En el limbo

A pesar de los mensajes y las expectativas del Pacto por México, en el fondo se trató del modelo voltaireano del Dr. Pagloss del mejor de los mundos posibles, no de los mundos deseables. 

En el limbo
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Carlos Ramírez
Columnas
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A pesar de los mensajes y las expectativas del Pacto por México, en el fondo se trató del modelo voltaireano del Dr. Pagloss del mejor de los mundos posibles, no de los mundos deseables.

O para decirlo en el lenguaje político-literario mexicano: mejor un pájaro en mano que mil volando.

La cuestión es que acuerdos como el pacto es mucho de lo posible pero poco de lo deseable.

Aunque más allá de la fenomenología de las expectativas, a veces es mejor no caer en la tentación de lo posible a costa de archivar lo deseable.

Lo que viene para México será un ciclo de tensiones políticas, sociales y de poder, pero de tensión dinámica: fuerzas que empujan, pero también fuerzas que repelen.

A todos los acuerdos del pasado les hacía falta la presencia de la izquierda, pero a la vuelta de los años la izquierda se diluyó en su crisis de pensamiento, abandonó el socialismo, no le gustó la socialdemocracia y se plantó en el neopopulismo de masas; y, lógico, se dividió y con ello también dividió sus expectativas.

El PRD está en el pacto, los perredistas no lo quieren y Andrés Manuel López Obrador se fue mejor a otra fiesta.

Élites Si se revisan bien las expectativas, México es de los pocos países con posibilidades de dar el paso modernizador.

Sin embargo, requiere de cambios de fondo, sobre todo de su Historia Patria, de la Historia de sus Héroes —las mayúsculas se convierten en lastre—, para asentarse en lo hecho y lanzarse a los cambios.

Paradójicamente, la España de la transición democrática así lo hizo, pero la historia del socialismo aferrado al poder destruyó las bases del consenso y hoy España se hunde en la fractura social.

El problema de muchas naciones radica en el peso de sus pasados.

Y como no se trata de acabar con los procesos de fundación, entonces se encuentran los compromisos con el pasado como obstáculos para explorar el futuro.

Ahí se encuentra México: una nueva generación llegó al poder con ganas de modernizar; no obstante, la vieja clase sólo quería llegar y disfrutar, no correr el riesgo de las reformas; y la oposición panista se quedó rumiando su derrota; y la oposición lopezobradorista se hundió en el capricho.

No existe en México, pues, una élite reformista dominante.

Hay grupos que definen caminos, otros impulsan algunas reformas.

Sin embargo, en el fondo la sociedad mexicana es conservadora… y comodina: quiere lo mejor con lo que hay, a pesar de las lecciones de otras historias donde el desafío del cambio fue empujado por la sociedad.

Y como está México en la actualidad, el escenario nacional de mediano plazo —quizás unos 30 años— es el de la mediocridad, algunos impulsos pero rezagos sociales acumulables.

Lo que viene es ya conocido: el gobierno usará su autoridad para impulsar algunas reformas, carecerá de fuerza para realizar otras y al final el país quizás aumentará un poco sus expectativas, aunque sin resultados generales.

Crecerá no más de 3.5%, tendrá un poco de más empleo y mucho subempleo, los debates sobre las posibilidades se quedarán en queja o reproche...Hasta que llegue el próximo sexenio y de nueva cuenta los redentores salgan de sus cuevas para ofrecerse como la última posibilidad.

Mientras las élites decidan el futuro en función de sí mismas, el país seguirá dando tumbos; cuando las élites escuchen a las masas y se preocupen por las mayorías, el país podría encontrar quizá la razón del cambio de modelo de desarrollo que hace falta desde 1976.

Mientras tanto, a México le esperan otros años en el limbo.

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