Como si hiciera falta, la muerte de Arnoldo Martínez Verdugo, el dirigente histórico de la izquierda comunista-socialista, fue un espacio necesario para reabrir el debate sobre el pasado, presente y futuro de la izquierda en México. Sin embargo, fue una expectativa incumplida, como si la propia izquierda rehuyera a hablar de su propio perfil político.
Hoy cualquiera se dice de izquierda. Y puede tener razón, porque se carece de una identidad: lo mismo son los comunistas ortodoxos, que los neopopulistas pragmáticos y que los ex priistas que encontraron en el PRD un espacio de candidaturas victoriosas. Solo basta que alguien cree un membrete o se afirme como de izquierda.
A pesar de que en 1962 el entonces priista Enrique González Pedrero afirmó que “la izquierda nació con la Revolución mexicana”, en realidad la izquierda había nacido desde comienzos de la segunda mitad del siglo XIX, a partir de las lecturas de El manifiesto comunista de Marx y Engels.
La Revolución mexicana fue un régimen autoritario, sin ideología, definido por un programa radical-populista-conservador.
De hecho, fue Martínez Verdugo quien logró la victoria conceptual de romper con la ideología de la Revolución mexicana en los sesenta, cuando se hizo de la dirección política del Partido Comunista Mexicano. Y lo paradójico es que el largo viaje de la izquierda en la legalización comenzó con la definición comunista y luego pasó a la socialista, para terminar entregándole el partido a los ex priistas neocardenistas para fundar, con el registro del PCM-PSUM-PMS, el PRD al mando de los jefes de la Corriente Democrática del PRI.
Ahí fue donde la izquierda perdió su ideología y se estancó en el neopopulismo asistencialista. El desprestigio socialista que dejó la Unión Soviética y se han encargado de mantener Corea del Norte, China y Cuba, en realidad marcó el fin histórico de la izquierda conocida, aunque dejó abierta la necesidad de construir una nueva ideología de izquierda, porque al final de cuentas el modelo teórico de Marx sigue siendo válido para interpretar la realidad.
Referencia
El PRD carece de un perfil ideológico; se ha convertido en la franquicia electoral de ex priistas y ex panistas para ganar elecciones, pero no para construir una nueva ética política del poder; ahí están los casos del DF, Michoacán, Guerrero, Oaxaca y Puebla, donde los gobiernos estatales perredistas llevan la marca del PRI.
En el fondo, la lucha por el poder que lleva implícito el registro electoral legal se ha convertido en el peor lastre de la izquierda.
Lo grave es que no exista dentro del PRD alguna agrupación preocupada por la ideología histórica o por analizar la crisis de las ideologías.
La crisis es internacional: la izquierda en España y Francia se desdibujó en el poder y se colapsó con la totalidad del régimen en Italia. Cuba desprestigió el marxismo en América Latina al subordinarlo al leninismo autoritario. Y Hugo Chávez, en Venezuela, chabacaneó el concepto de socialismo con una política asistencialista que no modificó la estructura de las clases sociales.
Por estas razones, la muerte de Martínez Verdugo no pasó de ser una referencia anecdótica para la reflexión sobre la izquierda, sobre todo porque el PRD, como ex PCM, es un partido neopopulista de ex priistas, muchos de ellos, paradójicamente, que trabajaron para el priismo autoritario de Díaz Ordaz y Echeverría y que hoy no balizan en autocalificarse de izquierda.
En todo caso, con la muerte de Martínez Verdugo se fue a la tumba la última referencia a la izquierda socialista.