flexibilidad y aptitud cardiovascular. Como en cualquier otra rutina, se recomienda consultar a un profesional de salud antes de comenzar.
Cinco cosas que debe saber antes de lanzarse a la piscina
1. Es una actividad versátil. El ejercicio acuático ofrece una amplia gama de opciones para casi todos los niveles de condición física: desde caminar dentro del agua hasta actividades aeróbicas más intensas como el aquarunning o la natación. Los ejercicios de pie suelen realizarse en agua que llega a la cintura o al pecho y mejoran la flexibilidad, el equilibrio y la fuerza. La intensidad puede aumentarse acelerando los movimientos o utilizando accesorios como guantes con membranas, palas, churros o bandas elásticas.
2. No necesita saber nadar. Aunque siempre es recomendable tener nociones básicas de seguridad acuática, muchas rutinas pueden realizarse en la parte poco profunda de la piscina. Basta con poder mantenerse de pie para obtener los beneficios del entrenamiento.
3. La temperatura del agua influye. Las aguas más frescas (27–31 °C) son ideales para entrenamientos de mayor intensidad o para personas propensas al sobrecalentamiento, como embarazadas, personas con obesidad o esclerosis múltiple. En cambio, las aguas más cálidas (29–33 °C) son mejores para quienes tienen artritis, fibromialgia o dolor crónico.
4. Conozca sus límites. Como el ejercicio se siente más fácil en el agua, es común que las personas prolonguen sus sesiones. Sin embargo, esto puede aumentar la intensidad y el riesgo de sobrecarga muscular. Es importante escuchar al cuerpo, ya que el cansancio puede aparecer más tarde de lo esperado.
5. Considere las clases grupales. Las clases colectivas de ejercicio acuático son una excelente manera de socializar, encontrar apoyo y mantener la motivación. A menudo están dirigidas por instructores especializados en entrenamiento acuático, capaces de adaptar los ejercicios según las necesidades de cada participante.
Más allá de lo básico
Intensificar el entrenamiento en el agua puede lograrse con materiales de resistencia como mancuernas de espuma, pesas acuáticas, palas o guantes de resistencia. También puede utilizarse un cinturón de flotación, que permite correr, levantar pesas o realizar ejercicios con las manos sin preocuparse por mantenerse a flote.
Muchas personas descubren que disfrutan más del ejercicio en el agua que en tierra firme. Al no sentir dolor, no temer a las caídas y divertirse durante la sesión, se animan a practicar con mayor regularidad. Y lo mejor de todo: es posible obtener un gran entrenamiento… sin siquiera mojarse la cabeza.