La prevalencia de la amibiasis en el mundo es de 10%, pero puede llegar a alcanzar hasta 80% de la población en determinadas zonas tropicales por la falta de agua potable y saneamiento. La infección es mucho más frecuente que la enfermedad, ya que solamente presenta malestar uno de cada diez infectados.
Se trata de una infección del intestino grueso que causa el parásito Entamoeba histolytica, que necesita altas concentraciones de hierro a fin de sobrevivir dentro de su hospedero, lo cual a la larga genera problemas digestivos y anemia.
La amibiasis es un parásito que puede vivir en el intestino grueso (colon) sin causar ningún daño, pero en ocasiones provoca diarrea, colitis o disentería aguda. La enfermedad se da comúnmente en áreas donde hay condiciones de hacinamiento y poca higiene.
De acuerdo con información de la Secretaría de Salud federal, se estima que alrededor de 50 millones de personas al año se infectan con el parásito en México.
La enfermedad se adquiere al ingerir alimentos o agua contaminados, aunque también puede transmitirse de persona a persona por contacto bucal de un paciente infectado. Es más frecuente en adultos y tiene igual distribución por raza y sexo, a excepción del absceso hepático, que es más frecuente en varones.
Los síntomas del padecimiento son náuseas, diarrea (heces blandas con moco y ocasionalmente con sangre), pérdida de peso involuntaria, dolor abdominal, gases excesivos o dolor rectal al defecar; pueden presentarse síntomas graves como sensibilidad abdominal, fiebre, vómitos y heces con sangre.
Una de las mayores complicaciones de la amibiasis es un absceso hepático o la diseminación del parásito hacia órganos como hígado, pulmones y cerebro. Por ello es muy importante que ante cualquier sospecha de padecer la infección parasitaria se consulte al médico especialista.
El tratamiento incluye antibióticos indicados por el médico, medidas de higiene para evitar el contagio de más personas, lavarse las manos después de ir al baño y antes de preparar alimentos, así como la desparasitación por lo menos una vez al año.
Nuevas soluciones
Un grupo de investigación encabezado por Mireya de la Garza Amaya, adscrita al Departamento de Biología Celular del Centro de Investigación y Estudios Avanzados (Cinvestav), analiza la forma en la que la amiba obtiene hierro a partir de la transferrina humana, proteína encargada de transportar el mineral en el organismo. El objetivo de la investigación es entender más acerca de los mecanismos empleados por la amiba para conseguir hierro, lo cual podría servir en la identificación de blancos terapéuticos o el desarrollo de nuevos antiparasitarios para superar la infección y los problemas del síndrome anémico en la población.
De acuerdo con varios estudios in vitro y en modelos animales la Entamoeba histolytica es un parásito que utiliza varias proteínas humanas que contienen hierro, entre ellas la transferrina, la hemoglobina, la ferritina y la lactoferrina, dice la investigadora.
Precisa que en la revista International Journal for Parasitology se reportó que la amiba no solo toma el hierro transportado por la transferrina y lo aprovecha para multiplicarse dentro del cuerpo, sino que también “atrapa” a esta proteína y la degrada con fines nutricionales; es decir, la utiliza como fuente de nitrógeno y carbono.
Con el fin de evaluar si la amiba emplea a la transferrina como fuente de hierro para su desarrollo se analizaron dos tipos de cultivo in vitro. En uno el parásito estaba en un medio rico en hierro y en el otro sin el mineral. Ante la ausencia de hierro Entamoeba histolytica no crecía ni proliferaba, lo que sí sucedía al agregarle transferrina férrica; entonces, a partir de diversas técnicas de laboratorio se observaron estos cultivos y fueron establecidos los mecanismos utilizados por la amiba para obtener hierro de dicha proteína humana, menciona De la Garza.
Esta información permitió determinar que el proceso a través del cual el parásito reconoce, se une y posteriormente se alimenta de la transferrina y del hierro que transporta a fin de crecer y realizar sus funciones metabólicas ocurre en minutos. Este parásito habita, se nutre y multiplica dentro del intestino humano, causando con ello la destrucción de varios tipos de células y tejidos.
Los daños de esta invasión parasitaria se ven reflejados en diversos síntomas, entre los que están dolor abdominal, colitis ulcerosa y absceso hepático (este último de no tratarse a tiempo puede llevar a la muerte), expone la científica del Cinvestav.
De ahí la relevancia de los resultados de la investigación, los cuales señalan como una posible vía para combatir la infección con Entamoeba histolytica bloquear a la enzima encargada de reconocer a la transferrina humana y con ello inducir la muerte del parásito por falta de hierro.
Sin embargo, es necesario continuar con los estudios acerca del metabolismo celular y otros aspectos de la biología de la amiba para encontrar sitios específicos donde los antiparasitarios puedan actuar sin causar efectos adversos en el ser humano, como vómito y náuseas, puntualiza De la Garza.
Consecuencia y tratamiento
Una de las graves consecuencias de la infección es la amibiasis hepática, la cual se genera cuando el parásito se adhiere al epitelio intestinal y genera úlceras a través de las cuales llega al torrente sanguíneo y viaja al hígado, donde se instala y reproduce, condición que provoca la muerte del tejido hepático. Es cuando surgen síntomas como evacuaciones de color oscuras, que aumentan a medida que el parásito se reproduce y genera un absceso hepático.
Especialistas recomiendan no utilizar tratamiento antiamibiano sin comprobar que hay amibiasis invasora intestinal y menos aún cuando el individuo sea portador asintomático de la enfermedad.
Cuando hay estudios de laboratorio que confirman la infección los tratamientos que se utilizan son diyodohidroxiquinoleina, paromomicina o nitazoxanida. En caso de amibiasis con disentería (dolor abdominal, diarrea, fiebre, vómito, entre otros) se sugiere el uso de metronidazol bajo vigilancia médica.
Por último, la utilización inadecuada de cualquier antiamibiano u otros antibióticos condiciona la selección de cepas de microorganismos resistentes a los mismos, los cuales constituyen un riesgo en el control de las enfermedades infecciosas.