Frente a las alteraciones en los ecosistemas y los daños al medio ambiente expertos en enfermedades infecciosas advierten que la crisis climática y la destrucción de la naturaleza aumentan el riesgo de que más virus zoonóticos o de origen animal se transmitan a seres humanos. Así lo comprueba ahora el surgimiento de infecciones por el microorganismo henipavirus Langya en las provincias nororientales de Shandong y Henan, en China.
Se trata de un patógeno que se descubrió en 1999 en Malasia, en criaderos de cerdos. Luego surgieron casos esporádicos en animales domésticos como perros, gatos, caballos, cabras y corderos en 2017. Sin embargo, no causó gran alarma.
En cambio, en esta ocasión ante el aumento de contagios de animales a personas, la atención de las autoridades sanitarias internacionales se concentra en Asia, donde el virus zoonótico —que se transmite de animales a personas y en ocasiones de persona a persona mediante comida contaminada— genera síntomas clínicos diversos que van desde una infección asintomática hasta un problema respiratorio agudo con fiebre, fatiga, tos, dolor muscular y, en el peor de los casos, encefalitis letal.
El henipavirus Langya llamó la atención de especialistas por la transmisión de enfermedades de animales a humanos, por lo que publicaron un artículo en el New England Journal of Medicine, en el cual el grupo que encabezó Wang Linfa, coautor del estudio y profesor de la Escuela de Medicina Duke-NUS de Singapur, junto con investigadores de China y Australia dio a conocer los resultados de la investigación.
En esta se analizaron los casos de 35 personas contagiadas con el henipavirus, dedicadas a las labores agrícolas, de las que 26 manifestaron síntomas diversos.
Signos
De acuerdo con el estudio la infección humana puede ser asintomática o causar enfermedad respiratoria aguda (leve o grave) o encefalitis letal.
Las personas infectadas presentaron inicialmente síntomas gripales (fiebre, cefaleas, mialgias, vómitos y dolor de garganta). Esto puede ir seguido de mareos, somnolencia, alteración de la conciencia y signos neurológicos que indican encefalitis aguda.
Algunas personas presentaron neumonía atípica y problemas respiratorios graves, como disnea aguda. En casos graves aparecieron encefalitis y convulsiones, que progresaron al coma en 24 a 48 horas.
Se cree que el periodo de incubación (intervalo entre la infección y el inicio de los síntomas) oscila entre cuatro y 14 días. Sin embargo, se han registrado periodos de incubación de hasta 45 días.
La mayoría de las personas que sobreviven a la encefalitis aguda se recuperan por completo, pero se han descrito afecciones neurológicas crónicas en sobrevivientes. Aproximadamente 20% de los pacientes queda con secuelas neurológicas residuales, como convulsiones y cambios de personalidad. Un pequeño número que se recupera recae o presenta posteriormente encefalitis de aparición tardía.
La tasa de letalidad estimada es de 40 a 75%, pero puede variar según el brote, dependiendo de la capacidad local de vigilancia epidemiológica y atención clínica.
Antecedentes
A este virus se le considera como una de las amenazas más latentes en China en cuanto a zoonosis se refiere. Por ello la Organización Mundial de la Salud (OMS) clasificó a la familia viral con el nivel de bioseguridad 4, lo que significa que la enfermedad es de alto riesgo de transmisión por aerosoles y puede causar enfermedades que ocasionan la muerte.
Durante los brotes iniciales en Malasia la mayoría de las infecciones humanas se debió al contacto directo con cerdos enfermos o sus secreciones contaminadas. De acuerdo con la OMS, se cree que la transmisión se produjo a través de gotículas respiratorias o del contacto con secreciones nasofaríngeas o tejidos de cerdos enfermos.
Aunque el virus provocó hasta el momento solo unos pocos brotes conocidos en Asia, el temor crece porque infecta a una gran variedad de animales y es causa de enfermedades graves y muerte en las personas, por lo que es un problema de salud pública.
Otras regiones pueden estar en riesgo de infección por este virus, ya que se han encontrado pruebas serológicas de su presencia en el reservorio natural de murciélagos del género Pteropus y otras especies de estos mamíferos en países como Camboya, Ghana, Filipinas, Indonesia, Madagascar y Tailandia.
Prevención y tratamiento
Los signos y síntomas iniciales de la infección por henipavirus Langya son inespecíficos y a menudo no se sospecha en el momento de la presentación. Esto puede dificultar el diagnóstico y crear problemas para detectar brotes, implantar medidas eficaces y oportunas de control de la infección e iniciar actividades de respuesta.
Además, la precisión de los resultados de laboratorio puede verse afectada por la calidad, cantidad, tipo y momento de obtención de las muestras clínicas, así como por el tiempo necesario para enviar las muestras de los pacientes al laboratorio.
La infección por el virus puede diagnosticarse durante la fase aguda y de convalecencia mediante pruebas de laboratorio y la historia clínica. Las principales pruebas son la PCR (reacción en cadena de la polimerasa) en tiempo real en muestras de líquidos corporales y la detección de anticuerpos mediante ELISA.
Hasta el momento no existen medicamentos específicos ni vacunas para la infección por el virus Langya, pese a que es prioritario en el plan de investigación y desarrollo de la OMS. Se recomienda un tratamiento de apoyo intensivo para las complicaciones respiratorias y neurológicas graves. Ante la falta de una vacuna contra el virus, la limpieza y desinfección sistemática y exhaustiva de las granjas de cerdos pueden ser eficaces para prevenir la infección.
El profesor Wang Linfa dijo que los casos de henipavirus Langya no han sido graves ni fatales hasta ahora, pero los Centros para el Control de Enfermedades de Taiwán informaron que iniciarán la secuenciación del genoma de este virus, así como medidas de vigilancia.
Por último, el infectólogo Alejandro Macías, miembro de la Academia Nacional de Medicina y profesor investigador de la Universidad de Guanajuato, señala que “este virus no se transmite de persona a persona. Cuando nos inmiscuimos en ambientes animales algunos virus brincan la barrera de las especies y empiezan a ser patógenos humanos. Pero ahora no tenemos, hasta el momento, el desarrollo de una nueva epidemia”.