La enésima reforma política que viene

La actual crisis nacional es de sistema político, de régimen de gobierno y de Estado nacional. 

Reforma política
Foto:NTX
Carlos Ramírez
Columnas
Compartir

Cada vez que las élites políticas del poder anuncian una reforma política, el ciudadano se debe poner a temblar y a resguardo. Porque más que cumplir con el compromiso de la transición e instaurar un nuevo sistema político, régimen de gobierno y Estado nacional, las reformas políticas buscan solo beneficiar los intereses de los tres partidos dominantes.

El país ha asistido a un proceso de crisis del sistema-régimen-Estado de la Revolución Mexicana pero en cámara lenta:

La crisis política en 1968 con Tlatelolco rompió el idilio priista.

La crisis económica en 1976 por la devaluación agotó el modelo de desarrollo.

La crisis del gobierno mixto por la expropiación de la banca en 1982.

La crisis de la legitimidad electoral en 1988 por el fraude contra Cuauhtémoc Cárdenas.

La crisis del régimen con el colapso político de 1994, del alzamiento zapatista a la devaluación.

La crisis de la hegemonía del PRI en 2000 con la alternancia.

Y la crisis de la restauración en 2015 con el acotamiento del viejo presidencialismo.

Exigencia

Desde 1964 con los diputados de partido, las reformas políticas han buscado la consolidación de una democracia rigurosamente controlada. Cada reforma ha sido producto de alguna derrota del PRI y su intención ha sido la de ajustar el funcionamiento político pero sin perder el dominio priista.

Aunque fue buscada por sectores salidos del mismo PRI, la transición en el largo periodo de lucha 1968-2000 careció de un modelo político de largo plazo; así se trató solo de buscar la derrota del PRI. En otros países la transición de un régimen autoritario se hizo en función de la instauración de un sistema-régimen-Estado democrático, no nada más del desplazamiento de un grupo para poner otro que aprovecharía las estructuras del viejo régimen. Solo los casos de la Unión Soviética y México mostraron cambio de élites pero mantenimiento de los viejos armazones del poder.

El PAN logró la alternancia pero careció de una idea reformadora del sistema-régimen-Estado porque nació del seno de la élite de la Revolución Mexicana y su intención fue solo ética dentro del mismo modelo político revolucionario. El regreso del PRI al poder en 2012 se encontró con el mismo sistema que dejó en 2000.

Sin embargo no todo es igual: ahora hay una sociedad activa que milita en redes sociales, en firmas de exigencias y en medios pero sin una propuesta coherente integradora. Lo malo es que las reformas políticas se han hecho desde las élites para beneficiar a las élites. Por eso es que la nueva reforma política nada tendrá que ver con la instauración de un nuevo sistema-régimen-Estado sino que las diversas élites —PRI, PAN, PRD, Morena, INE y algunos analistas políticos funcionales— únicamente reforzarán el actual reparto político del poder.

La actual crisis nacional es de sistema político, de régimen de gobierno y de Estado nacional. Y se trata de una crisis lógica derivada de la acumulación de las crisis 1968-2000. Ante ello las reformas políticas solamente han buscado reforzar el control priista sobre el sistema-régimen-Estado. La transición de 2000 se empantanó no solo porque el PAN no supo qué hacer con la alternancia ni porqué el PRI frenó los cambios, sino sobre todo porque no hubo una sociedad que exigiera la instauración de un nuevo sistema-régimen-Estado.

Y ahí seguimos: sin futuro, con reformas que no llevan sino a más reformas.