EL JAGUAR LUCHA POR SOBREVIVIR

Martha Mejía
Ciencia
REP-GEN LATINOAMERICA EN IMAGENES-FOTOS
Eraldo Peres/AP

Conocido como ocelotl en náhuatl y balam en maya, el jaguar, tercer felino más grande del mundo (después del tigre y el león) y número uno en América está en riesgo: se sabe que desde el norte de México hasta Argentina existen 34 subpoblaciones de la especie, de las que 33 están en peligro o peligro crítico de extinción.

De acuerdo con Gerardo Ceballos, investigador del Instituto de Ecología de la UNAM, las amenazas que enfrenta el jaguar son variadas y van desde la pérdida de su hábitat hasta el tráfico ilegal chino, por lo que su conservación es altamente prioritaria.

“Cada vez que perdemos a una especie es como si perdiéramos un ladrillo de una pared y esta comienza a funcionar mal: se filtra ruido, aire, polvo y humedad, aunque no se colapsa. Es algo así lo que está pasando: quitamos tantas especies que la pared colapsará. Mis estudios indican que lo que ocurra en los próximos 15 años en el planeta es lo que determinará el futuro de la mayoría de las especies silvestres y el futuro de la misma humanidad”, explica Ceballos a Vértigo.

Pérdida de hábitat

Se estima que se ha perdido alrededor de 50% de todo el hábitat que había para esta especie en el continente americano. “En México se ha devastado alrededor de 40% su territorio o un poco más. Es decir, la pérdida del hábitat es el principal problema”, indica el también presidente de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar.

Del total de ejemplares de la especie 90% se ubica en una sola subpoblación: la de la Amazonia (abarca regiones de Brasil, Perú, Ecuador y Colombia). Se trata de la única que por su tamaño hasta principios de 2020 no se consideraba en riesgo. Sin embargo los incendios forestales modificaron la inmunidad de la especie en esa zona.

De acuerdo con la organización conservacionista brasileña Pró-Carnívoros existen cerca de 87 mil jaguares en Brasil, la mayoría de los cuales en la Amazonia y en el Pantanal.

La organización estima que en la región del Pantanal viven ocho jaguares por cada diez mil hectáreas, por lo que es posible ver hasta 15 de estos animales en una semana. No obstante expertos conservacionistas de este felino señalan que a pesar de las destrezas de este animal las llamas por incendios forestales lo afectan fuertemente, ya sea por quemaduras directas o por la devastación de su hábitat.

“Muchas veces no mueren por el fuego pero sí intoxicados por el humo. Los jaguares afortunadamente pueden correr muy rápido y muchas veces brincar a un río y salvarse. Y aun así muchos ejemplares mueren. Pero imagínate los osos hormigueros, los ñandúes, las guacamayas que están en los nidos, es decir, muchos de los animales mueren atrapados por el calor y las llamas”, explica.

Agrega que la pérdida del hábitat de este felino tiene que ver con el cambio climático ya que impulsa la gravedad de los fuegos forestales: su magnitud, la rapidez con la que se propagan y lo difícil que es combatirlos.

“Esto acrecienta los efectos de por sí nocivos de la deforestación en la mayoría de la selva brasileña, donde ha habido un proceso de deforestación enorme en los últimos años y en especial desde que gobierna (Jair) Bolsonaro ya que no solamente no le interesa la conservación sino que incluso promueve la deforestación”, comenta.

Tráfico ilegal

El jaguar puede llegar a medir 1.80 metros de largo y alcanzar un peso de hasta 150 kilogramos, por lo que se considera el felino más robusto de su especie, por encima del leopardo y el guepardo. Desde la antigüedad se le relaciona en diversas culturas con la valentía, el poder, la noche, el inframundo, la fertilidad y la muerte.

Debido a las propiedades fantásticas que se les atribuyen a sus colmillos, huesos y piel suelen valuarse dentro del comercio ilegal chino hasta en 15 mil dólares para uso principalmente en la medicina china tradicional.

“En los setenta se podía cazar jaguares para comercializarlos legalmente. Después se prohibió y se recuperaron bastante. En este momento continúa la caza ilegal, sobre todo por parte del mercado chino que compra colmillos y huesos de jaguar ante la ausencia de grandes gatos como tigres, leones y otras especies (quedan muy pocos y se vuelve muy peligroso y complicado cazarlos). Ahora los traficantes, quienes tienen muy poco respeto por la vida silvestre, llegan a Latinoamérica. Hace muy poco se dio un decomiso de 800 colmillos de jaguares en Bolivia”, explica Ceballos.

El uso de estas piezas, apunta el especialista, es para la medicina tradicional china. “Esto no tiene ningún sustento científico ni real. En este sentido recordemos que el tráfico de especies y la destrucción del hábitat básicamente son la causa del Covid-19. Lo que hemos hecho es destruir las selvas, los bosques. Nos adentramos cada vez más a esos lugares donde hay animales que tienen otro tipo de virus que nosotros no conocemos, a los que nunca habíamos estado expuestos. Se rompe esa barrera ecológica que nos y los protegía. Esto sin contar la proliferación de mercados húmedos en gran parte de Asia”, expresa.

Otra de las principales amenazas es la cacería por conflicto, es decir, los jaguares depredan al ganado de las comunidades, por lo que estas se ven forzadas a cazar al ejemplar a pesar de que saben que está prohibido y en México es un delito federal.

“Al cambiar el uso del suelo de área natural por un área de agricultura o ganadería extensiva el jaguar que vive en esos ecosistemas, al no tener más presas naturales disponibles como el venado cola blanca y el pecarí de collar, busca satisfacer sus necesidades básicas depredando ganado”, señala.

Ceballos González agrega que esta situación provoca que a los pequeños grupos de felinos que sobreviven se les persiga y mate.

¿Qué hacer?

El jaguar vive en 18 de los 21 países latinoamericanos y de acuerdo con la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) “solo quedan 64 mil ejemplares en vida silvestre”. Debido a esto las medidas de cuidado y preservación son altamente importantes en todo el continente.

“El tráfico de especies es un problema de oferta y demanda, por lo que no debemos comprar ningún producto que tenga parte de animales silvestres; por ejemplo pulseras de tortuga de carey o cosas que tengan marfil. Tampoco tener animales silvestres como mascotas. O tomarnos fotografías con animales exóticos que se ofrecen en la calle. Tampoco comer animales exóticos o silvestres”, indica.

Además, puntualiza, “debemos ser más conscientes con nuestros hábitos de consumo; elegir aquellos productos que tengan menor impacto en el medio ambiente; participar en campañas de reforestación; manifestar nuestra inconformidad hacia proyectos de construcciones no sustentables; manifestarnos también por medio de nuestro voto hacia candidatos que tengan una conciencia ambiental más desarrollada; pedir a nuestras autoridades y trabajar con ellas para que haya leyes o que las que ya existen se cumplan en torno de este tema. Tenemos poco tiempo, pero también tenemos las herramientas necesarias para poder hacerlo”.