Crisis sin iniciativas

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Foto: Creative Commons
Carlos Ramírez
Columnas
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A partir del criterio de que la crisis actual en su generalidad es del sistema político, lo que se tiene en el escenario es la falta de opciones, y no es que no las haya sino que el PRI, la oposición y los movimientos sociales antisistémicos pareciera que eluden conscientemente la búsqueda de reformas de salida de los chicotazos de la crisis.

Lo malo de este escenario es que podría no estar dejando alguna puerta de solución de los problemas. El PRI y el gobierno priista solo resisten el embate y es la hora en que sus iniciativas son procedimentales de tipo económico y judicial, no todas ellas con efecto inmediato en la búsqueda de un nuevo consenso político nacional.

Y la oposición anda en las mismas: su discurso crítico es el de siempre, aunque con la circunstancia agravante que esa oposición participa en las estructuras de funcionamiento del Estado y del sistema político y por tanto tendría espacios y canales para contribuir a sus reformas.

Ahí es donde se percibe la parte incomprensible de la crisis: el PRI apenas tuvo el 29% de los votos presidenciales y subió a 38 con el Verde, lo que quiere decir que cuando menos dos tercios de la participación política electoral es de oposición. Y el PRI carece ya no digamos de la mayoría calificada en el Congreso ―dos terceras partes― para modificar la Constitución sino que su bancada está abajo del 45% y no tiene mayoría absoluta.

Mayoría

La oposición del PAN y del PRD, por tanto, podría construir una nueva mayoría pero es la hora en que ninguno de los dos tiene voluntad para configurar un programa común o un compromiso de gobierno, además de que los dos carecen de liderazgos con credibilidad. Peor aún, en algunas de las reformas el PRI jaló al PAN o al PRD o a los dos hacia cambios que formaban parte de la reorganización productiva e institucional del PRI, y lo peor es que el PAN y el PRD tenían intereses de fondo en los temas educativos, petroleros y de telecomunicaciones. Al final las reformas se dieron a la medida del proyecto de desarrollo del PRI.

La crisis de viabilidad sistémica actual ―lo mismo de seguridad con los 43 normalistas secuestrados que con la falta de decisión del gobierno para implementar las reformas en la educación que el propio gobierno impulsó― responde no a la dinámica de las contradicciones sistémicas sino a la carencia de decisión reformista de las élites del PRI y de la oposición.

En esa falta de iniciativas de reformas políticas estructurales se puede encontrar una explicación de la crisis y de las crisis: los partidos institucionales no tienen iniciativas y menos aún los movimientos antisistémicos, como si a todos les conviniera la inestabilidad. Y la crisis se dinamiza a sí misma cuando algunas de sus manifestaciones son articuladas por la crisis misma o por decisión de algunos de los grupos involucrados.

Si las cosas siguen como están, el sistema político podría reformarse a sí mismo para sobrevivir y se habría dejado pasar de nueva cuenta la crisis para una verdadera reforma. A lo largo de su existencia el sistema político se sobrevivió a sí mismo: el asesinato de Obregón, el fraude a Vasconcelos, el radicalismo de Cárdenas, la represión obrera de López Mateos, Tlatelolco, el colapso de 1994 y las crisis económicas de 1976, 1982 y 1995.

Si en 2015 no existen reformas de fondo del sistema, México llegará a 2018 igual que como arribó después de Tlatelolco, las devaluaciones, Colosio y el EZLN: sobreviviendo por sí mismo.

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